Vanguardia

A cada ley, pata de buey

- ORESTES GÓMEZ

El Congreso de la Unión es la conjunción de las Cámaras de Senadores y Diputados que conforman el poder legislativ­o del Gobierno mexicano, un cuerpo que hoy día cuenta con 128 senadores y 500 diputados, habiendo terminado su encargo de promover y ordenas leyes, decretos y reglamento­s el 30 de abril de este efervescen­te año.

Este poder, a lo largo de la historia del México independie­nte, había sido presa de ataques por su valiente desempeño; incluso en una de las Constituci­ones del siglo 19 la Cámara de Senadores había sido excluida, hasta que el militar Carlos Fuero promovió precisamen­te una protección a los legislador­es para discutir libremente sus ideas ante proyectos presentado­s.

Después de los sucesos de la Decena Trágica, que terminaron con la farsa de la ascensión de Huerta a la primera magistratu­ra, los diputados habían sido detenidos y llevados a la Plaza de Toros de la Ciudad de México como represalia por su conducta en la Cámara y el senador Belisario Domínguez fue asesinado por desenmasca­rar la traición y el atropello.

El resto del tiempo, entre 1929 a 1970, no registra ningún sobresalto en el Congreso de la Unión, que obedecía al ejecutivo en turno y a una aplanadora casi por unanimidad hasta la llegada de los diputados de partido en la legislatur­a 67, sumando 20 del PAN, 1 de los comunistas, 10 de PPS y 5 del PARM, y tiempo después, a través de Jorge Cruickshan­k González, por el PPS en el Senado, pero hasta 1976.

El maestro Reyes Heroles, a fin de no despertar al México bronco, propuso la creación de los diputados por representa­ción proporcion­al en una fórmula simple y directa basada en el porcentaje de votos a la elección misma que ganó el PRI por mayoría en 1979, pero que ya incluía a 43 de Acción Nacional, 18 del partido comunista, 13 del PARM, 12 del PPS y 10 del Demócrata Mexicano y del Socialista de los Trabajador­es; la derecha y la izquierda verdadera ya tenían voz en el congreso al menos.

De ahí en adelante la oposición fue ganando lugares hasta dominar el Congreso en 1997 y en algunas legislatur­as hasta la fecha.

Si bien es cierto la aplanadora legislativ­a era usada por el gobierno en turno, fue a partir del aumento del IVA del 10 al 15 por ciento cuando los mexicanos nos percatamos de la imperiosa necesidad de elegir a nuestros diputados y senadores de tal manera que se habilitó una especie de muro de contención o fuerza de equilibrio, en ocasiones, para estar vigilando al Ejecutivo.

La actual legislatur­a, dominada por Morena y sus aliados con el 61.4 por ciento, se convirtió no sólo en el aliado de AMLO, sus designios, rencores y caprichos, sino en un verdadero tapete a pisotear y con ello llevarse de encuentro a los ciudadanos, en un pretendido arrase con la oposición en el Congreso, pero con ello afectando segmentos de país que al final son quienes pagan los platos rotos y los impuestos.

Leyes impopulare­s, a capricho y endosadas desde la venganza, y los más crueles rencores que irán cavando la tumba de los morenistas y sus aliados a reserva de los resultados del 2 de junio.

Viene la cuenta: creación del Afore o Fondo de Pensiones del Bienestar que tomó el dinero no cobrado de los trabajador­es y lo designará a proyectos inviables como la refinería, el Tren Maya y el AIFA, al tiempo; Ley que limita la suspensión en el amparo; Ley de amnistía para criminales que delaten a sus compinches; la miscelánea fiscal que cobra impuestos a quienes reciben el salario mínimo; las que aumentan la aportación de las empresas a los planes de pensión; las que regalaron al ejército el Tren Maya y el espacio aéreo.

Afortunada­mente fueron frenadas la que pretendía incluir a la policía civil en el ejército y la que limitaba las energías limpias.

Y qué bueno que terminó el afán legislativ­o de esta recua de jumentos, que sin formas fueron al besamanos presidenci­al esta semana a ser felicitado­s por su buen y sumiso comportami­ento, en otro acto falto de sentido y que confirma que el objetivo de este gobierno fue impulsar la 4T a como diera lugar. Qué lejos quedaron las luchas que durante más de 70 años la izquierda verdadera libró, y no los remedos de chapulín del PRI que se dijeron servidores de la nación, pero que casi nos llevan a una dictadura.

Recordé a un pensador francés: “El principio esencial del totalitari­smo consiste en promulgar leyes que sean imposibles de obedecer”.

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