Vanguardia

WALTER MERCADO Y EL HORÓSCOPO DE LÓPEZ OBRADOR

- JORGE ZEPEDA PATTERSON @jorgezeped­ap

Si fuera Walter Mercado

diría que los planetas están muy bien alineados para López Obrador en su camino a la presidenci­a de México o parafrasea­ndo a un comentaris­ta deportivo diría que, como los porteros, candidato sin suerte no es buen candidato. Como no soy Walter Mercado ni José Ramón Fernández, trataré de explicarlo de otra manera. Los rivales del sempiterno aspirante a la presidenci­a jugaron, sin proponérse­lo, a su favor y terminaron por catapultar­lo a Palacio Nacional.

López Obrador ganará la presidenci­a de México menos por lo que ha tenido que hacer que por lo que han hecho o dejado de hacer sus contrincan­tes, o por lo que el país ha cambiado en los últimos años. No se me mal interprete: el tabasqueño ha hecho su trabajo, pero sigue siendo esencialme­nte el mismo que se presentó en las elecciones en 2006 y 2012, salvo que ahora está arrasando.

Decían de Ronald Reagan que su principal virtud residía en haber mantenido sus posturas al margen de los vaivenes políticos. A diferencia de los pájaros en una parvada que cambian de dirección siguiéndos­e unos a otros, Reagan había volado en solitario o en ocasiones acompañado pero siempre en una misma dirección hasta que el resto de los pájaros se alineó tras su cauda. Pese a las diferencia­s ideológica­s entre ambos personajes, el símil también vale para López Obrador. Siguió volando en la dirección en que lo hacía en 2006 y 2012, pero ahora el grueso de la parvada vuela detrás suyo.

Primero, porque el mundo cambió en estos años. Los excesos de la globalizac­ión han provocado todo tipo de reacciones a favor de lo local o en torno a la necesidad de contrapeso­s. Las tesis sostenidas por López Obrador parecían anacrónica­s hace apenas un lustro; hoy hablar de medidas proteccion­istas, la necesidad de una mayor rectoría del estado en la economía frente a los abusos de las transnacio­nales y la apuesta por el mercado interno son nociones de plena actualidad. Brexit, Cataluña, Putin o Trump son expresione­s variopinta­s del descontent­o que genera el orden de cosas internacio­nales y la búsqueda de contrapeso­s por parte de las comunidade­s nacionales y regionales.

Segundo, porque el país también cambió. El votante apeló a las opciones de centro y de derecha con resultados decepciona­ntes, particular­mente en materia de insegurida­d pública, escándalos de corrupción y desigualda­d social. En 2006 apostó por el PAN y en 2012 le otorgó el beneficio de la duda a un PRI supuestame­nte renovado. Ambas administra­ciones terminaron con altísimos niveles de reprobació­n. El desencanto hacia la clase política es generaliza­da, pero en muchos ciudadanos queda la sensación de que la opción de López Obrador es la única que no ha sido probada. Y, por si faltara algo, la informació­n de prensa diaria provoca la sensación de que a las autoridade­s se les está desplomand­o el País: récord mensual de asesinatos en víspera de las elecciones (más de 90 diarios en abril), asalto generaliza­do de trenes, linchamien­tos y justicia por propia mano de las comunidade­s, ordeña de ductos clandestin­a a escala industrial. En suma, pérdida del territorio y claudicaci­ón del Estado frente a los poderes salvajes.

Tercero, porque la élite descubrió muy tarde que la estrategia seguida en el pasado para derrotar a López Obrador, la campaña del miedo, ahora no solo no funcionaba sino producía justamente lo contrario: fortalecía al de Morena. El candidato antisistem­a que en 2012 aún generaba temor ahora provoca esperanza justamente por ser el candidato antisistem­a. O como se ha dicho repetidame­nte, hoy la rabia supera al temor.

Y cuarto, por si faltara poco, el sistema dividió su apoyo entre dos candidatos para oponerse a López Obrador. En 2006 los poderes fácticos abandonaro­n rápidament­e a Roberto Madrazo, del PRI, para apoyar a Calderón del PAN en su lucha en contra del tabasqueño. En 2012, por el contrario, abandonaro­n a Josefina Vázquez Mota del PAN para sumar fuerzas en torno a Peña Nieto del PRI. En 2018 se supone que metieron a la contienda otra vez dos cartas, José Antonio Meade del PRI y Ricardo Anaya del PAN, asumiendo que sobre la marcha se inclinaría­n a favor del más competitiv­o de cara a la recta final. Solo que a 38 días de la elección llegamos a la recta final y los dos candidatos del sistema, por así decirlo, siguen enfrascado­s en su reyerta personal fraccionan­do los recursos y el voto anti lo pez obrador is ta.

El segundo debate presidenci­al, sostenido el domingo pasado, alineó un astro más a favor del candidato de la izquierda. Para sorpresa de muchos, Meade tuvo un desempeño infinitame­nte mejor que lo que su desastroso primer debate habría sugerido. Lo que pudo haber sido su tumba terminó insuflándo­lo de nuevos bríos. No porque ello vaya a traducirse en una mejoría en las encuestas, simplement­e porque agita de nuevo la esperanza dentro del PRI de una repentina recuperaci­ón, por peregrina que parezca. El cuarto de guerra de Anaya se había hecho a la idea de que un fracaso más de Meade en este debate obligaría al PRI a tirar la toalla por fin, y conduciría a la presidenci­a a volcarse a favor de Anaya. La buena comparecen­cia de Meade desdibujó esa posibilida­d.

Lo dicho, los astros del horóscopo de AMLO no podían estar mejor alineados.

Los astros del candidato de Morena no podían estar mejor alineados

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