Una perspectiva lejanísima sobre el destape, elección y gobierno del presidente Echeverría Álvarez
l pasado lunes 17, se celeebró
el centenario del natalicio del presidente Luis Echeverría Álvarez. La ocasión dio pie para que escucháramos una retahíla de comentarios negativos respecto a lo que fue su mandato. Algunos de esas reseñas provenían de algunos que a toda costa tratan de que se olviden los tiempos en que le cantaban loas al entonces presidente tratando de ganarse algo más que favores que les permitieran consolidar sus carreras. Otros aprovecharon la ocasión para repetir como loros lo que han escuchado de terceras personas sin tener nada que respaldara con datos duros sus dichos. Aunado a todos estos, aparecieron los menos buscando presentar un análisis objetivo respecto al periodo presidente Echeverría Álvarez. En medio de todo ello, este escribidor no pudo sustraerse a sus recuerdos de cómo, desde una perspectiva provinciana, armó su visión de lo que fue el gobierno del presidente Echeverria Álvarez. Esta la construyó a partir de lo que leía, observaba y escuchaba en los medios de comunicación nacionales y locales, percibía en las conversaciones de los adultos y vivía en el día con día, primero allá por los rumbos del pueblo, Piedras Negras, Coahuila y posteriormente en Guadalajara. Vayamos a un repaso.
La ocasión primera en que este escribidor se enteró sobre el personaje en cuestión fue allá por 1966. Era una noche de domingo y en la radio, entre la 10 y las 11 de la noche, no había otra cosa que escuchar que no fuera la Hora Nacional. De pronto, no recordamos exactamente, pero se comentaba sobre una celebración cívica al tiempo que se reproducía el discurso del orador oficial quien en esa ocasión lo era el entonces secretario de gobernación, Echeverría Álvarez. De pronto, don Rafael nos comentó, “esa persona puede ser el próximo presidente de México.” A partir de ese momento, el chamaco de entonces seleccionó su candidato, a nadie le importaba su parecer, pero pues como le encantaba opinar sobre todo… El infante provinciano poco conocimiento poseyó en su momento sobre lo que aconteció en 1968. En el pueblo poca trascendencia tuvo el movimiento estudiantil que no fue otra cosa sino parte de la lucha por el poder. Entonces nada sabía de que el eje Sinaloa-tamaulipas jugaba con dos precandidatos, el político Carlos Alberto Madrazo Becerra y el secretario de la presidencia, Emilio Martínez Manatou, al tiempo que utilizaban a los grupos estudiantiles como arietes buscando inclinar la balanza hacia uno de esos dos personajes y dejar fuera de la jugada a Echeverría Álvarez. Cuando se dieron los hechos infortunados del 2 de octubre, la narrativa, controlada por los partidarios de los dos primeros, señaló como responsable al tercero a quien achacaban haber sido quien dio la orden para que los miembros del Ejército actuaran. Al hacerlo olvidaban dos puntos muy importantes, el presidente Gustavo Díaz Ordaz Bolaños Cacho era quien ejercía el mando de la nación y no iba a permitir que un subordinado tomara ese tipo de decisiones. En segundo lugar, nunca un soldado como el general Marcelino García Barragán, el secretario de la Defensa Nacional, acataría órdenes de otra persona que no fuera su superior, el Presidente de la República. Ante ello, siempre nos hemos hecho un par de preguntas para las cuales no hemos encontrado respuesta: ¿Cómo se supone que debe actuar un gobierno cuando enfrenta un intento de asonada, con besos, abrazos, un ramo de flores o con la fuerza del Estado? La otra es, ¿Qué tal si, en un acto de perversidad, quienes provocaron todo eso fueron quienes se oponían a la candidatura de Echeverría? Recordemos que ningún líder importante del movimiento se encontraba esa noche en Tlatelolco. Desconocemos las respuestas a nuestras preguntas. Aquello era la lucha por el poder y todo se podía esperar de uno y otro bando. Poco mas de un año después, se tomaría la decisión sobre quién sería el candidato del PRI a la Presidencia de la República.
Era el miércoles 22 de octubre, formábamos parte del equipo de basquetbol la Escuela Preparatoria de Piedras Negras-taller Electromecánico, el propietario de este negocio, Erasto Carranza Zúñiga, nos había patrocinado los uniformes. Eran alrededor de las 9 de la noche cuando regresábamos a casa satisfechos porque el primer partido de la temporada, ante los representantes del Instituto Dr. Andrés Osuna, lo habíamos resuelto favorablemente con un marcador de 44 puntos, 8 de ellos encestados por este escribidor, a 28. Apenas entramos, tras de preguntarnos cuál había sido el resultado del partido, don Rafael nos mencionó: “Destaparon a Echeverría.” Lejos, muy lejos, estábamos de imaginar cómo repercutirían los círculos concéntricos que aquello tendría en el futuro en todos los sentidos. Esa fue una de las dos ocasiones en que atinaríamos en las predicciones sobre el candidato presidencial, la otra fue, muchos años más tarde, con Luis Donaldo Colosio Murrieta. La campaña presidencial de Echeverría la observaríamos desde nuestra perspectiva provinciana con información limitada, enterándonos de rumores de un cambio posible de candidato y accidentes que ocurrieron durante la misma. El día de las elecciones presidenciales, el 4 de julio de 1970, este escribidor andaba como integrante de la Selección de Basquetbol de Coahuila que participaba en los XIX Juegos Infantiles-juveniles Pre-nacionales que se efectuaban en Monterrey, Nuevo León. En esa fecha, en la primera plana de la sección deportiva del diario Tribuna de Monterrey, adjunto a una nota firmada por el reportero Carlos Aguilar, se publicó una fotografía en la que aparecíamos junto con un representante de Sinaloa, Chihuahua y Tamaulipas. Por la tarde, nos iríamos a ver el partido de beisbol entre Sultanes de Monterrey y Leones de Yucatán, al tiempo que teníamos oportunidad, a invitación de Héctor Javier Chapa, de descender a las entrañas de aquel Parque Cuauhtémoc al dugout de los Sultanes y conocer al gran Héctor Espino González.
Si bien, el entre 1965 y 1970, bajo el gobierno del presidente Díaz Ordaz, la economía creció en promedio a una tasa anual de 6.24 por ciento, el modelo de sustitución de importaciones ya mostraba signos de agotamiento. No obstante, en diciembre de 1970, cuando Echeverría Álvarez toma posesión de la Presidencia, el futuro del país, a pesar de los problemas políticos enfrentados, lucía promisorio. Para sorpresa de todos, pronto apareció un estilo de gobernar que asemejaba el movimiento perpetuo, las reuniones a toda hora, giras constantes, así como la creación de mil y una instituciones.
No tardó mucho en que empezaran a darse los roces entre los miembros del sector privado y el presidente quien se había propuesto incrementar la participación del gobierno en la economía. A la vez, que se proclamaba la apertura política y se daba pie a que los intele¿cuáles? no se cansaran de opinar, se suscitaron los hechos sangrientos del 10 de junio de 1971. Muchas versiones, hoy olvidadas, corrieron al respecto. Mientras tanto en el contexto internacional, en agosto de ese año, se daba por concluido el Sistema de Bretton Woods, la convertibilidad del dólar al patrón oro. Muy pocos advirtieron entonces que se presentaba una coyuntura para que nuestro gobierno terminara con la paridad fija peso-dólar y dejar que la moneda, como cualquier mercancía, determinara su valor en función del comportamiento del mercado. Pero se dejó pasar la oportunidad y muy caro nos habría de salir seguir manteniendo aquella aberración de que en la paridad cambiaría fija iba envuelto el orgullo nacional. Entendemos que no se acabó con aquello debido a los problemas políticos que implicaba, era difícil hacer entender a la población que devaluar la moneda era un asunto estrictamente económico. Este escribidor, preparatoriano entonces, nada sabía al respecto, pero en los años venideros, una vez que estudió economía, comprendió lo que la paridad de la moneda significaba en el contexto económico del país. Los efectos del nuevo entorno internacional se reflejaron en la economía del país que en 1971 creció a una tasa a de 3.76 por ciento cuando un año antes alcanzó un 6.5 por ciento. En esa perspectiva nueva de un mundo cambiante, el presidente Echeverría Álvarez inició una política internacional muy activa en busca de convertirse, y colocar a México, como el líder de los países del Tercer Mundo como se conocía entonces a los subdesarrollados. Mostrando públicamente una postura de acercamiento a los gobiernos de izquierda como los de Cuba y Chile, pronto fue calificado de socialista. Nosotros, en aquellos tiempos, en contra de la opinión mayoritaria, sostuvimos que no era así. Cuando, varios años después, escuchamos las cintas de la reunión, en 1972, entre el presidente Echeverría y el mandatario estadounidense Richard Milhous Nixon, confirmamos que nunca estuvimos equivocados. En medio de todo eso, a pesar de los jaloneos con el sector privado mexicano, durante ese año, la economía mexicana creció 8.23 por ciento.
Sin embargo, en el entorno político nacional, la zarandeada era intensa. Durante aquellos años, nos tocó ser testigos en Guadalajara de una serie de eventos terroristas, de secuestros de hombres de negocios y políticos, así como de enfrentamientos a balazos entre grupos estudiantiles.
Lo mismo acontecía en otras entidades del país, era la lucha por el poder. En medio de ello, se suscitó el asesinato de uno de los dos empresarios que, a lo largo de su historia, ha tenido nuestro país, Eugenio Garza Sada, el otro que alcanza tal categoría es Alejo Peralta y Díaz Ceballos.
El crimen cometido en contra del primero fue achacado al presidente Echeverría, nunca hemos compramos esa versión. Al respecto, lo invitamos a usted, lector amable, a que revise el libro “Don Eugenio Garza Sada: Ideas, acción, legado,” escrito, en 2016, por Gabriela Recio Cavazos. En dicho volumen encontraran información sobre quienes, realmente, pudieron ser los autores intelectuales de esa salvajada ignominiosa.
No obstante, la nada tersa relación entre el presidente Echeverría y el sector privado, los líderes y miembros de este en todo el país, no le hacían el asco a treparse a los aviones de redilas y viajar por el mundo acompañando al mandatario mexicano en sus giras. Lo que nunca entendieron era que no los llevaban de paseo sino para que se percataran de lo que venía y tomaran las previsiones necesarias para enfrentar el futuro con éxito. Para entonces ya había sido creado el Instituto Mexicano de Comercio Exterior cuyo objetivo era promover las exportaciones mexicanas. Pero en eso de creaciones habría varias más.
A lo largo del sexenio echeverrista, se crearon los polos de desarrollo turístico de Cancún, Zihuatanejo, Puerto Escondido, Huatulco San José del Cabo y Loreto. En ese contexto, seguramente nuestros amigos politécnicos lo tienen muy presente, de apoyar al turismo, en 1974, se creó la Escuela Superior de Turismo en el Instituto Politécnico Nacional. Pocos recordamos que, hasta entonces, atravesar la Península de Baja California representaba para los habitantes de esa región toda una odisea. Ello, fue resuelto con la construcción de la carretera Transpeninsular. Y en eso de edificar, no debemos de olvidar que en esos años se creó el Infonavit. Aunado a todo eso, los territorios de Baja California Sur y Quintana Roo pasaron a ser entidades federativas. Pero si de extensión territorial se trata, recordemos que la Zona Económica Exclusiva en mar territorial se incrementó de 12 a 200 millas náuticas.
Seguramente, hoy muy pocos recuerdan que en aquellos tiempos fueron creados el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, (CONACYT); la Universidad Autónoma Metropolitana; la Universidad del Ejército y la Fuerza Aérea; la Universidad Autónoma de Chiapas; la Universidad Autónoma de Baja California Sur; la Universidad de Aguascalientes; y, el Colegio de Bachilleres, entre otras instituciones educativas. A la par, los intele¿cuáles? se desvivían en elogios para el presidente, mientras, también, se trepaban a los aviones de redilas para pasearse por el mundo con cargo al erario, después se olvidarían de que eso había sucedido. Pero no estaban solos en eso de la desmemoria.
En el viaje los acompañarían periodistas quienes después le entraron al discurso de la victimización. Alrededor de esto ocurrió el asunto de Excélsior, tema que todos venden en una versión maniquea entre buenos y malos.
Quienes conocemos, con datos duros de primera mano y no de oídas, como se daban en el siglo XX las relaciones entre la prensa y el poder político a los tres niveles de gobierno, Municipal, Estatal y Federal, sabemos que no había ni ángeles, ni demonios, simplemente seres humanos, con intereses, sentados a uno y otro lado de la mesa.