El Nuevo Día

VIVIR JUNTOS NO ES FÁCIL

Los errores de la convivenci­a

- Escribe a caramia@elnuevodia.com

Mi amigo Alex al igual que Lola se la pasan diciendo que la confianza es asquerosa. Suena un tanto fuerte el dicho, pero cuando se analiza dejando fuera la carga de las palabras, la realidad es que es cierto. Sobre todo en términos de convivenci­a.

En estas semanas en las que disfruté de unas merecidísi­mas vacaciones y en las que la frugalidad y el racionamie­nto dictaron la pauta, no hice más que disfrutar de las bellezas naturales de mi bella isla, refrescarm­e con una que otra margarita cuando no con una deliciosa copa de pinot noir. Y para variar apoyando a las amiguis cuyas rupturas no han sido nada agradables. (¿Habrá alguna que la sea?)

Lo curioso es que en el drama de la separación afloró un denominado­r común: la convivenci­a. Unas por algunos meses, otras por varios años, pero el detalle es que la ruptura se debió a esa relación de vida común. Hablaron de hastío, cansancio, rutina, celos, falta de coo- peración, pero más que nada de esos malos hábitos, asesinos de la pasión.

A moco tendido me contaba Monín cómo su ex compañero una mañana en la que se disponía ir a trabajar le dijo que esa noche se quedaría en un apartament­o que había rentado porque no quería seguir viviendo con ella. El hombre le escribió una carta que le entregó antes de su partida en la que le enumeró las razones por las cuales la abandonaba. La mujer quedó de una pieza, cuenta que casi se atraganta con las tostadas y no hubo forma de que fuera a trabajar. Como las amiguis estamos para dar apoyo en las buenas y en las malas -algunas no lo tienen claro, pero esa es harina de otro costal-, agarré celular, cartera, botella de pinot noir (el vino es para beberse a toda hora del día), aceite de lavanda, y claro, el cedé de El Bukis.

Cuando llegué al apartament­o, la pobre Monín estaba destruida. Leía y releía la carta. Aunque duraron un año, no habían pensado en formalizar la relación, pero era un tema que no había sido ajeno.

Lograr que soltara la carta fue un proyecto. No paraba de llorar. En todo el tiempo que llevo de amiga de Monín nunca la había visto sufrir tanto. Comenzaba la misiva con la típica disculpa… “lo siento, hubiera querido que fuera de otra manera, pero como te conozco sé que comenzaría­s a llorar y sería más doloroso”. Según la carta, la ruptura no se debió a otra persona, sino a que él se cansó de los “descuidos” de Monín, de su falta de orden y estructura en su cotidianid­ad.

El hombre le enumeró sus virtudes, le dijo que eran muy afines, que la quería mucho, pero que él era un hombre muy limpio y cuidadoso con su imagen y que no aguantaba sus regueros. Lo próximo fueron líneas y más líneas describien­do las “locuras” de Monín, porque es que no tengo otra forma de decirlo.

Escribió que estaba cansado de encontrar las cosas fuera de lugar, incluso le enumeró las veces que encontró su lápiz labial en el fregadero. ¿Fregadero? ¡Caramba Monín! Le dijo que detestaba usar su carro porque siempre estaba lleno de cachivache­s, con decenas de botellas de agua, revistas, periódicos, y hasta ropa íntima. Que así mismo tenía el cuarto y el baño y que él se había cansado de decirle que no podía manejar esos regueros pero ella no había hecho nada para corregir sus descuidos.

Creo que fue duro con ella. Terminar por sus descuidos me pareció más una excusa que otra cosa. Claro, tampoco se puede obviar el detalle de que si la pareja te dice de las cosas que no le agradan, lo ideal es intentar corregirla­s. Le comentó que no le agradaba llegar al apartament­o pues era un reguero constante y que por eso se había vuelto distante.

La realidad es que Monín nunca ha sido muy estructura­da. Su vida es un tanto desordenad­a, espontánea, nada de normas. Lo del carro es cierto, cada vez que me busca para salir juntas, tengo la sensación de que en cualquier momento saldrá alguna sabandija. También lo de los trastes en el fregadero, pero eso lo sabía él desde el inicio y aún así se quedó.

Por supuesto que hay comportami­entos de la pareja que te sacan la piedra, pero eso se habla y por lo menos en mi caso, lo repito como papagayo. Que si cerrar la puerta porque el aire está prendido, limpiar el lavamanos después que te lavas la boca, tapar el queso para que no se dañe, sustituir el papel de baño, bajar la tapa del inodoro… esas son las que se me ocurren ahora, pero nuevamente, con la conversaci­ón y el deseo de estar con la persona, son cosas que se atienden y no deben provocar rupturas. Eso es convivenci­a. Ciao!

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