La luz al final del túnel
El refranero popular dice que hay que saber de dónde vienes para saber hacia dónde vas. Por eso, ante la situación que vive la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) vale la pena mirar su travesía, para entender, tal vez, el lugar en donde se encuentra, y hacia dónde debemos caminar.
Hace poco más de un siglo, la primera luz se vio en una finca privada en Villaba, para allá en el 1893. Desde entonces, hasta la inauguración de la Central Carite 1 en 1915, toda la electricidad disponible en Puerto Rico era producida y distribuida estrictamente por compañías privadas establecidas en los centros urbanos más importantes de la Isla.
Fue también en ese año que se estrenó el alumbrado público en la capital de San Juan con la instalación de ocho focos y 600 lámparas incandescentes en ocasión de una visita real a la Isla.
Aunque parezca increíble, la producción de energía a gran escala en Puerto Rico no ocurrió hasta los años 50 cuando se inauguró la Central Termoeléctrica de San Juan a base de la utilización de petróleo.
Tras la creación de diversos servicios de riego que servirían a la agricultura y a la vez se convertirían en fuentes hidráulicas de energía, se desarrollaron diversos sistemas públicos de electricidad y esto llevó a que en 1926 se creara la Utilización de las Fuentes Fluviales que debería administrar los sistemas de riego, así como operar y expandir las instalaciones del servicio de electricidad.
El país siguió creciendo a la par con sus necesidades energéticas y en 1979, lo que ya se llamaba la Autoridad de Fuentes Fluviales cambió su nombre por el de Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), porque la energía creada por fuentes hidráulicas era irónicamente algo del pasado.
Al mirar someramente la evolución de su historia vemos que la AEE se convirtió en una de las Corporaciones más fuertes y emblemáticas del progreso de la Isla, y lamentablemente una de las más politizadas, que le ha llevado a convertirse en un lastre de deudas, ineficiencias y obsolescencia. La AEE que tenemos hoy está en tinieblas y representa el escollo más grande para nuestro desarrollo económico.
La Corporación pública enfrenta su momento más crucial de su historia en el cuál debe demostrar que existe para servirle al desarrollo económico del país y al bienestar de nosotros los ciudadanos.
Por los pasados años la Asociación de Industriales ha luchado con capa y espada para promover una reforma energética que rectifique las ineficiencias, el régimen de subsidios, la dependencia en los combustibles fósiles, la falta de opciones de tarifación y calidad del servicio eléctrico, entre otros.
Además, hemos trabajado para cerrar la enorme brecha en costo-competitividad industrial que impide crear nuevos empleos en una economía de muchos retos y costos operacionales cada vez menos competitivos.
En su reciente Cumbre de Competitividad, la AIPR presentó una Declaración en torno a la reestructuración del sistema eléctrico. Esta declaración desarrollada por nuestro comité de energía, y apoyada prácticamente por todos los sectores productivos, tiene varios puntos fun- damentales que incluyen la reestructuración valiente y efectiva de la AEE; la revisión tarifaria que propulse inmediatamente el desarrollo económico; una competencia libre y regulada para desarrollar una industria eléctrica con tarifas competitivas; plantas generatrices y sistemas modernos y a la vanguardia de la tecnología; y establecer desde hoy y hacia el futuro la incorporación acelerada y creciente de fuentes de energía renovables.
Uno de los puntos más importantes es sin duda, que para recuperar la competitividad y el atractivo de nuestro país a nueva inversión y empleo se requiere de inmediato un costo energético en el rango de $0.16 / KWh; costos superiores a estos nos sacan de competencia en el marco global.
Asimismo, todos coincidimos con que la deuda de la AEE tiene que ser restructurada en acorde a tasación y el valor presente en los mercados de bonos municipales.
Además de la deuda, todos los demás componentes de costos, incluyendo los discrecionales, tienen que reducirse de centavo en centavo para lograr tarifas competitivas y sustentables. Esto incluye salarios y beneficios a todos los niveles no acordes con nuestra realidad actual.
Enfrentamos tiempos de retos, en todos los renglones pero debemos trabajar juntos para que la restructuración sea una integral que atienda la transmisión, generación y distribución, en cumplimiento con leyes federales y estatales; enmarcado en un contexto de transparencia de la información y uniformidad de procesos.
Es vital desarrollar un Plan de País con metas específicas de cumplimiento ante parámetros de energía renovable comparables con países de avanzada, tal y como merecemos todos los puertorriqueños.
Para ver la luz al final del túnel, debemos dar pasos valientes, rápidos y radicales que sean sostenibles a largo plazo y enfocados en la realidad de Puerto Rico y en nuestras aspiraciones.