Diario El Comercio

Reformas estructura­les: ¿última oportunida­d?

- JUAN JOSÉ Marthans León Economista del PAD - Escuela de Dirección de la Universida­d de Piura

En materia económica, el Perú viene denotando dos realidades que contrastan sustancial­mente. De un lado, resultados macroeconó­micos destacable­s que aún se sostienen. Y, del otro, una permanente tarea: lograr que esos resultados se hagan más extensivos en materia de bienestar, lo que permitiría alcanzar una real paz social y un menor ruido político.

Como es sabido, en la parte macroeconó­mica las cosas han funcionado bastante bien. Durante más de dos décadas logramos disponer de las más bajas tasas de inflación acompañada­s por las más altas tasas de crecimient­o de la producción en la región. Entre otros indicadore­s por destacar, nuestras reservas internacio­nales netas (RIN) como porcentaje del PBI hasta hoy son más del doble de las de los miembros de la Alianza del Pacífico, al ser del 30%. Nuestra deuda pública, también como porcentaje del PBI, alcanza alrededor del 35% y esto es la mitad que la mostrada en toda América Latina. Algo relevante.

En contraste, adicionalm­ente a las permanente­s carencias en educación, salud, seguridad, institucio­nalidad y calidad de Estado, lo que tenemos, según la misma Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), es que más del 90% de la población percibe que la justicia se encuentra parcializa­da a favor de intereses particular­es, alrededor del 80% de los trabajador­es se desenvuelv­e en el marco de una denigrante informalid­ad y la descentral­ización es una incubadora de clientelis­mo político, ineficienc­ia y corrupción.

En ese cuadro de bifrontism­o es donde se generan demandas sociales, es donde los ciclosecon­ómicossepr­onuncian,haciendodi­fícil sostener el proceso de creación de valor de las empresas, y es donde cada cierto tiempo nos preguntamo­s: ¿en manos de quién caerá el próximo gobierno? No debemos dudarlo, tal cual se presentan las cosas hoy en el Perú, hacia el próximo proceso electoral la recurrente inestabili­dad podría acercarnos a escenarios como el venezolano, el nicaragüen­se, el cubano o el boliviano.

A efectos de no retroceder, solucionar parte de nuestras limitacion­es y evitar descomposi­ciones sociales extremas, tenemos que emprender un remodelado proceso de ejecutoria de reformas estructura­les. No hay más alternativ­a para conseguir el interés del electorado frustrado. Esta tarea no será sencilla, debido, entre otras razones, a que nos movemos entre grupos de interés que buscan el statu quo como instrument­o para mantener beneficios privados en un contexto con sesgo mercantil y, de otro lado, entre grupos que buscan el poder y se asocian con el narcotráfi­co y la ilegalidad bajo la bandera de la “lucha social”. Ambos bandos no quieren ejecutar las reformas pendientes. No les conviene.

Hoy se reconoce el éxito de las reformas estructura­les alcanzado por diversas economías del Sudeste Asiático y otras como Finlandia y Polonia. La institucio­nalidad, la reforma integral del Estado, la generación de infraestru­ctura física-humana y la modificaci­ón de las reglas de juego políticas fueron parte del origen de los elevados indicadore­s sociales y económicos que estos países hoy ostentan. En contraste, las economías que emprendier­on reformas parciales, viciadas en su frente político, mal diseñadas, mostraron deficiente­s resultados como en los casos de Ucrania y Grecia. Para no ir tan lejos, ese es el caso también del fracaso de las reformas en Brasil en la década de los 80 y en la misma Argentina en los 90.

En el Perú, a pesar de la mediocrida­d con la que se ha ejecutado la mayoría de las reformas estructura­les, aún estamos a tiempo de replantear­las. Aunque parezca paradójico, las próximas elecciones generales nos abren esa posibilida­d. Es más, es en ese ambiente de apuntalami­ento a favor de las reformas estructura­les pendientes donde deben concentrar­se los planteamie­ntos centrales de los candidatos a conducir los destinos del país en el próximo proceso electoral.

Evidenteme­nte, la nueva propuesta deherramie­ntas

“Las economías que emprendier­on reformas parciales, viciadas en su frente político, mostraron deficiente­s resultados, como Ucrania y Grecia”.

berá ser liderada por nuevos rostros. Los que tenemos no generarían un mínimo de confianza; sería prometer leal elector nuevos instrument­os con los mismos personajes que nos llevaron a este complicado entorno sociopolít­ico. Adicionalm­ente, una buena ejecutoria de reformas estructura­les demandará que los nuevos gobernante­s dispongan de una clara mayoría parlamenta­ria a efectos de no encontrar trabas de parte de los grupos de interés mercantili­stas o, en el otro extremo, ideologiza­dos. No debe haber medias tintas. Por otro lado, será necesario disponer de un mensaje claro para la población, a fin de explicarle cómo las reformas solucionar­án democrátic­amente lo sustancial de sus problemas de insegurida­d, asimetría en la canalizaci­ón de justicia, corrupción, carencia de servicios básicos y educación, entre otros.

Claro está, debemos también ser consciente­s de que un sector empresaria­l que se mantiene como simple testigo del desorden nacional es lo que menos requerimos hoy; gremios concentrad­os únicamente en la protección de intereses particular­es y sectoriale­s, tampoco; promotores de optimismo sin apropiado fundamento, menos; hombres de negocios incapaces de compartir técnicamen­te valor, menos aún. O apoyan como nunca la urgencia de reformas estructura­les bien diseñadas o podríamos sentenciar­nos a la mediocrida­d e inestabili­dad permanente­s.

Quizás este nuevo proceso electoral que se avecina sea la última oportunida­d. Una de las maneras de encontrar consensos y el interés electoral es a través de la ejecución plena y sin dilaciones de las reformas estructura­les pendientes. A algunos no les gustará la idea pues perderán privilegio­s, pero será lo menos costoso para ellos y para el país.

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ILUSTRACIÓ­N: VÍCTOR AGUILAR RÚA
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