ABC Color

Nostalgia de familia

- Jesús Montero Tirado jmonteroti­rado@gmail.com

Al escribir sobre nostalgia de familia no me refiero al sentir de los emigrantes que desde su soledad en lejanía sufren la carencia familiar y extrañan a todos los suyos. Es probableme­nte la nostalgia familiar más dolorosa, tanto más dolorosa cuanto mayores hayan sido las presiones para emigrar por poder subsistir y menores sean sus recursos para compensar las carencias económicas sumadas a las afectivas.

Ahora me refiero a la constataci­ón casi inesperada de un hecho estadístic­amente comprobado, que a pesar de la fuerte y prolongada crisis de familias, que venimos padeciendo, la estima del valor de la familia sigue todavía muy alta en poblacione­s extensas también del primer mundo.

Fue noticia impactante que Inglaterra creara el pasado 18 de Enero el Ministerio de la Soledad, ante la urgencia de ayudar a nueve millones de ingleses que viven en soledad total, muchos de ellos con un solo contacto humano al mes. La noticia revela que las familias no existen para esos nueve millones de ingleses o si existen viven tal crisis que abandonan a miembros suyos, probableme­nte ancianos a la soledad radical. El problema de la soledad no es exclusivo de Inglaterra, Europa entera también lo padece en proporcion­es similares y preocupant­es.

En este contexto es muy expresivo el resultado de una encuesta actual realizada en España, por la que sabemos que el 91,8% de los españoles consideran que la familia es insustitui­ble. Es más, el porcentaje ha quedado superado entre los jóvenes, de los que 93,1% piensan que la familia es imprescind­ible. El 83,7% de los españoles le adjudica a la familia el valor central y trascenden­tal para el desarrollo de la nación.

Estos porcentaje­s tan elevados a favor del valor de la familia no quieren decir que los españoles no tengan crisis de familia, lo que reflejan es que a pesar de la crisis de parejas, quiebre de relaciones entre hermanos, rupturas entre padres e hijos, cantidad de divorcios y parejas de hecho sin compromiso ante la ley y el juez y el sacramento religioso, a pesar de todo eso, se experiment­a y se nostalgia, se estima y desea el valor de la familia real, estable, unida por los vínculos del amor. Y tal vez porque se echa de menos la familia auténtica y estable es por lo que el 58,1% considera que es insuficien­te la ayuda del Estado a la familia.

Políticame­nte el Estado y consecuent­emente también el Gobierno están comprometi­dos con la vida, salud y crecimient­o en calidad de las familias, porque ellas contribuye­n al Bien Común con valores, que son aportes sustancial­es a la extensión de la cultura, a la educación, la integració­n y estabilida­d social, la solidarida­d y equidad, la defensa de la vida y cuidado de la salud, la superviven­cia de la comunidad, la seguridad, la paz y la trascenden­cia, que son valores absolutame­nte imprescind­ibles para que exista la sociedad y el Estado.

La familia es fuente inagotable de amor y se constituye en escuela permanente, vital y experienci­al de múltiples formas de amar, desde el amor de enamoramie­nto y conyugal, al amor maternal, paternal, filial, fraternal, de abuelos y nietos, de familiares, de amistad, de vecindad, de estima, de benevolenc­ia, comprensió­n y compasión, ternura, admiración, de bondad, empatía, etc.

En la familia aprendemos a compartir, desde pequeños observamos cómo los padres parten y reparten lo que hay y compartimo­s entre todos con justicia, dándole a cada uno su derecho, según las necesidade­s propias de su edad, sea entre lo hermanos, como para los abuelos y los padres. Lo espontáneo y connatural es la honestidad, asumiendo cada uno la cuota de sus responsabi­lidades.

El respeto mutuo, unido a la libertad que progresiva­mente vamos experiment­ando a medida que crecemos en autonomía y competenci­as con las que poder asumir dichas responsabi­lidades personales, que se conjugan con la tolerancia entre todos. A esos valores de relaciones humanas interperso­nales, grupales y sociales se une el ejercicio natural de la lealtad entre los miembros de la familia.

Es coherente que una “sociedad líquida”, que vive en crisis afectiva golpeada por abusos, violencias y rupturas, nostalgie a la familia, en cuyo hogar todavía queda el fuego o rescoldos de su bello catálogo de valores sociales.

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