Nostalgia de familia
Al escribir sobre nostalgia de familia no me refiero al sentir de los emigrantes que desde su soledad en lejanía sufren la carencia familiar y extrañan a todos los suyos. Es probablemente la nostalgia familiar más dolorosa, tanto más dolorosa cuanto mayores hayan sido las presiones para emigrar por poder subsistir y menores sean sus recursos para compensar las carencias económicas sumadas a las afectivas.
Ahora me refiero a la constatación casi inesperada de un hecho estadísticamente comprobado, que a pesar de la fuerte y prolongada crisis de familias, que venimos padeciendo, la estima del valor de la familia sigue todavía muy alta en poblaciones extensas también del primer mundo.
Fue noticia impactante que Inglaterra creara el pasado 18 de Enero el Ministerio de la Soledad, ante la urgencia de ayudar a nueve millones de ingleses que viven en soledad total, muchos de ellos con un solo contacto humano al mes. La noticia revela que las familias no existen para esos nueve millones de ingleses o si existen viven tal crisis que abandonan a miembros suyos, probablemente ancianos a la soledad radical. El problema de la soledad no es exclusivo de Inglaterra, Europa entera también lo padece en proporciones similares y preocupantes.
En este contexto es muy expresivo el resultado de una encuesta actual realizada en España, por la que sabemos que el 91,8% de los españoles consideran que la familia es insustituible. Es más, el porcentaje ha quedado superado entre los jóvenes, de los que 93,1% piensan que la familia es imprescindible. El 83,7% de los españoles le adjudica a la familia el valor central y trascendental para el desarrollo de la nación.
Estos porcentajes tan elevados a favor del valor de la familia no quieren decir que los españoles no tengan crisis de familia, lo que reflejan es que a pesar de la crisis de parejas, quiebre de relaciones entre hermanos, rupturas entre padres e hijos, cantidad de divorcios y parejas de hecho sin compromiso ante la ley y el juez y el sacramento religioso, a pesar de todo eso, se experimenta y se nostalgia, se estima y desea el valor de la familia real, estable, unida por los vínculos del amor. Y tal vez porque se echa de menos la familia auténtica y estable es por lo que el 58,1% considera que es insuficiente la ayuda del Estado a la familia.
Políticamente el Estado y consecuentemente también el Gobierno están comprometidos con la vida, salud y crecimiento en calidad de las familias, porque ellas contribuyen al Bien Común con valores, que son aportes sustanciales a la extensión de la cultura, a la educación, la integración y estabilidad social, la solidaridad y equidad, la defensa de la vida y cuidado de la salud, la supervivencia de la comunidad, la seguridad, la paz y la trascendencia, que son valores absolutamente imprescindibles para que exista la sociedad y el Estado.
La familia es fuente inagotable de amor y se constituye en escuela permanente, vital y experiencial de múltiples formas de amar, desde el amor de enamoramiento y conyugal, al amor maternal, paternal, filial, fraternal, de abuelos y nietos, de familiares, de amistad, de vecindad, de estima, de benevolencia, comprensión y compasión, ternura, admiración, de bondad, empatía, etc.
En la familia aprendemos a compartir, desde pequeños observamos cómo los padres parten y reparten lo que hay y compartimos entre todos con justicia, dándole a cada uno su derecho, según las necesidades propias de su edad, sea entre lo hermanos, como para los abuelos y los padres. Lo espontáneo y connatural es la honestidad, asumiendo cada uno la cuota de sus responsabilidades.
El respeto mutuo, unido a la libertad que progresivamente vamos experimentando a medida que crecemos en autonomía y competencias con las que poder asumir dichas responsabilidades personales, que se conjugan con la tolerancia entre todos. A esos valores de relaciones humanas interpersonales, grupales y sociales se une el ejercicio natural de la lealtad entre los miembros de la familia.
Es coherente que una “sociedad líquida”, que vive en crisis afectiva golpeada por abusos, violencias y rupturas, nostalgie a la familia, en cuyo hogar todavía queda el fuego o rescoldos de su bello catálogo de valores sociales.