ABC Color

Los modales de Macri

- Daf@adinet.com.uy

Danilo Arbilla

El aborto es hoy, en Argentina, el tema del día. Desplazó del primer lugar en el debate político y público al de la permanenci­a de Mauricio Macri en el poder y a su eventual reelección en el 2019, y lo que dicen las encuestas según las cuales las perspectiv­as para el presidente no son muy buenas.

El entusiasmo ahora –y los argentinos ponen siempre mucho entusiasmo en cada asunto que los “va convocando”– se centra en la despenaliz­ación o legalizaci­ón del aborto. La discusión promete ser intensa y dejar en segundo plano a otros temas, lo que no le vendría mal tanto al presidente Macri como a su principal opositora, la expresiden­ta Cristina Fernández de Kirchner (CFK).

Respecto al aborto, la opinión pública esta parejament­e dividida. Esto es: muy dividida. Lo mismo pasa en el Congreso: hay ocho proyectos de ley presentado­s. Da para elegir y discutir.

La discusión legislativ­a se postergó por unos días para dejar pasar las fiestas religiosas –la Semana Santa de los católicos y el Pésaj de los judíos–. Se dejó para el 10 de abril. Por esos días también la hoy senadora CFK –quien por tener fueros ha evitado la prisión preventiva– deberá comparecer ante la justicia por uno de los varios juicios en los que aparece como imputada.

El plan es –según una versión algo frívola– que la discusión sobre el aborto, en la que segurament­e se agudizará el permanente enfrentami­ento entre el gobierno de Macri y el papa Francisco, se prolongue hasta el comienzo del mundial de fútbol de Rusia.

Por unas semanas , entonces, las noticias serán otras. De cómo le vaya al selecciona­do argentino, dependerá mucho el entusiasmo de después. La suerte del gobierno de Macri depende mucho de ello.

¿Será tan simple? ¿Será que el futuro está en manos de los pies de Messi?

Puede, también, que el caballo se muera justo cuando estaba aprendiend­o a vivir sin comer.

En el país real, digamos, la situación se hace difícil y la agitación crece.

Macri ha dicho que lo peor ya pasó, que durante 15 años se hicieron las cosas al revés y que el país iba “camino a ser Venezuela”.

Dijo también que “todo es un proceso y lleva tiempo”.

El presidente tiene mucha razón, pero la gente no lo ve así. No le importa el pasado, ni se le conmueve con imágenes de lo que podría haber sido. Siente que está peor que antes –la carestía es grande y la insegurida­d también–; no entiende el proceso y no puede esperar.

Es innegable que los gobiernos kirchneris­tas hundieron al país a base de subsidios y subvencion­es a salarios y tarifas y con impuestos desmedidos con efectos catastrófi­cos para la economía y la producción del país, y además mucha corrupción. Pero tuvieron suerte: perdieron las elecciones. No les pasó lo que a Dilma Rousseff en Brasil con la herencia de Lula o a los chavistas que siguen en la debacle, o al pobre de Lenin Moreno que tiene que hacerse cargo de la aventura de Rafael Correa en Ecuador. El kirchneris­mo le pasó la brasa ardiente a Macri y este, para muchos que cada vez son más, no ha sabido cómo apagarla.

Aplica una especie de gradualism­o que tiene poco efecto en el ánimo de la gente: hay que recortar gastos, quitar subsidios, subir tarifas, bajarle los impuestos a “los empresario­s”; todo incide negativame­nte en la opinión pública. Y más cuando va de a poquito. Esta es la critica que le hacen los más liberales, que lo apoyaban al principio y que hubieran preferido un tratamient­o de shock, y que hoy dicen que lo de Macri es un “kirchneris­mo con mejores modales”.

Están, también, los que creen en el estilo Macri y en “los modales” que aplicó para gobernar Buenos Aires, con entorno kirchneris­ta, y que como resultado lo llevaron a la presidenci­a de la nación.

El panorama es incierto y los principale­s problemas decididame­nte no pasan por la legalizaci­ón o no del aborto ni por ganar el mundial o cualquier otro tipo de cortina de humo.

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