Vanguardia

Frialdad ambivalent­e

- LUFERNI

Estamos girando alrededor de un astro incandesce­nte.

Nos mantiene vivos la distancia exacta para no quedar tatemados o congelados.

Un poco más cerca y quedaríamo­s asados. Un poco más lejos y seríamos un témpano sideral.

La mayoría de los terrícolas agradecemo­s la alternanci­a de las estaciones. Lo frío se concentra, después del otoño, en el mes último del año viejo y en el primero del nuevo. Ya febrero llega preparando el “otro poco” de la locura de marzo, entrenador primaveral.

El frío exhibe su temblorosa inexistenc­ia cuando el filósofo dice que es solo “carencia de calor”. Que no tiene entidad positiva, que es solo una privación de lo que sí existe, que es el calor.

Tiene el frío sus partidario­s y sus rivales. Algunos son alérgicos a la temblorina. Y a la sensación de intemperie. Se forran por triplicado de telas de lana, algodón, y acrilán, usando suéteres que semejan edredones portátiles o chamarras con forro polar. No dejan el gorro cubre-orejas y la bufanda enroscada en el pescuezo.

Usan calceta gruesa y no faltan los cazadores que exhiben sus chaquetas de baterías. Con un clic hacen que esa leve indumentar­ia caliente como si fuera abrigo de pieles.

En contraste, el invierno de los migrantes es el de un esquimal sin iglú ni piel de foca. Su cobijilla, reforzada con periódicos, trata inútilment­e de cubrir al cuerpo en posición fetal. El abrazo de la pareja apenas alcanza a compartir algo de tímida tibieza recíproca.

En el mundo hay partidario­s del frío. Su apasionami­ento los lleva a sumergirse en aguas gélidas. Salen corriendo después a buscar la ducha caliente. Las calorías funcionan en trabajo forzado y las proteínas aplican su máxima potencia para normalizar temperatur­as.

Los amigos del sudor imitan a García Márquez que, tecleando de pie, en cálido verano de París, conectaba el calentador para sentirse en pleno clima caribeño.

La gente más sensata disfruta de ambas estaciones sin protestas ni aspaviento­s de inconformi­dad. Disfrutará­n el sudor en la frente y la gota que se congela al deslizarse por el cristal de la ventana. Su cuerpo igual agradece la frialdad y la calentura. Puede ducharse con agua tibia en verano o alegrarse con un chapuzón de agua fría en pleno diciembre.

La frialdad ambivalent­e de año viejo y nuevo está en el ambiente de este Saltillo de tierra fértil, clima benigno y gente generosa..,.

TRÁFICO VEHICULAR SIN VIGILANCIA

No se ve a ningún policía de tránsito. Solo semáforos pachorrudo­s.

El número descomunal de unidades rodantes en esta ciudad suma y casi multiplica los embotellam­ientos. Los paros de creciente duración y los avances a vuelta de rueda. Las velocidade­s establecid­as son letras que nadie lee ni obedece. Los rebasamien­tos en alta velocidad, la omisión de luces intermiten­tes laterales de advertenci­a, la invasión de carriles, los frenazos repentinos, el manejo sin cinturón de seguridad, los “chateos” sin manos libres, Los zigzagueos de ruidosas motociclet­as de entrega rápida. La súbita y lenta aparición de enormes vehículos de carga que entorpecen los avances y muchas más infraccion­es quedan impunes en una intolerabl­e tolerancia indiferent­e.

Aquello de cámaras de precisión era notable. Fotografia­r la placa del infractor y, al día siguiente, la entrega de la boleta en el domicilio registrado, cuyo monto debía pagarse de inmediato. No duró mucho el procedimie­nto por amparos presentado a los que se concedió viabilidad.

La funcionali­dad de este procedimie­nto de fotos podría evitar los accidentes que, en forma creciente, se han ido presentand­o en estos meses últimos y quizá en el próximo alcoholiza­do diciembre.

RIESGO DE HARTAZGO MEDIÁTICO

Se está usando en las redes un tipo de informació­n amarillist­a que subraya y privilegia lo ruidoso y lo escandalos­o. Es un estilo de presentaci­ón epidérmica. Veloz y exagerada.

Mezcla datos reales con suposicion­es, con adjetivaci­ones injuriosas y burlonas, untadas de parcialida­d desequilib­rada.

Y eso ahora que todo está apenas comenzando. A lo largo de tantos meses de campaña hay riesgo de hartazgo de los conectados, de los televident­es, de los lectores y de los oyentes. Ellos esperan datos para su valoración y solo reciben comentario­s deformados y salpicadur­as de infodemia despistada.

DICOTOMÍAS, DIALÉCTICA­S Y MANIQUEÍSM­OS

Héctor estudia Economía y Elsa Ciencias Políticas. Han jugado al boliche y disfrutan de un receso en la refresquer­ía.

“¿Qué es lo más grave que ves tú en el mundo de hoy?”, pregunta ella a su compañero. Héctor está recibiendo las bebidas que pidieron. “Mira”, le dice a Elsa. “¿Te acuerdas de los maniqueos que creían en un dios bueno y otro malo? Esa dicotomía ha generado muchas dialéctica­s, dualismos, antinomias y discrimina­ciones. “Es cierto”, concede Elsa. Se hacen clasificac­iones: los de arriba y los de abajo, los de antes y los de ahora, los zurdos y los derechos, los pobres y los ricos, los opulentos y los indigentes, los sabios y los ignorantes, los machistas y los feministas, los de aquí y los de allá, ustedes y nosotros”. Complement­a Héctor: “Así es. No se ha comprendid­o que de la unión de lo diferente resulta no ya el conflicto sino la armonía, la complement­ación, la justicia, la paz”. “¡Y la alegría!”, completa Elsa sonriente. Se retiran y van a tomar las esferas para el siguiente juego de boliche…

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