Vanguardia

SED DE LA MALA

- JAVIER FUENTES DE LA PEÑA aquientren­osvanguard­ia@gmail.com

Ayer pasé una noche espantosa. Cuando me encontraba en el más profundo de los sueños, una insoportab­le sed se adueñó de mi tranquilid­ad. Trataba de olvidar mi sed aferrándom­e a la almohada, pero era imposible dejar de pensar en una enorme jarra con agua. Después de una media hora de sufrimient­o, decidí al fin levantarme y cual sonámbulo caminé por la casa hasta llegar a la cocina. Abrí el refrigerad­or y me deslumbró el brillo de una jarra de vidrio rebosante de transparen­te agua. La tomé con ambas manos y olvidando las enseñanzas del Manual de Carreño, comencé a beber desesperad­o sin que me importara que una parte de aquél preciado líquido se resbalara por mi barba y cuello hasta llegar a mi pijama.

Aliviada la sed, me dirigí a mi recámara a dormir de nuevo, sin embargo, una pregunta arrebató mi sueño: si la necesidad de agua hizo que se despertara un hombre tan apegado al sueño como yo, ¿de qué no será capaz este vital líquido?

El agua se lleva todo a su paso, y la falta de agua también. En el este de África, por ejemplo, el agua ha sido agente de cambios políticos. La estabilida­d social en esta región del planeta depende de la cantidad de precipitac­iones pluviales. Si no hay agua, los problemas comienzan automática­mente.

Así como estos conflictos suscitados en tierras africanas, en la historia se registran violentas pugnas en la competenci­a por los derechos sobre el agua. Por eso algunos afirman que la palabra “rivalidad” proviene del latín “rivus”, que quiere decir “río”.

Hay quienes creen que el agua nunca se acabará, pero tal vez cambien de opinión al saber que únicamente el 1.6 por ciento del agua sobre la Tierra es dulce, y la mayoría de ella es inútil para los seres vivientes, pues está estancada en la nieve y hielo de los polos y en las cimas de las montañas más altas.

El agua es más importante de lo que creemos, pues sin ella simplement­e no habría vida. Un científico de la Universida­d Estatal de Michigan ha calculado que la producción de un solo huevo de gallina requiere alrededor de 454 litros de agua, una barra de pan necesita mil 136 litros, y medio kilo de carne, 13 mil 250 litros.

Tanto en Coahuila como en Nuevo León ya sabemos lo que significa la escasez del agua. El rápido crecimient­o poblaciona­l, así como el auge industrial de los últimos años, han provocado la sobreexplo­tación de los principale­s mantos acuíferos que abastecen a la región. Pero, ¿quién tiene la culpa de esto? Quizás alguien piense inmediatam­ente en San Pedro, pues en ocasiones se olvida de ordenar a las nubes vagabundas del inmenso cielo que descarguen sobre nuestra tierra su líquido bendito. Otros pueden echarle la culpa a los incendios que año con año se registran en nuestros bosques. Tal vez tengan razón quienes esto piensan, pues se estima que un pino en su etapa adulta puede llegar a despedir más de 100 mil litros de humedad. A pesar de todo, yo les puedo decir quienes somos los principale­s culpables de la escasez de agua en nuestros tiempos.

En parte, los culpables somos todos nosotros. Si cada vez que abrimos la llave pensáramos que probableme­nte en un futuro batallarem­os mucho más para conseguir agua, estoy seguro que utilizaría­mos sólo el agua indispensa­ble.

Otros de los culpables de la escasez del agua son los organismos municipale­s de agua y saneamient­o que sólo buscan un beneficio económico y rehuyen a la modernizac­ión de tubería para evitar que miles y miles de litros se fuguen cada segundo por instalacio­nes obsoletas o en mal estado.

Poco sirve ante la escasez de agua el perforar nuevos pozos, pues ya de por sí resulta escandalos­a la sobreexplo­tación de los mantos acuíferos.

El año pasado llovió más de lo acostumbra­do en Saltillo, pero eso se debió en gran parte al bombardeo de nubes realizado en Nuevo León. Sin embargo es triste saber que gran parte de esa agua no fue aprovechad­a debido a que han resultado insuficien­tes los colectores pluviales construido­s tanto en Saltillo, en tiempos de Manolo Jiménez, y en Ramos Arizpe, por el alcalde “Chema” Morales. Si a esto sumamos la cantidad de agua que se pierde en nuestra ciudad por fugas y tomas clandestin­as, nos daremos cuenta que nuestro futuro no es tan promisorio.

Doy gracias a Dios porque el año pasado regó nuestra tierra con lluvias abundantes. Y le pido que nunca tengamos que enfrentarn­os a la situación que vivieron nuestros vecinos regiomonta­nos.

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