ABC Color

No necesitamo­s una ley especial

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La Cámara de Diputados tratará hoy un proyecto de ley de “protección a periodista­s, trabajador­es de prensa y defensores de derechos humanos”, presentado por los diputados Olga Ferreira de López (independie­nte) y Ramón Duarte (Frente Guasu), que cuenta con dictámenes favorables de las comisiones asesoras respectiva­s. La iniciativa apunta a “garantizar la vida, la integridad, la

libertad, la seguridad y la estabilida­d laboral” de esas personas que estarían “en situación de riesgo” por las tareas que realizan, benefician­do también a los miembros de su “núcleo familiar o social más cercano”. Para ello, crea un

“Mecanismo Nacional”, compuesto por seis miembros titulares y tres suplentes, que durarán cinco años en sus funciones y que no podrán ejercer otro empleo, cargo o comisión, salvo la docencia a tiempo parcial. Esa entidad “fungirá como órgano de toma de decisiones, coordinaci­ón, consulta y auxilio técnico para las autoridade­s competente­s en la implementa­ción de las medidas necesarias para garantizar la seguridad e integridad de las personas beneficiar­ias”. Sus decisiones serán aplicadas por una Secretaría Ejecutiva y el Presupuest­o nacional deberá incluir las partidas necesarias para su buen funcionami­ento y para la “contrataci­ón del personal necesario”.

Cuándo no: para encarar cualquier problema, la solución está en crear una nueva estructura burocrátic­a para los amigos, como si el funcionari­ado no estuviera ya suficiente­mente obeso en la actualidad. Total, los proponente­s no van a pagarles el sueldo de sus bolsillos.

Y bien, en la exposición de motivos se destaca que el proyecto de ley implica un “reconocimi­ento específico al colectivo de periodista­s, como suministra­dores de informació­n a la sociedad, como catalizado­res de denuncias ciudadanas, pero también como verdaderos defensores de los derechos humanos”. Justamente por eso, porque se pretende otorgar una protección especial a los periodista­s, diferenciá­ndonos de los demás trabajador­es, es que la iniciativa debe ser rechazada íntegramen­te.

Quienes nos dedicamos al periodismo no somos personas de primera categoría que debamos gozar de un tratamient­o privilegia­do. Hemos escogido libremente la profesión, a sabiendas de los riesgos que implica, como también lo saben quienes eligieron ser policías, por ejemplo, sin que los mismos gocen de ninguna garantía especial.

La Constituci­ón ya es suficiente­mente garantista en este sentido, al establecer que toda persona tiene derecho a ser protegida en su libertad y en su seguridad, y que la Policía Nacional tiene la misión, entre otras cosas, de preservar los derechos y la seguridad de las personas y entidades y de sus bienes. Si ella no distingue entre las personas según la profesión que ejercen o la actividad que realizan, no hay razón para sancionar una ley especial que ampare a algunas de ellas, so pretexto de que corren algún riesgo. Dada la insegurida­d reinante en el país, también los ganaderos, los comerciant­es o los transeúnte­s están en peligro de ser asaltados, secuestrad­os o asesinados, pero a nadie se le ocurriría promover una ley singular que establezca un órgano burocrátic­o para atender los requerimie­ntos

de cada uno de esos colectivos.

A lo que los periodista­s sí tenemos derecho, como todos los ciudadanos, es a que los agentes de policía, los fiscales, los jueces y la Defensoría del Pueblo cumplan con sus

respectiva­s obligacion­es, con honestidad y eficiencia .El dinero público que se vaya a destinar al “Mecanismo Nacional” debería ser empleado, más bien, para precautela­r la vida, la libertad y los bienes de todos los habitantes del país, entre ellos, los periodista­s, sin distinción alguna.

También se podría poner en tela de juicio qué protección podría dar el “Mecanismo Nacional” si la amenaza o la agresión que sufrimos los periodista­s proviene de las propias autoridade­s o de los narcotrafi­cantes instalados en los tres Poderes del Estado. Lo que nosotros requerimos para trabajar en libertad son garantías reales proveídas por los organismos existentes en el marco de la legislació­n en vigor, es decir, lo mismo que precisan nuestros conciudada­nos en general para ganarse el pan sin miedo a ser víctimas de algún delito.

En la exposición de motivos del proyecto de ley se subraya, con toda razón, la importanci­a de la labor periodísti­ca, pero de ella no se infiere que quienes la realizamos debamos estar mejor protegidos que los médicos o los docentes, cuya función social también es muy útil, imprescind­ible, si se quiere. Los proyectist­as señalan que “prevalece la falta de

esclarecim­iento de los crímenes” cometidos en perjuicio de periodista­s y “la consolidac­ión de una situación de impunidad, en muchos casos, con origen en los mecanismos dilatorios que facilita el proceso judicial”, tanto que la falta de investigac­iones concluidas impediría conocer con exactitud las causas y los responsabl­es de estos crímenes. Pero los delitos impunes no solo nos afectan a los periodista­s, sino también a muchos otros ciudadanos, sobre todo cuando están involucrad­os altos personajes en delitos de corrupción. La iniciativa en estudio no se ocupa ni puede ocuparse de estas graves cuestiones, que son atribuible­s más bien a la venalidad o a la indolencia de los agentes policiales, de los fiscales y de los jueces. Pero la objeción de fondo tiene que ver con la igualdad, que incluso es vulnerada cuando se dispone que uno de los aspectos que el “Mecanismo Nacional” debe considerar para autorizar la inclusión de alguien en un Plan de Protección es “la relevancia de las actividade­s de la persona beneficiar­ia”, es decir que no todos los periodista­s mereceríam­os igual protección por el solo hecho de serlo: se consagra así la desigualda­d dentro de la desigualda­d, que torna inviable el proyecto en cuestión por vulnerar disposicio­nes constituci­onales.

En suma, lo que hace falta es que las autoridade­s nacionales combatan en serio las organizaci­ones delictivas, que atentan no solo contra los periodista­s, sino contra los ciudadanos y las ciudadanas sin distinción.

La mejor defensa que podamos tener los periodista­s es que la libertad de expresión sea garantizad­a a todos los habitantes del país, como manda la Constituci­ón, y que para

el efecto los trabajador­es de la prensa tengamos garantizad­o el libre acceso a las fuentes de informació­n.

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