Vanguardia

PADDINGTON 2: LA TERNURA NO ESTÁ PELEADA CON LA CALIDAD

REVIEW

- CARLOS DÍAZ REYES

¿Quién dice que no se puede hacer una película dulce y tierna que no sea buena? ¿Acaso la cursilería es sinónimo de mala calidad? ¿Cómo es posible que una película familiar con un oso digital interactua­ndo con humanos sea tan buena? “Paddington” (2014) sorprendió al mundo hace un par de años y ahora regresa para superar con creces las altas expectativ­as. Esta es una cinta infantil hecha con cuidado, precisión y enorme corazón. El ejemplo perfecto de un filme cumpliendo con su propósito y una piedra angular dentro de la serie de bodrios que se han realizado con creaturas digitales y actores reales. Evitando el chiste vulgar, sin dejar de ser inteligent­e, pero sin complicars­e demasiado, “Paddington 2” es dulce como la mermelada de naranja que este oso oculta bajo su sombrero.

El pequeño y peludo protagonis­ta sigue viviendo en Londres con la familia Brown, lejos de su familia de osos adoptivos. Sin embargo, no ha dejado de recordar y agradecer a su Tía Lucy, quien está cerca de cumplir 100 años. Como regalo, y dado que ella siempre ha querido conocer Londres, se decide por un libro antiquísim­o y valioso de aquella ciudad, para mandárse- lo como obsequio al bosque. Sin embargo, el ejemplar es robado por un actor fracasado con delirios de grandeza y él falsamente acusado y enviado a prisión. Ahora, Paddington con su infinita bondad y capacidad de ver lo bueno en los demás, deberá sobrevivir en un mundo rudo y cruel.

Recuerdo que en 2014, cuando iba a salir la primer película de “Paddington”, al ver el trailer me vino a la mente la deleznable saga de cuatro películas de “Alvin y las Ardillas” y las igual de abominable­s películas de “Los Pitufos” con Neil Patrick Harris. Un ejercicio que ha funcionado mal tantas veces que hasta nos recuerda a Jar Jar Binks en el Episodio I de “Star Wars”. La fórmula: animal chistoso, humanos interactua­ndo con él. La historia parecía indicar que no había manera de que “Paddington” fuera buena. Bajo la dirección de Paul King, se demostró a tal grado mi error que hasta es una ofensa mencionar las otras películas en el mismo texto que a “Paddington”.

Esta segunda parte es incluso mejor que su predecesor­a. Así que, otra vez con la dirección de King, lo demuestra no sólo una sino dos veces: es posible hacer una buena película familiar de este tipo. Sin un solo ápice de malicia, tierna por donde se le vea y bienintenc­ionada en todos los sentidos, “Paddington 2” es simple pero poderosa, absurda pero no ridícula, graciosa sin ser ofensiva y con un gancho emocional tan fuerte que no me sorprender­ía que le arrancara unas lágrimas hasta al tipo más rudo de la prisión más peligrosa. Sí, esta es una película tierna donde uno ve al osito y dice: “¡aw, qué bonito!”. Pero también es una cinta donde esa expresión tiene un sentido. Suena a lo más cursi del mundo pero es verdad: el oso Paddington se gana nuestro corazón con todo el derecho.

Mientras la veía me preguntaba ¿cómo es posible que algo tan sencillo funcione tan bien? Cuando llegó la última toma y la última línea y una sensación cálida invadió mi pecho, entendí todo. “Paddington 2” simplement­e hace las cosas bien. Es adecuada en su comedia y su arco dramático. Con todo lo que ocurre, la aventura que se va enredando más paso a paso, nunca se pierde el hilo de que la principal motivación del oso es darle un regalo a su Tía Lucy. Y no como un hecho materialis­ta y superficia­l, sino como un genuino agradecimi­ento hacia alguien que es profundame­nte especial para él. Esto nos lo dicen desde la primera hasta la última escena. En medio hay una serie de hechos e instantes cómicos que no son agregados gratuitos, sino que tienen un peso e importanci­a.

No es muy difícil, es tan simple como una secuencia graciosa en que Paddington está limpiando ventanas para juntar dinero para comprar el libro. La comedia es así, corporal pero sin ser de pastelazo. Clásica pero tan efectiva que nos recuerda intensamen­te a Buster Keaton o Charlie Chaplin (a quien hace una referencia bastante buena). O bien luchar contra los prejuicios al hacerse amigo de los prisionero­s, mientras que el verdadero villano es un actor egocéntric­o. Así, las cosas son simples pero, quizá por lo mismo, funcionan. Y esto nos lleva al punto más alto: su inmenso corazón y bellísimo mensaje. Una joya digna de ovación.

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