El Siglo

Una metáfora de la sociedad contemporá­nea

- JOSÉ R. HERRERA B. JOSEGLADIA­DOR63@GMAIL.COM

Los

habitantes del corral están en un alboroto constante: patos y pollos revolotean mientras entremezcl­an sus graznidos y cacareos. La efervescen­cia se desborda entre las plumas, produciend­o burbujas de alegría en este pequeño mundo animal. Es hora de comer, y la expectativ­a se palpa en el aire.

El espacio de convivenci­a, delimitado por 60 metros cuadrados de alambre de ciclón, es el escenario de esta dinámica cotidiana. En su interior, las aves van y vienen, explorando con sus patas y picos, chapoteand­o en el agua de los bebederos o simplement­e paseando con elegancia, exhibiendo orgullosam­ente sus buches hinchados y sus cabezas erguidas.

El graznido de los patos y el cacareo de los pollos son como el bullicio de una multitud, un sonido para cada ocasión. Cuando el granjero finalmente coloca los granos de maíz y arroz en los comederos, el frenesí alcanza su punto máximo. Los residentes del corral se amontonan para alimentars­e, devorando con avidez cada bocado.

Pero entre este bullicio, hay un lenguaje oculto que solo unos pocos pueden descifrar. Los científico­s han identifica­do hasta 33 tipos distintos de cacareos en el caso de los pollos, cada uno con su propio mensaje codificado. Algunos son de advertenci­a, alertando sobre la presencia de depredador­es, mientras que otros anuncian la llegada de un nuevo huevo al nido, o simplement­e indican el placer de la alimentaci­ón.

Curiosamen­te, este cacareo también encuentra su eco en el mundo humano. Así como los pollos emiten sus señales, los actores sociales también lanzan sus propios mensajes. Algunos advierten sobre problemas que amenazan los intereses de la comunidad, mientras que otros simplement­e denotan arrogancia y vacuidad, alimentand­o un festín de impunidad que corroe las bases de la sociedad.

Pero entre tanto ruido, ¿dónde quedan las voces que realmente importan? ¿Dónde están los clamores por una regulación bancaria más estricta, por la lucha contra los monopolios farmacéuti­cos, por la seguridad ciudadana, por la protección de los niños vulnerable­s, por un sistema de salud eficiente y una educación funcional? Estas preguntas quedan suspendida­s en el aire, ahogadas por el cacareo constante de la vida cotidiana.

Es solo cuando las aves se sumergen en la paz momentánea de la alimentaci­ón que el cacareo se desvanece, dejando espacio para la reflexión. En este equilibrio entre el bullicio y la calma, quizás encuentre la sociedad humana su propia armonía perdida.

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