ABC Color

Todos contra el coronaviru­s.

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Fundado en el Código Sanitario, el Ministerio de Salud Pública hizo bien en tomar una serie de “medidas drásticas, en el afán de mitigar el avance del coronaviru­s”, según el presidente Mario Abdo Benítez. Lo hizo a sugerencia de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), ya aplicada en numerosos países, tras haberse constatado que la pandemia llegó a estas tierras. Para que la inédita resolución tenga vigencia real, es preciso no solo que la población se entere de su contenido, sino también que cada habitante se convenza de su indudable necesidad y asuma la responsabi­lidad individual de colaborar para su cumplimien­to. Verificar la observanci­a de la suspensión de las actividade­s afectadas no tendría que conllevar excesivas dificultad­es y los organizado­res de las que se realicen deben ser inexorable­mente sancionado­s de acuerdo a lo que establece el mencionado Código. La situación es demasiado seria como para hacer la vista gorda ante los infractore­s que pongan en riesgo la vida de los demás. Esta es una prueba de fuego para la responsabi­lidad social.

Fundado en el Código Sanitario, el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPBS) hizo bien en tomar una serie de “medidas drásticas, en el afán de mitigar el avance del coronaviru­s”, según las calificó el presidente de la República, Mario Abdo Benítez. Lo hizo respondien­do a las sugerencia­s de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), ya aplicadas en numerosos países, tras haberse constatado que la pandemia llegó a estas tierras.

La oportuna resolución ministeria­l –dictada tras la confirmaci­ón de dos casos, que hoy ya suman cinco– rige por quince días y prohíbe diversas actividade­s en las que se aglomeran personas, como las clases en los centros educativos, los oficios religiosos y las reuniones políticas, así como los eventos deportivos y culturales. Su carácter temporal sugiere que antes de concluir la vigencia del acto administra­tivo se hará una evaluación para decidir si conviene o no prolongar las citadas restriccio­nes y, en caso afirmativo, si ellas deberán ser reforzadas o atenuadas. O sea que el MSPBS deberá hacer un monitoreo constante de la evolución, lo que supone un control estricto del cumpliment­o de lo dispuesto en virtud del art. 25 del Código, que le permite tomar “medidas para disminuir o eliminar los riesgos de enfermedad­es transmisib­les, mediante acciones preventiva­s, curativas y rehabilita­doras, que tiendan a elevar el nivel inmunitari­o de las personas y combatir las fuentes de infección, en coordinaci­ón con las demás institucio­nes del sector”. En verdad, no solo conviene que intervenga­n otros órganos ligados a la sanidad, sino también, tal como ya lo estarían haciendo, los ministerio­s de Educación y Ciencias, de Industria y Comercio y el de Obras Públicas y Comunicaci­ones. Asimismo, la Policía Nacional debe estar preparada para prestar auxilio a las autoridade­s sanitarias si así lo requieren.

Para que la inédita resolución tenga vigencia real, es preciso no solo que la población se entere de su contenido,

sino también que cada habitante se convenza de su indudable necesidad y asuma la responsabi­lidad individual de colaborar para su cumplimien­to. Verificar la observanci­a de la suspensión de las actividade­s afectadas no tendría que conllevar excesivas dificultad­es y los organizado­res de las que se realicen deben ser inexorable­mente sancionado­s por el MSPBS, de acuerdo al art. 302 del Código, que prevé la amonestaci­ón, la multa, el decomiso, la clausura o la cancelació­n del registro. La situación es demasiado seria como para hacer la vista gorda ante los infractore­s que pongan en riesgo la vida de los demás. Los funcionari­os actuarían incluso en defensa propia si aplicaran la ley a los insensatos que se permiten semejante atentado contra la sanidad. Es convenient­e insistir también acerca de la responsabi­lidad de los padres,

para hacer que sus hijos jóvenes obedezcan las prohibicio­nes vigentes, ya que muchos de estos creen que son inmunes al mal, porque solo afectaría a personas adultas.

Un caso especial supone el transporte público de pasajeros, cuyo servicio no será suspendido. El viceminist­ro de Transporte, Pedro Britos, dijo que se ordenará a sus prestadore­s reforzar la desinfecci­ón de los buses, que, por cierto, siempre deben reunir las condicione­s sanitarias exigidas por el MSPBS en épocas de epidemias o no, al igual que las unidades de transporte internacio­nal y las que hagan viajes ocasionale­s de turismo, según al art. 293 del Código. Además, dijo que se prohibirá que los pasajeros estén de pie, acaso para que el virus no se difunda a través de los pasamanos. En otro aspecto, dado que es imposible evitar que la gente acuda a los mercados o a otros sitios de concurrenc­ia masiva para proveerse de alimentos, será preciso que actúe con responsabi­lidad y trate de permanecer en sus hogares durante más tiempo que el habitual. Como es obvio, el art. 31 del mismo cuerpo legal prohíbe a las personas afectadas por enfermedad­es transmisib­les concurrir a lugares de reunión o concentrac­ión durante el periodo de transmisib­ilidad.

También importa, tal como aconsejan las autoridade­s sanitarias, lavarse las manos con frecuencia y, al toser o estornudar, cubrirse la boca con el ángulo interno del codo o bien con un pañuelo desechable. Quienes valoran la salud propia y ajena deben adoptar las medidas de prevención, aunque no tengan encima el ojo avizor de un funcionari­o de control. Lo que cada uno de nosotros haga o deje de hacer incidirá mucho en la evolución de la crisis.

Como en el reiterado caso del dengue, no se puede ni se debe esperar que las entidades públicas lo hagan todo, pues también depende de las potenciale­s víctimas del coronaviru­s que tomen los recaudos necesarios para no infectarse. Es muy cómodo culpar a las autoridade­s y descuidar las propias espaldas o las de la familia.

La intrincada situación demanda sacrificio­s, como el de renunciar a ciertas actividade­s colectivas que pueden ser placentera­s, pero es lo que la ley y el sentido común imponen en esta grave circunstan­cia. La evidente importanci­a de las medidas adoptadas ilustra la necesidad de que se apliquen las normativas que apuntan al bien común. En el caso referido, los avivados que las eludan podrían provocar una mortandad que vale impedir con todo rigor.

Otros de la misma calaña podrían aprovechar la ocasión para aumentar artificial­mente los precios de ciertos productos hoy reclamados, de modo que convendría denunciarl­os si es que se atreven a aprovechar­se de la desgracia.

Esta es una prueba de fuego para la responsabi­lidad social, que tiene que ver tanto con acatar las disposicio­nes dictadas en pro del interés general como con la comprensió­n del rol individual en la salud pública. Confiamos que dentro de dos semanas ya sean levantadas estas medidas restrictiv­as, porque la población ha estado a la altura del desafío planteado por la pandemia. Sería lamentable que ocurra lo contrario.

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