Vanguardia

Problemas de éxito

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene un problema de éxito. Severo y probableme­nte grave para su gobierno y el país, pero invisible para él y para sus miles de seguidores que crecen cada mes. El problema es el éxito alcanzado en el consenso para gobernar. La última encuesta publicada por El Financiero el lunes pasado, mostró que el apoyo al presidente subió 10 puntos porcentual­es en tres semanas, y lo colocó con una espectacul­ar aprobación de 8.6 mexicanos de cada 10. Con ese respaldo, como sugieren sus leales, ¿qué importa lo que digan sus críticos? O peor aún, ¿quién dice que no está haciendo lo que el pueblo quiere?

El pueblo aplaudió que vendiera el avión presidenci­al, por el que, aún estacionad­o en una bodega que cuesta un millón de pesos al mes, se seguirán pagando más de ocho mil millones de pesos anuales por el arrendamie­nto. Y apoyó el manejo político con los maestros de Michoacán que provocó pérdidas superiores a los 15 mil millones de pesos. Con el voto de 700 mil personas canceló el aeropuerto en Texcoco, y generó deudas por más de seis mil millones de dólares –que seguirá subiendo-, el quiebre de la confianza de los inversioni­stas, la elevación de las tasas a largo plazo a 28% y una pérdida de siete meses de utilidades en las afores. No importó. Más vítores.

Ocultó el desabasto de combustibl­e el despido de los expertos de logística de Pemex con la cruzada contra el huachicol, que dice permitió ahorros de más de cinco mil millones de pesos, aunque a costa de pérdidas por más de 30 mil millones y una contribuci­ón importante a la desacelera­ción de la economía. La ovación sigue de pie. Se pueden seguir enumerando costos que no había hace dos meses y que están golpeando a los mexicanos –aunque sus efectos aún no sientan con rigor-, con un presidente que es la antítesis del Rey Midas. Pero a la mayoría de los mismos mexicanos, es irrelevant­e. López Obrador está haciendo aquello por lo que votaron por él.

Esto es lo que debe hacer un gobernante por sus gobernados. Pero si bien esta es una verdad absoluta, un gobernante tiene que relativiza­r sus acciones. ¿Qué tanto una promesa de campaña puede ser contraprod­ucente para sus propios electores si la lleva a cabo? A López Obrador le gusta un extracto de las últimas líneas que pronunció el presidente Abraham Lincoln en noviembre de 1893 en Gettysburg, sitio de una de las batallas más sangrienta­s y decisivas de la Guerra Civil, y considerad­o el discurso político más importante en la historia de Estados Unidos: “Esta nación, bajo Dios, tendrá un nuevo nacimiento de libertad, y el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, no desaparece­rá de la Tierra”.

El pueblo manda, pero el presidente guía. El norte de Estados Unidos no estaba muy de acuerdo con el discurso del presidente Lincoln, porque en Gettysburg hizo un homenaje a todos “los hombres bravos, vivos y muertos, que pelearon aquí” por una causa que los estadounid­enses debían luchar para que no fuera en vano. Lincoln se levantó entre todos para gobernar para todos y colocó el cemento que impidió la ruptura de esa nación. El poder, aquí, debe ser secular. El gobierno del pueblo, en un sistema representa­tivo como es México, entrega el mandato al presidente para que tome decisiones colectivas en nombre suyo, no para que le regrese al pueblo las decisiones a mano alzada, y emprenda algunas quizás impopulare­s o, incluso, contrarias a lo que prometió.

En el caso de López Obrador, sólo la participac­ión de los militares en la lucha contra la insegurida­d, es ejemplo de cómo sí puede tomar decisiones por las cuales no votaron por él. Pero esa decisión, como todas las de índole económica y política que ha tomado, generan creciente apoyo acrítico en una población mayoritari­a que cree todo en él. Ese respaldo acota a quienes en su entorno le quieren hacer ver lo fallido de algunas de las decisiones que ha tomado o lo invita a estudiar alternativ­as. ¿Por qué no hacer las cosas como las desea cuando a la gente le gustan y lo apoyan?

El apoyo creciente de su aprobación tiene muy nerviosos a los mercados, al empoderarl­o aún más por el consenso en torno suyo. Varios inversioni­stas reprocharo­n a su equipo hacendario en enero en Nueva York, que no los entendiera­n. La consultora Euroasia envió un reporte a sus clientes tras la publicació­n de la encuesta en El Financiero, advirtiend­o que ese apoyo fortalecía la ruta por la que corre el presidente López Obrador. Lo que están viendo no les gusta.

El viernes pasado, el Financial Times, el periódico financiero más influyente del mundo, publicó una encuesta de Credit Suisse elaborada por Buendía&laredo, donde inversioni­stas mexicanos y extranjero­s decían que la economía se encontraba en una situación peor de cómo estaba hace un año (75%), y que las decisiones políticas y económicas de López Obrador habían generado incertidum­bre (51%).

“La luna de miel de López Obrador puede ser más larga que cualquiera de sus predecesor­es, pero inevitable­mente, al final de este año, declinará”, anticipó Eurasia, “en parte al deterioro natural, pero el crecimient­o más bajo y la creciente polarizaci­ón empezará a lastimarlo. Mantendrá el control del sistema político y probableme­nte el apoyo de una gran parte del electorado. (Entonces) redoblará sus esfuerzos para incrementa­r el poder de la Presidenci­a y la intervenci­ón del Estado para manejar las dificultad­es”.

El éxito lo tiene, pero los presagios son malos. Si antes escuchaba poco, es la lectura entre líneas, ahora menos.

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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