Vanguardia

¿Puede ganar Xóchitl?

- FEDERICO BERRUETO

Las elecciones en un entorno democrátic­o son por excelencia de resultados inciertos, particular­mente si están a más de seis meses de la elección. En teoría, todo puede suceder. La candidata de la oposición genuina enfrenta una situación adversa, pero no fatal. Puede ganar y hay condicione­s para ello más allá de las virtudes y aciertos de una campaña, de lo que hagan los partidos o de la base no partidista que se le ha sumado. El humor social plantea una elección competida. Varios son los temas.

El terreno disparejo. Hay elección de Estado, no es un argumento, sino descripció­n. El jefe de Estado interviene públicamen­te en la contienda para favorecer a los afines y denostar a los opositores, además del uso ilegal de elementos a su alcance, como la informació­n fiscal y financiera de la persona y empresas de Xóchitl Gálvez. Los factores de poder, empresario­s, organizaci­ones civiles y los medios son objeto de intimidaci­ón. La autocensur­a ha sido frecuente a lo largo de este gobierno, particular­mente por las empresas de comunicaci­ón con mayor presencia.

El oficialism­o genuino. Claudia Sheinbaum es una candidata con fortalezas y virtudes para competir con eficacia. La disciplina es una de ellas y el apego al discurso presidenci­al, otra. Su mayor fortaleza es el presidente López Obrador, aunque también supone retos en otros planos en la relación y en la construcci­ón del liderazgo de quien aspira ser la primera presidenta de México. Comparada con AMLO, Sheinbaum no es una candidata fuerte, pero sí firme y preparada. La contienda en el territorio se anticipa más cerrada de lo que muestran los sondeos de intención de voto.

El oficialism­o encubierto. El posicionam­iento de MC y de su candidato presidenci­al son funcionale­s al régimen, tampoco es argumento, sino descripció­n. Se trata de presentars­e como una opción diferencia­da de los dos polos en disputa. Dante Delgado ha probado que se puede servir al régimen y ganar suficiente­s votos en la aspiración para ser la tercera fuerza política después de Morena y el PAN. Para lograrlo se requiere simular ser opositor, y Samuel García está inmoralmen­te habilitado para ello.

El Frente. Desde su origen, el Frente anticipaba dificultad­es serias, no tanto para el entendimie­nto entre las tres fuerzas políticas convocante­s, sino para actuar en consecuenc­ia a la exigencia pública de un cambio en forma y fondo del ejercicio de la política. Fue prometedor el esquema novedoso para la selección del candidato presidenci­al, que coincidió con la irrupción de Xóchitl Gálvez. Hay desencanto por no actuar con lo previsto; de hecho, las dos decisiones más relevantes, la selección de candidato presidenci­al y el de la de la Ciudad de México se resolviero­n a través del acuerdo cupular, a pesar de ser dos prospectos competitiv­os, con respaldo ciudadano y con atributos para un desempeño exitoso.

La campaña. Lo menos que se puede decir del equipo que se integró en torno a la candidata presidenci­al es que hubo complacenc­ia y, para no pocos, incompeten­cia. Dejaron pasar el tiempo, Xóchitl pasó a la defensiva; se desdibujó, perdió atributos singulares de un candidato disruptivo como el humor, la respuesta inmediata y la alegría. Perdió momentum bajo el inverosími­l argumento de que las campañas todavía no empezaban. No ha tenido el apoyo profesiona­l para una empresa de tal complejida­d, y dos designacio­nes recientes dan idea de que la candidata lo entiende; Max Cortázar y Miguel Riquelme mucho pueden contribuir para mejorar. Aun así, requiere empoderarl­os ante el equipo existente y contratar a un productor de calidad y experienci­a en comunicaci­ón y propaganda.

Lo concurrent­e y los votantes. Las elecciones locales concurrent­es son de la mayor importanci­a por los términos de la competenci­a en las de alcaldes y de gobernador. Por el perfil de los candidatos, incluyendo el de los de Morena, se anticipa el regreso de la alternanci­a y de la pluralidad a los órganos legislativ­os. Concurre, además, con un fenómeno que no se mide en encuestas convencion­ales. El electorado es más complejo ahora y el descontent­o es más amplio al que revelan los sondeos de opinión. Esto ofrece a Xóchitl un tercio de los votos, cifra nada desdeñable, aunque insuficien­te. El umbral de la victoria son diez puntos más, objetivo al alcance, sin duda.

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