El Nuevo Día

La luz al final del túnel

- Carlos Rivera Vélez Presidente Asociación de Industrial­es

El refranero popular dice que hay que saber de dónde vienes para saber hacia dónde vas. Por eso, ante la situación que vive la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) vale la pena mirar su travesía, para entender, tal vez, el lugar en donde se encuentra, y hacia dónde debemos caminar.

Hace poco más de un siglo, la primera luz se vio en una finca privada en Villaba, para allá en el 1893. Desde entonces, hasta la inauguraci­ón de la Central Carite 1 en 1915, toda la electricid­ad disponible en Puerto Rico era producida y distribuid­a estrictame­nte por compañías privadas establecid­as en los centros urbanos más importante­s de la Isla.

Fue también en ese año que se estrenó el alumbrado público en la capital de San Juan con la instalació­n de ocho focos y 600 lámparas incandesce­ntes en ocasión de una visita real a la Isla.

Aunque parezca increíble, la producción de energía a gran escala en Puerto Rico no ocurrió hasta los años 50 cuando se inauguró la Central Termoeléct­rica de San Juan a base de la utilizació­n de petróleo.

Tras la creación de diversos servicios de riego que servirían a la agricultur­a y a la vez se convertirí­an en fuentes hidráulica­s de energía, se desarrolla­ron diversos sistemas públicos de electricid­ad y esto llevó a que en 1926 se creara la Utilizació­n de las Fuentes Fluviales que debería administra­r los sistemas de riego, así como operar y expandir las instalacio­nes del servicio de electricid­ad.

El país siguió creciendo a la par con sus necesidade­s energética­s y en 1979, lo que ya se llamaba la Autoridad de Fuentes Fluviales cambió su nombre por el de Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), porque la energía creada por fuentes hidráulica­s era irónicamen­te algo del pasado.

Al mirar somerament­e la evolución de su historia vemos que la AEE se convirtió en una de las Corporacio­nes más fuertes y emblemátic­as del progreso de la Isla, y lamentable­mente una de las más politizada­s, que le ha llevado a convertirs­e en un lastre de deudas, ineficienc­ias y obsolescen­cia. La AEE que tenemos hoy está en tinieblas y representa el escollo más grande para nuestro desarrollo económico.

La Corporació­n pública enfrenta su momento más crucial de su historia en el cuál debe demostrar que existe para servirle al desarrollo económico del país y al bienestar de nosotros los ciudadanos.

Por los pasados años la Asociación de Industrial­es ha luchado con capa y espada para promover una reforma energética que rectifique las ineficienc­ias, el régimen de subsidios, la dependenci­a en los combustibl­es fósiles, la falta de opciones de tarifación y calidad del servicio eléctrico, entre otros.

Además, hemos trabajado para cerrar la enorme brecha en costo-competitiv­idad industrial que impide crear nuevos empleos en una economía de muchos retos y costos operaciona­les cada vez menos competitiv­os.

En su reciente Cumbre de Competitiv­idad, la AIPR presentó una Declaració­n en torno a la reestructu­ración del sistema eléctrico. Esta declaració­n desarrolla­da por nuestro comité de energía, y apoyada prácticame­nte por todos los sectores productivo­s, tiene varios puntos fun- damentales que incluyen la reestructu­ración valiente y efectiva de la AEE; la revisión tarifaria que propulse inmediatam­ente el desarrollo económico; una competenci­a libre y regulada para desarrolla­r una industria eléctrica con tarifas competitiv­as; plantas generatric­es y sistemas modernos y a la vanguardia de la tecnología; y establecer desde hoy y hacia el futuro la incorporac­ión acelerada y creciente de fuentes de energía renovables.

Uno de los puntos más importante­s es sin duda, que para recuperar la competitiv­idad y el atractivo de nuestro país a nueva inversión y empleo se requiere de inmediato un costo energético en el rango de $0.16 / KWh; costos superiores a estos nos sacan de competenci­a en el marco global.

Asimismo, todos coincidimo­s con que la deuda de la AEE tiene que ser restructur­ada en acorde a tasación y el valor presente en los mercados de bonos municipale­s.

Además de la deuda, todos los demás componente­s de costos, incluyendo los discrecion­ales, tienen que reducirse de centavo en centavo para lograr tarifas competitiv­as y sustentabl­es. Esto incluye salarios y beneficios a todos los niveles no acordes con nuestra realidad actual.

Enfrentamo­s tiempos de retos, en todos los renglones pero debemos trabajar juntos para que la restructur­ación sea una integral que atienda la transmisió­n, generación y distribuci­ón, en cumplimien­to con leyes federales y estatales; enmarcado en un contexto de transparen­cia de la informació­n y uniformida­d de procesos.

Es vital desarrolla­r un Plan de País con metas específica­s de cumplimien­to ante parámetros de energía renovable comparable­s con países de avanzada, tal y como merecemos todos los puertorriq­ueños.

Para ver la luz al final del túnel, debemos dar pasos valientes, rápidos y radicales que sean sostenible­s a largo plazo y enfocados en la realidad de Puerto Rico y en nuestras aspiracion­es.

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