Recuperación económica
Derivado de la crisis económica causada por la Covid-19, diversos gobiernos alrededor del mundo han implementado una serie de medidas y políticas para amortiguar los impactos que la contingencia sanitaria está teniendo sobre la producción, el empleo y el consumo.
En Estados Unidos se aprobó un paquete de estímulos fiscales por 1.9 billones de dólares, más otros gastos de alrededor de otro billón de dólares para compra de vacunas, insumos médicos, apoyos a pequeños inversionistas y ayudas a desempleados. Por el lado de la política monetaria, se suma una inyección de 2.5 billones de dólares al sistema financiero y una tasa de interés cercana a cero, con lo que se espera una fuerte recuperación de la economía norteamericana.
Lo que se busca es aumentar el consumo y la demanda agregada. Con un consumo en crecimiento, liquidez en los mercados y altos estímulos para la inversión y contratación de financiamientos, se espera una mayor oferta de bienes y servicios, apertura de empresas y recuperación del empleo. Sin embargo, en el mediano plazo, ya con una economía recuperada a escala nacional en EU y en escala global arrastrada por ese país y por China principalmente, esto puede provocar un rápido sobrecalentamiento de la economía y el ajuste inmediato de las tasas de interés para frenar una eventual escalada de precios.
En México, donde todo parece indicar que la esperanza es que la recuperación de EU “nos jale”, nos veríamos arrastrados al subibaja. La más reciente encuesta sobre las expectativas de los especialistas en economía publicada por el Banco de México el 2 de marzo, proyecta para 2021 un crecimiento del PIB de 3.89% (el mes pasado se estimaba en 3.74%), es decir, que se está previendo que nos subamos al tren de la recuperación norteamericana por el impulso de la demanda externa, pero el riesgo de la sincronización entre ambas economías radica en que para 2022 se sobrecalentaría la economía norteamericana y la respuesta de la Reserva Federal sería enviar a la congeladora el dinamismo económico al aumentar sus tasas de interés, lo que frenaría el consumo y con ello la demanda externa, por lo que el impacto para México es doble, ya que caerían las exportaciones cancelando la recuperación económica por el sector externo y se forzaría al Banco de México a aumentar la tasa de interés, frenando en el ámbito local el consumo interno y la inversión, encareciendo además el crédito, lo que menguaría el prácticamente inexistente crecimiento interno.
A esto hay que añadir dos cosas: primero, comparado con EU y con cualquier otro miembro de la OCDE, las inyecciones de liquidez para paliar la pandemia en México son irrisorias, es decir, lejos de fortalecer el mercado interno se está apostando enteramente por el sector externo; y segundo, aun cuando se apuesta a que los estímulos del vecino del norte nos rescaten por efecto dominó, estamos haciendo grandes esfuerzos para ser menos competitivos y atractivos para esos capitales externos que ansiamos ingresen al país, y para muestra basta un botón, pero tenemos dos: las reformas a la legislación laboral y a la legislación energética que restan certidumbre a la inversión extranjera; una cambiando las reglas para la inversión privada en energías renovables, limpias y baratas, la otra tachando de ilegal la subcontratación laboral, prohibiéndola cuando solo debía ser regulada, en tanto que este esquema laboral es recurrido de forma competitiva en todo el mundo.
No podemos apostar todo al sector externo para crecer, esto es continuar inmersos en los vaivenes de la economía global. Es imprescindible cambiar el rumbo fortaleciendo la demanda interna; defender a la inversión privada nacional y dar certidumbre al capital privado, lo que permitiría un mejor tejido productivo que ofrezca mejores condiciones de crecimiento económico.
El autor es economista por la UAdeC, maestro en Políticas Públicas por Flacso México y estudiante de Doctorado en Ciencias por la UAdeC. Actualmente labora en la Auditoría Superior del Estado de Coahuila como auditor especial de Desempeño.