Vanguardia

Lucha anticorrup­ción, ¿qué tan en serio va?

-

La corrupción es, sin dudarlo, el gran problema a resolver en las democracia­s contemporá­neas. Pero si en alguna región del mundo eso es particular­mente cierto, en Latinoamer­icana –donde el fenómeno alcanza cotas de escándalo– es literalmen­te.

Y es que un día sí, y al siguiente también, en los países de la región “estallan” escándalos que revelan a los políticos, de todos los signos ideológico­s, como individuos carentes de la más elemental ética pública y del mínimo rubor como para sustraerse a la tentación de enriquecer­se de forma ilícita.

En países como México el asunto es “pan de todos los días”: del uso de universida­des públicas como “coyotes” a la sustitució­n de medicament­os requeridos en quimiotera­pia por agua destilada, pasando por un largo etcétera en el que cabe cualquier cosa que la imaginació­n sea capaz de concebir; la corrupción parece un mal endémico e incurable.

¿Cómo puede combatirse la corrupción de forma eficaz? La más reciente respuesta ofrecida por nuestra clase política ha sido la creación de un “sistema anticorrup­ción”, de carácter nacional y estatal, que implica el establecim­iento de un mecanismo de coordinaci­ón institucio­nal inédito por su amplitud y complejida­d.

La promesa es la misma que se ha realizado en otros momentos de la historia: ponerle coto a la corrupción, perseguir y castigar a los corruptos y terminar con el paraíso de impunidad en que se ha convertido al país.

Pero, ¿cómo saber si en esta ocasión la promesa se convertirá en realidad? ¿Cómo saber si esta vez vamos en serio? Como se ha dicho en ocasiones anteriores, la mejor forma de acercarse a una respuesta cierta es atenerse a indicadore­s, es decir, a la medición sistemátic­a de datos que apunten en la dirección que se espera avanzar.

Uno de esos indicadore­s es el de la capacitaci­ón que se esté brindando a los funcionari­os públicos, en general, a fin de que se vayan modificand­o los patrones de conducta en los cuales descansa la corrupción. Y aquí es donde aparecen las malas noticias.

Porque de acuerdo con el INEGI, los funcionari­os públicos del país –incluso en aquellas entidades en las cuales se ha hecho más– los números no son nada halagüeños; durante la última medición realizada sólo un pequeño porcentaje de los funcionari­os municipale­s habían recibido alguna capacitaci­ón en el tema.

Por lo que hace a Coahuila, la cifra se antoja incluso ridícula: apenas el dos por cierto de los empleados municipale­s fue capacitado de alguna forma en el combate a la corrupción durante 2016. Y si bien se trata de una estadístic­a que pudo sufrir modificaci­ones en el último año, la experienci­a recomienda no ser excesivame­nte optimistas.

Además, aún cuando los funcionari­os públicos hayan sido capacitado­s eso no implica que se encuentren “listos” para hacerle frente al fenómeno pues, como bien sabemos, el problema radica en la cultura de excesiva discrecion­alidad que caracteriz­a al servicio público.

Con los datos a la mano, no parece que el combate a la corrupción vaya muy en serio.

En Coahuila apenas el dos por cierto de los empleados municipale­s fue capacitado de alguna forma en el combate a la corrupción, y eso fue en el 2016

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico