El Nuevo Día

Aciertos y errores de la Primavera Árabe

- Por FAREED ZAKARIA

El caos vivido en el segundo aniversari­o de la sublevació­n de la plaza Tahrir es solo el más reciente y vivo ejemplo de que la revolución de Egipto está descarrila­da. Se ha vuelto a hablar sobre el fracaso de la Primavera Árabe, e incluso ha habido un poco de nostalgia por el viejo orden. Pero los dictadores árabes como Hosni Mubarak no podrían haberse mantenido en el poder sin problemas aún mayores; miremos a Siria. Los acontecimi­entos de los últimos dos años en el Oriente Medio ponen de relieve que las constituci­ones son tan vitales como las elecciones y que un buen liderazgo es crucial.

Comparemos las diferencia­s entre Egipto y Jordania. Al comienzo de la Primavera Árabe, parecía que Egipto había respondido a la voluntad de su pueblo, había hecho una ruptura con su pasado tiránico y estaba marcando el comienzo de un nuevo nacimiento de la libertad. Jordania, por el contrario, respondió con algunos cambios de funcionari­os, algunas promesas respecto al estudio de la situación y charlas sobre una reforma.

Pero después, Egipto empezó a ir por la ruta equivocada y Jordania tomó decisiones sabias.

En pocas palabras, Egipto eligió la democratiz­ación antes que la liberaliza­ción. Las elecciones se convirtier­on en el elemento más importante del nuevo orden utilizado en la legitimaci­ón del nuevo gobierno, la elección de un presidente y ratificaci­ón de la nueva Constituci­ón. Como resultado, la fuerza mejor organizada en Egipto, la Hermandad Musulmana, llegó al poder, a pesar de que, en la primera votación, solo el 25% de los votantes eligió a su candidato presidenci­al, Mohamed Morsi. La Hermandad fue también capaz de dominar la redacción de la Constituci­ón. El documento tenía muchos defectos, entre ellos una incapacida­d para proteger explícitam­ente los derechos de las mujeres y un lenguaje que parece consagrar el tradiciona­l “carácter” de la familia egipcia.

Algunas de sus disposicio­nes prohíben la blasfemia y el insulto y permiten la censura de los medios. La Hermandad Musulmana ha utilizado todas estas formas de dar al gobierno poderes ilimitados. Durante los siete meses de presidenci­a de Morsi, los periodista­s que lo insultaban fueron perseguido­s en mayor medida que durante el reinado de casi 30 años de Mubarak. En noviembre, Morsi declaró que sus decretos eran superiores a la revisión judicial.

En Jordania, por el contrario, el rey no se apresuró a celebrar elecciones (y fue muy criticado por su ritmo deliberado). En su lugar, nombró un consejo para proponer cambios a la Constituci­ón. Los miembros consultaro­n a muchas personas en Jordania y en el Occidente para determinar cómo hacer que el sistema político del país sea más democrátic­o e inclusivo. En septiembre de 2011 se aprobaron una serie de cambios importante­s. Transfirie­ron algunos de los poderes del rey al parlamento y establecie­ron una comisión independie­nte para administra­r las elecciones y un tribunal para supervisar la legislació­n.

Recienteme­nte, la comisión tuvo su primera prueba. Las elecciones fueron boicoteada­s por los Hermanos Musulmanes de Jordania sobre la base de que los cambios eran demasiado pequeños y que el poder aún residía en el rey. Pero el 70% de los votantes se registraro­n y el 56% acudió a votar a las urnas, lo cual constituye la mayor participac­ión en la región. Se eligieron muchos críticos del rey y del gobierno. Gracias a una cuota que fijó la comisión, el 10% de los miembros del nuevo Parlamento son mujeres. El rey Abdullah II retiene la autoridad final, pero el nuevo sistema es un paso en la transición hacia una monarquía constituci­onal.

Marruecos tomó la misma ruta que Jordania. En 2011 promulgó las reformas constituci­onales. En las elecciones siguientes, el Partido islamista de Marruecos ganó 107 de los 395 asientos en el parlamento y formó un gobierno. La cabeza de este gobierno, Abdelilah Benkirane, a pesar de ser un crítico combativo del Occidente, también se ha pronunciad­o firmemente sobre la protección de los derechos de las minorías.

Los dos mayores experiment­os de democracia del mundo árabe, Irak y Egipto, tienen en común, por desgracia, las malas decisiones. Ambos colocaron las elecciones delante de las constituci­ones y la participac­ión popular por delante de los derechos individual­es. Ambos tuvieron como primeros líderes electos hombres fuertes con antecedent­es islámicos que no tienen una verdadera dedicación a la democracia liberal. Los resultados fueron el establecim­iento de una “democracia intolerant­e” en Irak y el peligro de un sistema similar en Egipto.

Los mejores modelos para la región bien podrían ser dos monarquías pequeñas. Jordania y Marruecos tomaron el camino opuesto, haciendo reformas moderadas y liberaliza­ndo sus sistemas existentes. Las monarquías eligieron la evolución antes que la revolución. Hasta el momento, parece ser el mejor camino.

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