La trilogía del Baztán
Una trilogía de novelas policiales españolas que capta la atención del lector por su protagonista y su ambientación
Este primer libro de la trilogía de novelas policiales ambientadas en Navarra tiene ya los elementos que explican el éxito extraordinario del conjunto, que ha alcanzado más de 30 reediciones en España, mientras que unas 32 editoriales extranjeras han comprado los derechos de impresión. También los ha comprado –para llevarlas a la pantalla- el productor cinematográfico que adaptó la trilogía “Millennium” del sueco Stieg Larsson.
Protagonizada por una mujer policía, Amaia Salazar, mujer capaz, profesional experimentada y experta en rastrear a asesinos en serie estudiando la “firma” que les imprimen a sus crímenes, un atractivo adicional es su ambientación en el país vasco, concretamente en el pueblo de Elizondo de la comarca navarra de Baztán, bañada por el río del mismo nombre. La referencia continua a elementos mitológicos de la tradición vasco-navarra resulta también un reclamo poderoso y le proporciona un contexto misterioso a una trama que va develando crimen tras crimen de difícil solución.
Las asesinadas aquí son muchachas jóvenes que aparecen muertas en el bosque que rodea la población. A todas las han estrangulado, las han desnudado y las han dispuesto en una pose virginal, con los brazos a los lados y las palmas de las manos vueltas hacia arriba como en una ofrenda. Encima del pubis les han puesto un pastelito típico de la zona. Los crímenes se le empiezan a achacar al basajaun, una criatura mitológica –cruce entre oso y hombre- que, sin embargo, es una figura benévola que vigila los bosques y guarda a quien se interna en ellos.
Amaia, entrenada en la academia del FBI en Quantico, Virginia, no piensa así. Natural –ella misma- de Elizondo pero afincada en la vecina Pamplona, casada con un escultor norteamerica- no que la adora, vuelve a su pueblo como jefa de la investigación y va trazando las similitudes entre los macabros asesinatos. En el proceso empiezan a aflorar en ella los recuerdos de su propio pasado, de una niñez problemática debido a una madre desquiciada que parecía odiarla. Al regresar al pueblo, además, se encuentra con sus dos hermanas, Flora y Rosaura, ambas con matrimonios difíciles. Sus recuerdos, cada vez más vívidos y traumatizados, parecen intervenir con su habilidad de resolver el caso, pero a la vez la acercan al corazón de un misterio sombrío que puede –o no- tener que ver con los crímenes.
Tenemos aquí, pues, una situación inédita en este tipo de novela: las experiencias familiares de la inspectora entran a jugar papel cada vez más evidente en su trabajo profesional. Y la solución (aparente) de estos primeros crímenes se encuentra, sorpresivamente, en su propia familia.