Derecho a la salud bajo el capitalismo
El capitalismo es un sistema económico fundamentado en el acopio de capital en el libre mercado, con el lucro como su potente motor. Indudablemente ha creado más prosperidad que cualquier otro sistema económico. Pero nos equivocamos cuando asumimos que el progreso tecnológico resultante sería pasaporte seguro hacia una vida más larga, sencilla, barata y feliz. Y es que el capitalismo está contaminado con materialismo, consumismo y exclusión, y arrastra consigo poderosos venenos como el lucro desmedido y la desigualdad económica.
En nuestra ruta hacia la prosperidad capitalista, fallamos en defender la salud como un indispensable derecho humano que teníamos que proteger de esos venenos.
Desafortunadamente, permitimos que el lucro se infiltrara en el campo de la salud y la transformara en un negocio multimillonario, en otro rehén económico más.
El negocio de la salud ha encarecido su propio progreso tecnológico. Ha tornado dicho progreso en contra de la misma salud que debía salvaguardar. El disfrute tecnológico se ha visto limitado por la incapacidad de muchos para financiarlo. Como cuando algunos tienen que escoger entre comprar sus alimentos o sus medicinas. O como cuando la maravillosa tecnología capitalista finalmente nos trajo una cura para la hepatitis C en 2013, para encontrarnos que cada pastilla costaba mil dólares.
El deshumanizante lucro capitalista es incompatible con el derecho a la salud. El lucro siempre tendrá prioridad sobre la preservación de la salud, porque rechazar, racionar y comprometer acceso a cuidado y calidad son elementos esen- ciales para aumentar las ganancias.
El derecho a la salud tampoco se garantiza con incluirlo en la Constitución o legislarlo. Tiene que ser real, que la gente lo tenga prontamente accesible cada segundo de su vida, sin intermediarios ni venenos que lo impidan.
El capitalismo parece haber llegado para quedarse. Implantar un sistema universal de salud al que podamos extraerle los venenos del capitalismo, o atenuarlos, o circunvalarlos, es nuestra mejor opción. Eso es algo que no han podido lograr ni Medicare, ni Obamacare, ni ningún otro programa aquí vigente, pero que sí han logrado los países capitalistas más saludables del mundo, encabezados por las grandes democracias europeas occidentales.
Mientras desarrollamos la voluntad para implantar un sistema universal de salud que garantice el derecho verdadero a la salud, nuestra salud bajo el capitalismo vigente continuará siendo solo un privilegio reservado para los que tienen capacidad de pago.