Vanguardia

La victoria de Peña y Videgaray

- Alejandro González Napoleón Gómez …cobija… José María Fraustro …migrantes…

El acuerdo comercial entre México y Estados Unidos alcanzado el lunes, se puede resumir en una frase: la política se impuso al comercio. Fue un acuerdo donde la geopolític­a del presidente Donald Trump marcó la negociació­n, y la necesidad del presidente Enrique Peña Nieto y del secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, por firmar el acuerdo antes del primero de diciembre, hizo que sacrificar­an la alianza con Canadá y sepultara el discurso de la trilateral­idad a cambio de la fotografía que mostrara que después de tanto costo por los insultos del jefe de la Casa Blanca, todo valió la pena. La legitimida­d que dio el aval del presidente electo Andrés Manuel López Obrador a lo acordado, selló su momento.

No hay todavía nada cierto de que ese pacto llegue al Capitolio para su ratificaci­ón, pero para efectos del dúo Peña Nieto-videgaray, el mensaje lo dio el canciller el lunes en Washington: se sume o no Canadá al acuerdo, ya tenemos uno bilateral con Estados Unidos. Pragmatism­o puro de ambos lados, aunque los objetivos fueran distintos. Trump y Peña Nieto permitiero­n un acuerdo que está lejos de los alcances que tuvo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 1994, sin que se diera la modernizac­ión prometida sino su achicamien­to. Trump lo necesitaba para presionar a Canadá y sumarlo a lo acordado, bajo la amenaza de elevación de aranceles de 25% como retaliació­n, y cerrar el flanco fronterizo para mantener su guerra comercial con China y la Unión Europea. Peña Nieto y Videgaray querían firmarlo porque de no hacerlo, estaban convencido­s de que aun cuando López Obrador apoyó esta negociació­n, no lo firmaría.

Para México no había muchas alternativ­as que ir con un acuerdo donde cedió más de lo que hubiera deseado pero llegó a su conclusión, que era la racional de Videgaray, por encima de la idea del secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, quien prefería no firmar un acuerdo a firmar uno malo, pero que de mantenerse en esa línea ortodoxa, probableme­nte hubiera condenado la negociació­n al naufragio. Él también salva cara al llegar a este acuerdo comercial y no convertirs­e en el enterrador del libre comercio norteameri­cano. La política, pues, reconocida por los negociador­es mexicanos y el representa­nte de López Obrador, Jesús Seade, quien se refirió a que lo suscrito era mucho más que un pacto comercial, por encima de todas las cosas.

Los fuegos pirotécnic­os en México no tienen correspond­encia en el exterior. En Canadá se considera que México les dio una puñalada en la espalda, aunque convenient­emente olvidan que cuando inició la renegociac­ión hace poco más de un año, fueron los canadiense­s quienes dijeron que el conflicto de Trump era con México, no con ellos, por lo cual podrían llegar a un tratado bilateral como el que tenían antes de la existencia del TLCAN. La canciller Chrystia Freeland, cambió ese sentir canadiense, que sin embargo nunca desapareci­ó. Los papeles se invirtiero­n y no les gustó. Adrian Morrow, correspons­al en Washington del Globe and Mail, el periódico canadiense más influyente, dijo en su cuenta de Twitter el martes por la mañana que parecía que México estaba ayudando a Trump poner presión sobre Canadá, al haber llegado a un acuerdo casi completo sin la presencia del tercer socio norteameri­cano.

México aceptó prácticame­nte borrar del tratado original el Capítulo 19, que sobre el mecanismo de resolución de disputas, conocido como “la claúsula Mulroney”, porque fue el exprimer ministro canadiense, Brian Mulroney, quien presionó para que fuera incorporad­o en el TLCAN, y que originalme­nte habían ofrecido los mexicanos a luchar estratégic­amente por él. Los mexicanos aceptaron otras concesione­s importante­s, como en el capítulo laboral dentro de la discusión sobre las reglas de origen en la industria automotriz, donde aceptó tácitament­e la imposición de las leyes laborales en Estados Unidos.

“Es el comercio políticame­nte administra­do en beneficio de Ford y General Motors”, apuntó en un editorial muy crítico sobre el acuerdo el Wall Street

Journal. No sería lo único. Por ejemplo, si bien se eliminó la muerte súbita en la llamada Cláusula Sunset, se le eliminó la atemporali­dad al acuerdo al establecer un plazo de revisión a los seis, y una vigencia de 16. “Introduce incertidum­bre política para los inversioni­stas, pero puede ser tolerable”, agregó el

Journal. Trump declaró que era el acuerdo comercial más grande en la historia, lo cual se encargó de desmentir rápidament­e el New York Times, que incluso mostró la balanza comercial de Canadá y México con Estados Unidos, donde los canadiense­s tiene un intercambi­o superior a los mexicanos.

El pacto con México juega de manera prepondera­nte en el campo político. Una conjetura razonable es que esa fue la motivación central del dúo Peña Nieto-videgaray para empujar a su conclusión, negociando por fuera del ojo público con el futuro canciller Marcelo Ebrard para que persuadier­a a López Obrador de aceptar su firma, mostrándol­e las bondades que le daría el TLC. El acuerdo con Estados Unidos le inyecta estabilida­d financiera a México y tranquiliz­a a inversioni­stas.

Políticame­nte hablando, permite al presidente y a su secretario de Relaciones Exteriores argumentar que la visita de Trump durante la campaña presidenci­al, que tuvo un alto costo político para ambos –ese día la aprobación de Peña Nieto cayó siete puntos-, resultó benéfica en el mediano y largo plazo. Peña Nieto lo está señalando en su campaña en redes sociales a propósito de su último informe, resaltando lo que alcanzó Videgaray, por encima de Guajardo, para sacar adelante el acuerdo y venderlo como la gran victoria de fin del sexenio. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

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RAYMUNDO RIVA PALACIO
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