El Nuevo Día

Musical cotidiano

A LA CONOCES COMO ACTRIZ, COMO BAILARINA COMO CANTANTE O COMO TODAS LAS ANTERIORES. AHORA ECHA UN VISTAZO A SU VIDA FUERA DE LOS ESCENARIOS

- POR TATIANA PÉREZ RIVERA tperez@elnuevodia.com

Pa, parapa, para, pa, pa, pá. Sara Jarque. Leo su nombre y al mismo tiempo escucho acordes de musicales famosos. Es su culpa. Y de la cantante “Sally Bowles” en Cabaret o “Velma Kelly” en

Chicago también. A ambas les ha prestado en escena la misma rigurosida­d y respeto que destina a cada misión que abraza.

-¡Culebro Alejandro y Fausto Laureano, acá!

Dos adorables perros satos obedecen el llamado; pierden interés en la visita y regresan a su dueña para acercarle los hocicos compitiend­o por su atención. Simeona Julissa observa distante con su altivez felina. Esta escena también es creíble aunque no está en el escenario. Sara Jarque está en casa.

Y ese hogar en Río Piedras cercano al de sus padres y a los parajes en los que creció luego de dejar el Viejo San Juan en que nació, es la casa de la familia, de los amigos y del arte escénico que ahí se gesta.

“Casi siempre me pasa lo mismo, cuando empiezo a leer un libro o una obra de teatro sé si me gusta cuando empiezo a verla o a leerla en voz alta. Automática­mente digo las líneas, ¿cómo yo diría esto?, espérate que solo la estás leyendo, léela primero”, explica la actriz con 29 años de experienci­a en el canto, el baile, la actuación y la locución.

Cada obra se aborda partiendo del estilo en que está escrita -modernista, absurdo o astracán, entre otros- y según las indicacion­es del director pero, según apunta la actriz, “cualquier historia hay que tratarla con la mayor verdad posible”.

“Siempre busco cuál es la historia de ese personaje, qué le pasó que lo llevó al momento actual que estamos viendo. El que quiera ser actor tiene que estudiar y leer mucho”, advierte.

Habla la vivencia. “Sally Bowles”, de Cabaret , fue una cantante inglesa que existió. Su vida inspiró un libro que Jarque estudió. “Igual Chicago que estaba basada en unos juicios que ocurrieron en la Chicago en los años 20 que salieron en un libro que escribió la periodista que los cubrió. Todo eso lo tienes que leer, algunos actores piensan que eso no los va a ayudar a ser mejores o peores actores pero a mi me ayuda saber por qué estoy diciendo la línea. Todo ese estudio es previo a llegar al primer ensayo”, indica.

Jarque asevera que además ayuda en el proceso “ver pinturas”. “Documentan una época y muchas veces te ayuda con la postura, con la gesticulac­ión de los personajes. Estudiar otras cosas como Apreciació­n del arte o Filosofía cuando estás en Drama en la Universida­d de Puerto Rico, siempre te ayuda a la larga”.

En su manual, una actuación que carezca de esa preparació­n “suena hueca, te hace efectos con la voz y el gesto”.

“Las actuacione­s que te conmueven, que te estremecen, que te hacen reflexiona­r y te confrontan son casi siempre de buenos actores. Los actores buenos tienen que ser estudiosos e inteligent­es”, dice convencida.

Toma como ejemplo a “Bananas”, ese personaje con el que integró el elenco de la pieza La

casa de las hojas azules, de John Guare, que hace poco subió al Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré en Santurce. Se supone que es una mujer loca.

“La obra fue escrita en los sesenta y tengo una enfermedad mental pero, en esa época no estaban definidas como ahora. Así que según lo que dice que hace y la acotacione­s del autor he tenido que diagnostic­arla; si ella hace o dice esto según las definicion­es de ahora tiene esto. Porque si le da una crisis yo no puedo ponerme a gritar como las locas, a lo mejor la crisis es que no puede hablar. Ese tipo de trabajo hay que hacerlo”, indica desde el cómodo sofá de su residencia. Una vez concluye su labor, Jarque dice adiós al personaje y muda la piel. “No me pasa que un personaje se apodere de mi, yo tengo que dominarlo”, contesta a la posibilida­d de ser incapaz de zafarse de un rol, “hay actores que si tienen que hacer de mexicano están dos meses hablando como mexicano. Yo no hago eso, actuar no es vudú, es actúar, tú actúas”.

Lo que sí sucede es que una y otra vez revisa en su baúl de experienci­as hasta encontrar alguna que le ubique en los zapatos de su personaje. “Sí me pasa que requieren mucho emocionalm­ente de una y me agoto. Aunque físicament­e no tenga que hacer mucho, cuando salgo de los ensayos salgo agotada, es más mental que otra cosa porque a veces ese personaje me confronta con cosas que he pasado”, propone al tiempo que confiesa que le fascina hacer personajes “que no soporto”. “Me gusta hacer esos que no se parecen a mi, me río mucho más”.

DEL TINGO AL TANGO

Es un asunto de superviven­cia. En este 100 x 35 puedes hacer la mejor caracteriz­ación del mundo y muy probableme­nte la obra culminará con solo seis funciones, al otro día nadie te garantizar­á mejores condicione­s de trabajo y tu próxima oferta puede ser un papel mediocre.

“Yo creo que los actores en Puerto Rico somos los más experiment­ados del mundo, tienes que probarte todo el tiempo. En otros lugares con tradición teatral sólida como México, Argentina, Nueva York o Londres estrenan una obra y están dos años en cartelera; es verdad que rotan los actores pero ¿no estuvo Ricky Martin más de un año en Evita? Aquí, para sobrevivir un actor tiene que

hacer diez obras al año y te agotas. Es difícil”.

Separas tiempo para estudio del papel, para ensayo, para promoción y aún no ha subido el telón. Cuando baja, ya estás en casa aprendiend­o el libreto de la otra. Si te llaman.

La época de “correr como las locas” con cinco obras a la vez quedó atrás para la actriz. El día que su cuerpo le pasó factura y estuvo “a un pastelillo de guayaba de ser diabética”, decidió cambiar el ritmo.

“Me pregunté ‘para qué uno se mata tanto en esta vida’, ‘pa’ dónde yo corro’, ‘a dónde es que yo quiero llegar’.

“Pero detenerse es un riesgo porque el día que los actores no trabajamos no cobramos”, señala, “así que tienes que disciplina­rte y cuadrar las cosas para hacer un balance entre tus salud y el pago de tus cuentas”.

“Aquí no se estila tener agente”, agrega, “lamentable­mente el Colegio de actores es una institució­n que se ha probado que no funciona; si no me regula mis horas de ensayo, si no dice ‘esta obra no requiere que ella ensaye dos meses’, si no regula mi salario y no garantiza cosas no merece la pena pagar una cuota”.

Agobia, “porque tienes que estar todos los días con el cuchillo en la boca”. Satisface “sentir”, que suene el teléfono para ofrecerte un trabajo bue-

no, con compañeros entregados y una dirección cuidadosa. El romance con su vocación vuelve a comenzar.

“Siempre te ilusiona un buen reto y a uno le gusta la variedad”, afirma.

La particular­idad de esta profesión que adora es que “es un arte vivo y hasta que no llegue el público no sé si estoy bien”. “Y bien significa que logré la reacción que pensaba”, comenta.

Cuando considera que no lo logró es durísima con ella misma. Un compañero actor la liberó de la costumbre. “Regresé de escena porque no hice algo como yo quería y él me dijo: ‘ya yo no me torturo, yo me perdoné como actor’. Nunca lo había pensado de esa forma”.

También acepta el halago y lo agradece “pero no vives para buscarlo”. “Algo debe quedar claro, la fama no se busca es una consecuenc­ia”.

Jarque disfruta trabajar con compañeros que tienen “vista periferal en escena”, esos que propician que cualquier impre- visto sea resuelto con gracia, desde una silla que se rompe a un parlamento olvidado. “Joaquín la tiene”, dice de su hermano con el que ha actuado en un sinnúmero de ocasiones.

Lo que no disfruta – y se prohibe a si misma- es ser indiscipli­nada. ¿Tiene cascos calientes? “No, respiro varias veces”, dice, “pero no tolero las tardanzas o que alguien llegue al ensayo sin saber sus líneas porque nos atrasa a todos. El mejor actor es el que no molesta”.

Hace veinte años que Jarque es una locutora activa en la industria del voice over publicitar­io.

Ha sido niño, cotorra, vieja, adolescent­e y coquí. “A veces me llaman y pregunto ¿voy a hacer de persona?”, cuenta sobre el trabajo que propicia larga vida a la voz que logra manejar distintos timbres y metales que la tornen camaleónic­a.

DE CÓMO SE CONOCE UN ÍDOLO

Su admiración por Chita Rivera va más allá. Beyond , puntualiza. Y cuando este ícono del teatro musical en Broadway visitó nuestra Isla en la década del 90, Jarque la conoció. “Primero por teléfono y le dije tantas cosas, estaba tan feliz. Después la conocí en persona y ella me imitó (en su conversaci­ón previa por teléfono) ‘es un honor, la admiro’. Fue bien emocionant­e”, rememora.

Fanática empedernid­a de la obra Wicked –“al que no le guste no entra a esta casa”, sentencia entre risas-, Jarque “muere” por hacer dos personajes “Aurora” en El beso de la mujer araña y “Janet van de Graaff ” en The Drowsy Chaperone.

“Sueño con eso”, propone aliviada de que siempre una posibilida­d emocionant­e está a la vuelta de la esquina. Ah sí, por eso es actriz.

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LA CASA DE LAS HOJAS AZULES
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EN “DON GOYITO”, JUNTO A RENÉ MONCLOVA.
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FOTOS XAVIER.ARAUJO@GFRMEDIA.COM
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SU PARTICIPAC­IÓN EN LA OBRA CABARET.
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