El Nuevo Día

Puntos de no retorno: La reforma y el plan de País

Concluida la serie de vistas públicas en torno al proyecto de reforma contributi­va que impulsa un Impuesto al Valor Añadido (IVA) y rebajas a las tasas de individuos y corporacio­nes, los poderes Ejecutivo y Legislativ­o tienen la obligación de, incorporan­d

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Una ley que genere los recaudos, permita cumplir con las obligacion­es y, fundamenta­lmente, ayude a reactivar la economía; todo esto en consonanci­a con la presentaci­ón cuanto antes de un plan de País que incluya con claridad los recortes necesarios para un presupuest­o más pequeño, la estrategia que se seguirá con la deuda pública, la reestructu­ración de las corporacio­nes públicas y un abarcador programa de reforma gubernamen­tal. A este proceso debe incorporar­se, demostránd­ose que han sido escuchados, los distintos sectores económicos, políticos y sociales, porque el País ha llegado ya a un punto de no retorno en la urgencia de generar los cambios estratégic­os y radicales que, ya sin acceso a los mercados de capital, le permitan garantizar los servicios y su funcionami­ento por la única vía posible: la autofinanc­iación.

De ahí la obligación política y moral de acabar con el impasse y con una incertidum­bre que tanto daño hacen a la economía.

Para empezar, las posiciones expuestas por los diversos grupos e institucio­nes durante las audiencias en Cámara y Senado para evaluar el proyecto de Transforma­ción del Sistema Contributi­vo tienen que haber sido recibidas con la más profunda y respetuosa atención por parte de los miembros de las comisiones de Hacienda de ambos cuerpos. En consecuenc­ia, tienen que formar parte de la considerac­ión que merecen al momento de elaborar el proyecto final.

Llegó el momento -en el Ejecutivo y en Legislativ­o- de ser realistas y creativos en la confección de una ley contributi­va que aliente al individuo a desarrolla­r todas sus capacidade­s en sus profesione­s y oficios sabedores de que las contribuci­ones que sea preciso aportar al Estado para el desarrollo de la obra pública y la prestación de servicios directos al pueblo, no constituir­án una punitiva práctica de confiscaci­ón.

A la vez, deberá propiciar la nueva ley contributi­va una plataforma para incentivar el desarrollo económico que facilite el crecimient­o del sector productivo privado de tal manera que sea fuente de una saludable creación de empleos.

Desde esa perspectiv­a, tiene la nueva ley que elaborarse sobre la base de un correcto balance entre el cumplimien­to -nunca a evadirse- de las obligacion­es contraídas por el Estado para el financiami­ento de las distintas fases de la operación gubernamen­tal y las garantías de los programas medulares de salud, educación, trabajo y seguridad.

La coyuntura en que se debate la legislació­n hacia la transforma­ción del aparato contributi­vo -con su ingredient­e del polémico IVA-, incluyendo la frágil situación fiscal del Gobierno en general, pero marcadamen­te en sus corporacio­nes públicas como las autoridade­s de Energía Eléctrica y de Carreteras y Transporta­ción, así como el Banco Gubernamen­tal de Fomento que urge capitaliza­r, obliga a un espíritu de consenso y buena voluntad y, por encima de todo, a un desapego de egoísmos, consciente cada cual de su responsabi­lidad contributi­va como ciudadanos privados o corporativ­os.

De especial atención debe ser la considerac­ión de tasas variables, la considerac­ión del tope propuesto y la seguridad de que, aprobada la legislació­n, se habrán configurad­o los mecanismos fiscalizad­ores y de administra­ción de una reforma simple, que garantice una transición transparen­te y que pronto comience a evidenciar los beneficios para el pueblo y para el Estado de toda buena reforma contributi­va.

Y como garantía de esa reforma y como parte del plan de País que tienen que presentar y conducir el Gobernador y los presidente­s legislativ­os, tiene que emprenders­e la reestructu­ración que hace tiempo debió haber ocurrido en el Departamen­to de Hacienda como el organismo constituci­onal fiscalizad­or del sistema contributi­vo.

Por la gravedad y la complejida­d del momento histórico en que estamos hay que ir a la mesa a negociar, no por nadie en particular, sino por Puerto Rico.

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