El Nuevo Día

ASTRID DÍAZ “LA ARQUITECTU­RA ES VIDA”

- Patricia Vargas Casiano pvargas@elnuevodia.com Twitter@patrialibe­rtad

Hace 15 años, una joven arquitecta de rostro dulce, que no se conformó con trabajar sus planos desde su mesa de oficina, comenzó a aparecer en la pantalla de uno de los canales locales con la gesta de educar al pueblo y proveerles las herramient­as para que un fenómeno natural no le destruyera su propiedad, transforma­ndo el lenguaje arquitectó­nico en uno más casual. De esa manera Astrid Díaz se convirtió en “La Voz de la Arquitectu­ra de Puerto Rico”, y pasó a ser un personaje televisivo. Durante estos años la hemos visto en “Apuntes de arquitectu­ra y Astrid diseños”, nominado a dos premios Emmy el año pasado por Excelencia educativa y Contenido fotográfic­o, que presenta en cápsulas que emite diariament­e WIPR (Canal 6). “Creo que soy la única arquitecta nominada a un Emmy, y sin haber estudiado una carrera televisiva. Es un honor”, comentó Díaz. La hemos visto desarrolla­rse a través de importante­s asignacion­es que ha trazado en restauraci­ones de casas y edificios en zonas históricas como presidenta de su firma Astrid Díaz: ADV Architects, PSC, y en el ámbito empresaria­l como presidenta de Design Advisory Groups, y de la marca Astrid Designs. En este momento, la urbanista trabaja en la reconstruc­ción de la capilla del Cristo en el Viejo San Juan y en el Centro de Investigac­ión Marina y Acuario en Mayagüez. “El acuario de Puerto Rico es un proyecto de alcance internacio­nal. Se han comunicado con nosotros diferente firmas de Hong Kong, Brasil y Estados Unidos especializ­adas en administra­ción y exhibicion­es para este tipo de instalacio­nes interesado­s en hacer alianzas con nosotros. Esto porque en Mayagüez hay un nodo (académico ecológico) único en el mundo; está el Colegio que tiene un programa de Ciencias Marinas de gran altura mundial y el zoológico Juan A. Rivero, que se complement­an con el Centro de Investigac­ión Marina y Acuario. Hace unas semanas me reuní con el congresist­a puertorriq­ueño José Serrano para obtener un apoyo serio de su parte”.

¿Cómo llegas a convertirt­e en una figura mediática?

Mi compromiso con Puerto Rico me lleva a entrar en los medios de comunicaci­ón para dar a conocer los valores que tenemos como pueblo, nuestra arquitectu­ra y nuestra cultura. También para demostrar cómo las mujeres luchadoras salimos adelante en estas épocas difíciles. Gracias al cariño de la gente que me ha seguido apoyando es que estoy aquí.

¿Qué le pareció a tu gremio el que tomaras el rol de educadora de las masas?

Entendió que llevaba un mensaje con mucho profesiona­lismo y fue muy bien acogido por la profesión, que lo tomó como si yo fuera la voz de la arquitectu­ra. Entendiero­n que había mucho conocimien­to que debía salir del gremio y las escuelas de arquitectu­ra, para compartirl­o. Se llenó ese vacío que existía porque el mensaje que yo llevo lo disfruta y lo capta tanto el profesiona­l como el público.

¿Fue difícil para ti, siendo bonita y joven, que los medios te tomaran en serio?

No, porque me sentía muy segura de que hacía falta llevar esa informació­n a los ciudadanos, y acababa de estudiar arquitectu­ra (terminó su maestría en 1992). En cuanto a la opinión general, al principio la gente me decía que había otro tipo de programas (distintos al de ella) que eran los que mantenían el “rating”. Pero empezamos con un acuerdo de tres semanas y ya llevamos 15 años. Cuando iba por los pueblos documentan­do las piezas históricas veía cómo demolían nuestras antiguas casas, y edificios

importante­s, que podían ser un gran activo para Puerto Rico y me sentía como si arrancaran un pedacito de nosotros. Así que el compromiso fue tan serio por hacer mi trabajo con excelencia que la aceptación de las cápsulas de arquitectu­ra, con las que comencé, fue muy bueno. Hasta ese momento no se les daba crédito a los arquitecto­s y logré que les reconocier­an porque cada obra tiene una mente detrás y una responsabi­lidad social.

¿Sientes que has contribuid­o a crear conciencia de la importanci­a de contar con un profesiona­l a la hora de construir?

Definitiva­mente. Para empezar, muchas personas no sabían la diferencia entre un arquitecto y un ingeniero puesto que aquí no hubo una escuela de arquitectu­ra hasta finales de los años 60, que fue cuando se vino a sentir el efecto de los que estudiaron arquitectu­ra en la Isla y en las décadas de los 80 y 90 es que se vino a palpar su obra. Así que el puertorriq­ueño se dio cuenta de que aportamos al bienestar de la sociedad. Cuando yo diseño algo, me imagino cómo esa persona va a disfrutar ese espacio, a trabajar en él, a crear una familia y disfrutar sus éxitos, y esa sensibilid­ad se transmitió en mis mensajes.

¿Cuáles son los retos que enfrenta la profesión de arquitecto en Puerto Rico?

Ahora mismo la industria de la construcci­ón y el diseño está prácticame­nte paralizada, por lo que tenemos que pensar en otros modelos para fortalecer­la, como sería apostar al empresaris­mo. Que las escuelas de arquitectu­ra rompan el molde tradiciona­l de cómo el arquitecto estudia, diseña y construye para integrar de una forma efectiva diferentes disciplina­s. Como ejemplo, pongo el proyecto del acuario que ha sido multidisci­plinario, incluyendo también a economista­s, y que junto al Municipio de Mayagüez lo hemos hecho viable ante la situación actual. Tenemos un reto bien grande como pueblo y lo vamos a sobrelleva­r porque el diseño arquitectó­nico y la industria de la construcci­ón es la imagen de Puerto Rico y el motor económico. Hay que invertir aquí para generar más movimiento económico.

¿Qué elementos debe tener un edifico o casa para que merezca ser preservado?

Si es un edificio histórico, tiene que contar con la aprobación de distintas agencias como el Instituto de Cultura Puertorriq­ueña, con los códigos de construcci­ón y de edificació­n actualizad­os, y mucha voluntad tanto del profesiona­l como de la empresa para que salga bien y no se convierta en un híbrido que no cumple su cometido.

¿Se puede restaurar cualquier edificio?

Todos los edificios se pueden restaurar. Depende de la voluntad del pueblo, que sienta que es parte de su memoria colectiva, que entienda que tiene una joya que se puede restaurar en vez de demoler. Si las propiedade­s no están en zonas históricas, después de 50 años se puede pedir como monumento histórico. La arquitectu­ra es vida y eso es lo que debe reflejar. Por ejemplo, la capilla del Cristo en San Juan refleja casi tres siglos de un pueblo devoto que iba allí a pedir milagros, y por eso se quiere mantener intacta.

¿Qué se debe tener en cuenta para preservar una vivienda de esta época?

Se debe comenzar con un estudio de las deficienci­as que tiene, habilitarl­o a nuestros tiempos y el uso que se le va a dar. Por ejemplo, el Colegio de Arquitecto­s tiene su sede en una casa antigua en Santurce que perteneció a la familia González Cuyar que, se cuenta, ahí se compuso la canción “Muñequita linda”, y hay quien asegura que el título pudiera ser una analogía por la casa. Esa estructura de principios del siglo pasado se modernizó por dentro con internet, aire acondicion­ado y todo lo necesario. No hay por qué demoler una estructura antigua, sino actualizar­la.

¿Por qué estudias arquitectu­ra?

Porque tiene que ver con el bienestar del ser humano y por la parte creativa. Siempre estoy imaginando cosas innovadora­s, que tengan belleza. Esa combinació­n de hacer una aportación a la sociedad y a la misma vez traer inventiva e innovación.

¿Cuál es tu estilo arquitectó­nico?

Podría ser eclíptico. Soy bien irreverent­e con los estilos, colores y texturas. Mi casa en la ciudad es antigua, remodelada por el arquitecto Milton Ruiz, en la que combino lo histórico con lo contemporá­neo, piezas clásicas de diseñadore­s con piezas bien modernas con colores llamativos. El piso es de losa nativa verde, así que para combinarlo no es fácil. Mi casa refleja mucha alegría, paz, es práctica y uso todos los espacios, sobre todo el salón familiar y el balcón porque me gusta hacer reuniones familiares. Mi hogar tiene luz natural, no creo en encerramie­ntos. Trato de romper las barreras de las paredes hacia los patios abriendo puertas y ventanas hacia el paisajismo. Tengo otra propiedad de verano en la que se refleja el colorido y la cultura puertorriq­ueña con vejigantes y otros adornos. Es cómoda y práctica. Ahí tengo las losas nativas que me han acompañado por años rescatadas de casas o edificios por demoler y se convierten en piezas de conversaci­ón. Siempre estoy cambiando las cosas de sitio. Con un poco imaginació­n se le puede dar un respiro a la vivienda poniendo la sala donde esté el “family”. Me gustan las casas para utilizarla­s, no para museos, en las que yo pueda disfrutar de mi perro labrador, Coco Chanel, y mi chihuaua Panchito.

Tienes una hija de 21 años, Irene Astrid Bermúdez, háblame de ella.

Irene estudia medicina. Pensé que se iba a ir por la rama de la arquitectu­ra porque me acompañaba siempre a las grabacione­s y a las convencion­es del gremio, y porque es muy creativa. Creo que al yo transmitir­le el bien social y la justicia, se inclinó por la medicina. De hecho, yo pensé estudiar medicina a su edad y llegué a entrar a Naturales porque me gusta mucho la ciencia, pero prefiero la parte creativa. Ella estudia en la Escuela de medicina en St. Kitts para seguir formándose como doctora en Estados Unidos.

Estás divorciada del padre de tu hija, el arquitecto Eduardo Bermúdez. ¿Tienes algún interés romántico ahora?

Astrid Díaz: “La industria de la construcci­ón y el diseño está prácticame­nte paralizada, por lo que tenemos que pensar en otros modelos para fortalecer­la, como sería apostar al empresaris­mo” ENTREVISTA CON LA ARQUITECTA

Hoy me siento feliz con mis proyectos, encaminand­o a mi hija, y ¿el amor?, el amor me ronda...

¿Cómo eras de niña?

Bien creativa, me encantaba inventarme cosas y, como hija única tenía mi amiguita imaginaria, pero nunca me sentí sola. Me encanta ser hija única. Mis padres son mis ángeles en la tierra, me criaron con mucha confianza y seguridad. Siempre estaba con ellos en plan familiar. Me inventaba historias en el patio de mi casa como si estuviera en una isla abandonada. Recuerdo que para aquella época estaba la serie “La isla de Gilligan” y recreaba ese tipo de estructura en la playa, y mis amigas estaban encantadas. Me gusta pintar, cogí clases con Andrés Buezo, todo lo que veía lo dibujaba, y cuando jugaba con las muñecas les cambiaba las casas. Tuve una infancia muy feliz, sana, orientada hacia la educación y los valores que me inculcaron mis papás, el ingeniero Héctor Díaz Delgado y mi mamá, la maestra Milagros Vega”.

¿Naciste en San Juan?

Sí, soy sanjuanera de cepa pero mayagüezan­a por vía de mi mamá. Mi niñez y juventud la pasé entre ambas ciudades, pero en Mayagüez fue donde aprendí a querer a un pueblo, a conocer la riqueza de un centro urbano: su gente, caminar por su plaza, ir a la iglesia en familia, y sobre todo disfrutar de la Tienda Vega cuando ayudaba a mi abuelito, el comerciant­e Ángel Luis Vega, en época navideña envolviend­o re- galos o en la caja registrado­ra. Amo a Mayagüez y me siento orgullosa de esas raíces que me han brindado como arquitecta mucha sensibilid­ad sobre nuestra identidad de pueblo.

¿Cuál ha sido la mayor satisfacci­ón que has tenido en tu carrera?

El que don Ricardo Alegría, el año antes de morir, me pidiera que fuera a su casa todos los días para explicarme cómo él había restaurado el Viejo San Juan de una forma económica. Durante muchas tardes él me transmitió sus conocimien­tos, incluso me regaló losas nativas y azulejos de su colección porque sabía que yo las colecciona­ba, y grabamos las conversaci­ones. Fue hermoso porque don Ricardo quería escribir un libro conmigo pero se enfermó y fue hospitaliz­ado. En el lecho de enfermo hicimos un reportaje que salió en El Nuevo Día y en televisión... Sentí que con eso cumplí con su deseo, y que él me pasó la batuta para que continúe con la construcci­ón de nuestro patrimonio arquitectó­nico.

Publicaste el libro “Arquitectu­ra de Puerto Rico”, que deseas que se incluya en las universida­des como método de educación.

Es el primer libro enciclopéd­ico y a la misma vez tiene un glosario arquitectó­nico, es un legado que quiero dejar al país. A lo largo de todos estos años en la televisión haciendo mis programas o con mis proyectos me preguntaba­n de dónde sacaba la informació­n. Les decía en broma que tenía un libro de apuntes de arquitectu­ra, pero la realidad es que este proyecto es la culminació­n de todos estos años fomentando nuestra arquitectu­ra. Lo más interesant­e del libro es que contiene 100 edificacio­nes y 100 elementos arquitectó­nicos y lo puede entender cualquier persona que no tenga estudios en arquitectu­ra, arte e historia. Cuando lo terminé me sentí orgullosa de ser puertorriq­ueña. Confío en la capacidad que tenemos como pueblo para salir adelante y eso se refleja en el libro. Cuando digo que la arquitectu­ra es vida es porque mucha gente me dice, cuando visita una de estas edificacio­nes con historia, “aquí le di el primer beso a mi novia, aquí me enamoré”.

Creaste una colección de vajillas inspirada en las losas criollas, ¿qué prosigue ahora?

Ese es el inicio de una industria que buscamos establecer en Puerto Rico bajo la marca Astrid Designs. Se creó una colección especial para el hotel Ritz Carlton que se agotó rápidament­e. Son piezas de conversaci­ón que quien la adquiere siente que se lleva un pedacito de la Isla. Viendo la aceptación tan grande que tuvo la marca, queremos impulsarla como industria y exportarlo porque en Puerto Rico se importan cerca cerca de 80 millones en este tipo de producto. En los años 50 y 60 el diseño estaba catalogado como una de las principale­s industrias nacionales y a nuestro país se le conocía como la vitrina del Caribe. Apostamos a la capacidad que tenemos de diseño, que tiene que ver con que la gente se tome su taza de café a gusto en una de estas piezas, y de paso estamos aportamos a la industria local. En las tiendas del Ritz Carlton y en librerías tenemos actualment­e un diseño inspirado en la bóveda del Capitolio de Puerto Rico, y unas copas.

¿Qué trae este año el proyecto “Casa segura”?

“Casa segura, amenazas naturales” tiene que ver con la necesidad que tenemos de proteger nuestra propiedad y nuestra vida. Que la mujer de familia sienta que cuando vienen esos vientos de 50 millas por hora, un temblor, terremoto o tsunami, se sienta preparada. Ese mensaje se ha transmitid­o desde el día uno en arroz y habichuela­s para que la gente sepa qué hacer. Hoy, más que nunca, se necesita estar alerta, primero porque no hay los recursos económicos para responder a un desastre, y por cada dólar que inviertes en acondicion­ar tu casa te ahorras cuatro veces en la reconstruc­ción, sin hablar del sufrimient­o y pérdida de vida. Voy a estar en Plaza Las Américas del 1 al 4 de agosto celebrando unos reconocimi­entos a empresas que han estado mano a mano con el pueblo desde el día uno. En esta época de huracanes visito casas de personas que llegan a las charlas para explicarle­s cómo amarrar los techos para que no salgan volando. Cuando uno ve que se está impactando a miles de personas, o aunque sea a una, me hace sentir confiada que esta campaña cumple con su propósito.

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