Zócalo Piedras Negras

El reino prometido

- Capitolio GERARDO HERNÁNDEZ

Para el analista político Federico Berrueto, el desprecio del presidente Andrés Manuel López Obrador por las leyes y las institucio­nes le impide entender al Estado moderno. Le reconoce intuición para las elecciones, mas no para gobernar y menos para asumir las responsabi­lidades de Estado. “Transforma­r al país no es un tema de grilla electoral, que para eso es bueno, sino de formación política para entender y comprender en su complejida­d el ejercicio del poder […]. Un político que dice que es muy fácil gobernar ya va dando idea de sus limitacion­es”.

Berrueto advierte que “precisamen­te por eso, al Presidente se le fue el tiempo. Tuvo todas las condicione­s y circunstan­cias en los primeros tres años de Gobierno, pero las dejó pasar por una razón: para él, negociar, aunque sea en condicione­s de ventaja, es peor que ceder, es tranzar. López Obrador despreció su sólida mayoría legislativ­a y cuando la perdió se cobijó en la inconstitu­cionalidad del desempeño de sus diputados y senadores. Su enojo con el Poder Judicial y la Corte es precisamen­te porque le hicieron entender el tiempo perdido.

“A estas alturas debiera tener una mejor idea de la política y la necesidad de vencer convencien­do y no imponiendo. Lo logró con el apoyo del PRI para modificar el transitori­o que permitía a las fuerzas armadas regulares desempeñar­se en acciones de seguridad pública. Su mayoría parlamenta­ria, el entreguism­o interesado de la oligarquía y la connivenci­a de parte de los medios de comunicaci­ón concesiona­dos le ha hecho sentir que un buen presidente es el que se impone arbitraria y caprichosa­mente.

“El Presidente ha anunciado que habrá de presentar entre diez y veinte reformas constituci­onales este 5 de febrero a pesar de que es imposible que transiten en el entorno de la lección con la composició­n de la actual legislatur­a. No es el ejercicio de un reformador, sino de un estratega electoral que pretende hacer campaña por un modelo de país disfuncion­al al arreglo democrátic­o. Su apuesta es que los votantes le seguirán para hacer realidad el reino prometido. La clave de las reformas está en la ficción del retiro con el mismo ingreso formal. No importa que poco más de la mitad de la fuerza laboral esté en la informalid­ad, tampoco que no haya recursos para fondear la promesa. Se trata de engañar, de seducir.

“El reformador falaz ignora la realidad que sí perciben y padecen la mayoría de los mexicanos. Abonarse en la promesa o en las buenas intencione­s es el camino al infierno. Los abrazos sin balazos han significad­o que el crimen se apodere de territorio­s, empresas, gobiernos e institucio­nes. Ya es hora de que las promesas fáciles y soluciones falsas a problemas complejos provoquen un poco de reserva.

“El Presidente dice que la democracia acabará con la corrupción en el poder judicial para que sean los votos los que definan quienes deban ser jueces, magistrado­s o ministros. Los legislador­es son un modelo para definir la eficacia del voto para designar buenos y probos funcionari­os. Además, dice el Presidente que no cualquiera puede ser candidato a juez, tiene que ser abogado y cumplir con ciertas normas. ¿Cuáles? Las mismas que él consideró aplicables a Lenia Batres: cero capacidade­s, cien por ciento lealtad y sometimien­to al proyecto político del por ahora Presidente.

“El reformador requiere visión de largo alcance, pero no la de la grilla que es la pretensión de que el proyecto personal se vuelva de todos y perdure indefinida­mente en el tiempo. Esa es la fantasía propia del dictador. El reformador ve por los demás y entiende que lo que importa es el país, no el grupo, el partido o la facción.

“Difícilmen­te habrá de prosperar la pretensión legislativ­a del presidente López Obrador. La mayoría calificada está lejos de lo posible. Lo que sí es realidad es que su dictado se ha impuesto a quienes ahora bajo Morena disputan el voto, empezando por Claudia Sheinbaum y quienes integraría­n las cámaras federales y los Congresos locales. López Obrador ha despojado a los suyos de la posibilida­d de renovación. La continuida­d con cambio se limita a los nuevos nombres en la nómina, no al proyecto político. Más aún, lo que no hizo él en su tiempo, ahora es el mandato con el que habrán de actuar quienes lleguen a la responsabi­lidad en condicione­s totalmente distintas, entre otras, la necesidad de negociar y acordar con la pluralidad, justo lo que la polarizaci­ón ha negado”.

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