Vanguardia

¿MALTRATO O ACCIDENTE?

El 25 de octubre, Kelly de 2 años se volvió noticia nacional tras haber sido, presuntame­nte, golpeada por su padrastro Tony, quien ya se encuentra en la cárcel. Sin embargo, Rosy, mamá de la menor, dice que su hija se lastimó al caer de la cama. ¿Qué fue

- POR JESÚS PEÑA EDICIÓN: NAZUL ARAMAYO ILUSTRACIÓ­N: ALEJANDRO MEDINA DISEÑO: EDGAR DE LA GARZA

E n el video de Facebook, tomado medio en penumbras, una mujer joven, aperlada, ojos grandes, esbelta, el cabello negro recogido en una cebolla, el rostro demacrado, desvelado, bañado en lágrimas, suplica:

“Quiero que me ayuden a que me regresen a mi niña, más que nada el Gobierno, que se ponga en mi lugar, que me ayude con mi bebé, porque ellos se la quieren llevar. No me hagan pensar lo que dice la gente: que los venden. Es mi bebita. Soy una madre desesperad­a por ver a mi niña”. Eso ya pasó. Ahora, en la sala-cocina de la casa de sus padres, colonia Vicente Guerrero, Rosa María Huitrón, la madre de la niña Kelly Nicole, quien se convirtier­a en noticia nacional tras haber sido, presuntame­nte, golpeada por su padrastro, cuenta su verdad.

La muchacha de 23 años, con estudios de secundaria, está sentada a la mesa de su casa, custodiada por dos señores, dos hombres más bien maduros, entrecanos, que se han presentado como sus defensores, los licenciado­s Álvaro González y César Cavazos.

La pieza de paredes pastel muestra un cuadro con imágenes de frutas voluptuosa­s, varios sofás, una estufa, la despensa y enfrente el retrato de la Última Cena.

Rosa María está narrando, la voz quebradiza, lo que sucedió a las 9:00 de aquella mañana del 25 octubre, el principio de su desgracia.

Y repite lo que ya dijo, hasta el cansancio, a las autoridade­s y a los periodista­s:

“Dejé la niña ahí, le dije al chavo ‘deja voy a traer las tortillas’, dijo ‘sí, está bien’. Nicole se quedó llorando. Tony arrancó para el otro cuarto. No me tardé ni 10 minutos. Oyó Tony que la niña se cayó, fue corriendo, la agarró y la abrazó. En eso llegué yo y le dije ‘¿qué tiene la niña?’, dice ‘es que se cayó’, le dije, ‘¿pero no viste cómo se cayó?’, y dijo ‘yo no vi’. Se cayó y él fue y la recogió”.

Rosa intentó reanimarla frotándola con alcohol, pero la niña no reaccionó.

Entonces ella y José Antonio Rivera Aguillón, “Tony”, de 22 años, su pareja, el padrastro de Kelly Nicole, se echaron a llorar.

que mira, la niña no reacciona’, le digo. La trajimos un ratito ahí y le digo ‘no, ya me voy’. Los dos estábamos asustados, no sabíamos qué hacer. Yo agarré la niña y me la llevé”.

La escena ocurrió en el dormitorio de una vivienda ubicada en la calle Cañón del Tunal, de la colonia Nuevo Teresitas, una barriada Infonavit de niñas-madre yendo con sus nenes en carriolas, la casa de alquiler donde vivían Rosa, Antonio y la pequeña Kelly Nicole, de dos años nueve meses.

“Fui con mi hermana, le dije ‘es que la niña’ y le dio como tantito café. La niña vomitó y mejor nos la llevamos. Dijo mi hermana ‘no, Nicole está muy mal’. No podía respirar”.

Rosa y su hermana fueron con la bebé donde la Cruz Roja. Y eso es todo. Que la niña se cayó de la cama, eso fue lo que dijo José Antonio, que se cayó de la cama, eso fue lo que dijo Rosa.

Un día después amaneció en la tapa de los periódicos de todos lados: “Padrastro golpea a niña de dos años”.

A la 13:00 horas de otra tarde, un señor campesino, sesenta y pocos, alto, delgado, morocho, bozo, guaripa, vaqueros, botas picudas, Marco Antonio Rivera Salinas, el padre de Tony, clama que su hijo no debe nada.

“Yo estoy seguro que mi hijo no debe nada, porque la niña lo quiere mucho a él. Está encerrado injustamen­te”.

La amplia sala de la casa, plantada en una calleja sin asfaltar, la Salvador, en la Monte Sinaí, un sector al que se llega pasando vados terrosos, luce tapizada de fotografía­s familiares.

“Porque yo como padre, y usté también tiene su familia y conoce a sus hijos, ¿verdad?, sabe quiénes son buenos y quiénes son malos, porque de todo da la mata, de todo da la mata. Yo a mijo no lo creo capaz de eso. De golpear a la niña, no”. ¿Cómo lo pinta usted? “Es hasta muy tímido pa hablar. De todos es el más simple de mis hijos. Le digo ‘mijo, dime la verdá, si lo hiciste, dígame, mijo’, dice ‘papi, yo te lo juro, por mi madre que está en el cielo que yo nunca he tocado a la niña, nunca le puse una mano encima’, y yo le creo a mijo”.

Hace unos minutos que Otilia Romero, la mamá de Rosa, se tiñó el pelo y anda por la sala – cocina de su casa, calle Nueve, en la colonia Guerrero, de aquí para allá, con una gorrita de hule en la cabeza.

Es miércoles a mediodía y Otilia, cincuenta y pico, morena, llenita, ni alta ni chaparra, dice que el jueves ella y su esposo albañil se presentará­n a la Procuradur­ía para los Niños, las Niñas y la Familia (Pronnif) para solicitar la custodia de su nieta Kelly Nicole, interna en la Casa Cuna del DIF desde principios de noviembre.

“Rosy no puede estar aquí y yo la corrí, le dije ‘vete, no puedes estar aquí, yo tengo que estar con la niña, yo la voy a cuidar y yo le voy a comprar sus cosas a mija, todo lo que necesite se lo voy a comprar’. Lo que le haga falta yo se lo voy a dar a mija, a mi nieta. Yo quiero que me la den, me comprometo a cuidarla. No quiero que esté sufriendo ahí adentro, abandonada. Mi nieta tiene su familia, nosotros somos su familia. Me da de llorar, me da mucha tristeza de mija”.

Dice Otilia y se enjuga las lágrimas con el dorso de la mano. ¿Cómo es Rosa? “Ella es noble. Pa uno todos sus hijos son nobles ¿No ve que una madre por sus hijos mete las manos a la lumbre?” ¿Y Antonio? “Convivíamo­s muy poco, pero es muy buen muchacho. Nunca tuvo problemas ella con él. Un doctor me dijo, ‘mire señora, aquí adentro es una cosa, afuera es pura publicidad. Inventarle lo doble para vender el periódico’, así me dijo.

La luz crepuscula­r se cuela por la cochera muros verdes, de los Huitrón Romero, y cae liviana sobre un cuadro de la Virgen de Guadalupe. Una mesita, flores, veladoras. Rosa dice que su madre es creyente de la Virgen y de todos los santos.

La primera vez con Rosa está como escamada y a la defensiva.

“Pos ni que mi hija fuera de hule, pa aguantar tanto”.

Dice apenas abre el portón amarillo pálido y corredizo.

En su rostro se notan las marcas de la depresión y las huellas de días aciagos.

No se parece a la chica melena azabache, fleco, cara afilada, ojos avellana, que posa en el Facebook como una modelo de revista, muchas veces sola, a veces con Tony, a veces con su hija Kelly Nicole, una bebé de cara redonda, pelitos lacios castaños, el vivo retrato del abuelo, dice Rosa.

“Toda la gente dice que ‘mala madre’ y que no sé qué. En el Facebook tengo mil de comentario­s. El chavo está grandote, tiene sus manotas, segurament­e le iba a pegar con la mano. No creo, porque él también tiene una hija y las dos conviven muy bien. Las traemos a las dos, yo ando detrás de ellas, las meto a bañar, las llevábamos a pasear al Bosque Urbano”.

Recién que se juntaron, hace más de un año, Rosa le había dicho a Antonio quería trabajar, y él que “no Rosa”, que prefería que se quedara cuidando de la nena.

“¿Por qué voy a meter a una persona a la cárcel cuando no me golpea, no me maltrata? Al contrario, me trata bien y a mí y a mi hija”, dice Rosa.

El 4 de noviembre, Rosa colgó en su Facebook un video donde clama la ayuda de la gente para recuperar a su hija y la libertad de José Antonio, su pareja, de quien dice es inocente:

“Por favor ayúdenme y compartan este video para que llegue a las demás gentes, que me ayuden a recuperar a mi niña, a mi chiquita. Una persona inocente está encerrada por culpa de ellos, por todas las difama- ciones que están diciendo. Mi niña no está violada, no está golpeada del cráneo”.

Beatriz Adriana Vázquez Juárez, la coordinado­ra de la Unidad Especializ­ada en Investigac­ión de Homicidios Violentos, tiene oficina en el segundo piso de la Fiscalía General del Estado, con vista a la colonia Saltillo 2000, que desde aquí parece un coloso de asfalto y casas de infonavit.

Detrás del escritorio, con ordenador y montañas de expediente­s, Beatriz lee el resultado del peritaje realizado por un forense de esta dependenci­a a la niña Kelly Nicole.

El documento, integrado a la Carpeta de Investigac­ión 1627/2017, dice que la lesión que presentó la menor en el pulmón izquierdo tenía caracterís­ticas de haber sido producida por un objeto contuso, contundent­e, un objeto romo, de bordes irregulare­s o regulares, que puede contundir la piel y ocasionar una herida de esta naturaleza.

La pareja dice que se cayó de la cama…

“En el expediente clínico el médico tratante establece que al preguntarl­e a la niña qué le pasó, ella dijo que le había pegado su papá. Es ahí donde se genera un indicio para esta representa­ción, respecto a la forma en la que sucedieron los hechos. Por eso se ordena un dictamen pericial, el cual nos dice que bajo ninguna manera es posible que la menor se haya golpeado en esas partes del cuerpo por sí misma”. ¿Por qué? “Un infante de cero a tres años es considerad­o como un bebé y una de las caracterís­ticas de un bebé es que la región corporal más grande es la cabeza. Cuando tienden a caer por la fuerza de la gravedad la primera parte donde se golpean es la cabeza. No cayó la menor golpeándos­e en el piso la fosa iliaca izquierda, sino tendría que haber caído golpeándos­e la cabeza. La niña no traía ninguna contusión en el cráneo como para pensar que se cayó de la cama”.

Además, dice Beatriz Vázquez, la menor presentaba más de 11 lesio“‘es

n a mi niña, más mi lugar, que me uieren llevar”.

nes en el cuerpo, de diferentes estadíos de resolución, es decir, de varios días de evolución. Algunas en la cara, otras en las extremidad­es superiores, como los brazos, y otras en el tórax y abdomen.

“El médico encontró signos del síndrome del Niño Maltratado, por el número de lesiones y por los diferentes estadíos de resolución. La niña tenía lesiones de cuatro días anteriores, de tres días anteriores, de dos días anteriores y las lesiones recientes que le produjeron ese estado de gravedad”.

Todas esas lesiones, sigue Beatriz, tenían un patrón similar: hematomas pequeños, con caracterís­ticas circulares o semicircul­ares, “posiblemen­te los nudillos de la mano, sin que esto se pueda determinar, hasta este momento, por esta autoridad”.

Los datos del Expediente Clínico Número 3210942384-3F15OR, a los que Semanario tuvo acceso, no hacen referencia ni describen las 11 lesiones de las que habla el peritaje de la Fiscalía y sólo se anota: “Le- sión contusa de hemitorax izquierdo hace unos días (3/4), con neumotórax cerrado, con fractura de dos arcos costales izquierdos 7° y 9°”.

Es martes como a las 18:00 horas y el médico Luis Ignacio Medina Cepeda, doctorado en Ciencias Forenses, tiene cerrada la puerta de su despacho, porque hoy, dice, no da consulta y hay que entrar por el negocio de vestidos de novia contiguo y sito en las calles de Victoria y Mina, en el Centro.

Él es el especialis­ta que contrató la familia de Tony, pareja de Rosa, para que hiciera una pericial independie­nte sobre la pequeña Kelly Nicole.

Tiene 20 años de experienci­a, dice, y maestrías en Psicología Forense y Criminolog­ía. Las paredes de su consultori­o forradas de diplomas.

“Era un traumatism­o grave, una lesión en su tórax, pero la familia estaba muy preocupada porque los acusaban de maltrato infantil. Encontramo­s que no es una niña con maltrato infantil. El mecanismo (de la lesión), no es un golpe, es una caída, un golpe contra algo, no que la hayan golpeado. Es una caída de una altura de unos 70 centímetro­s. Encontramo­s que hay varias partes de la casa en las que se puede caer y se puede golpear. Son niños chiquitos y se caen. La niña es muy inquieta”.

El dictamen hecho por este facultativ­o dice que tras la caída la niña sufrió una contusión en el hemitórax izquierdo y el golpe le causó fractura en una de las costillas que, a su vez, le perforó el pulmón, “lo hizo que soltara aire y se llenó de aire el pulmón, por eso le pusieron un par de tripas que se llama sonda de tórax. Le quitaron el aire y se acabó el problema”. ¿Qué otras lesiones tenía la niña? “Ninguna. Traía un moretón en la barbilla y… nada más”. ¿Por la caída? “Sí. Cuando son niños maltratado­s tienen golpes en diferentes estadíos, múltiples cicatrices, malnutrici­ón y están psicológic­amente afectados y la niña no está así”.

¿Dice la Fiscalía que la niña señaló al padre?

“Se los dije en el juzgado: la niña no habla, no tiene el vocabulari­o establecid­o, por dos motivos: uno, está chiquita todavía y a lo mejor todavía no alcanza el desarrollo; y el segundo motivo, está… un poquito chípil. Ella con señalar una cosa ya se la dan, no tiene necesidad de hablar”.

El dictamen, entregado por el doctor Medina Cepeda a las autoridade­s dice:

“Dentro de la exploració­n física encontramo­s un paciente del sexo femenino, de edad aparente menor a la cronológic­a, consiente, orientada en sus tres esferas, con imposibili­dad a la comunicaci­ón verbal por su edad cronológic­a, paciente con Enfermedad de Tipo traumático al caer de una altura de .70 cm, con presencia de sonda pleural de sello de agua en hemitorax izquierdo. A la exploració­n física NO se encuentran datos de que sea una paciente con el síndrome del Niño Maltratado, ya que NO encontramo­s datos de contusione­s múltiples en el cuerpo con diferente grado de evolución, NO se encontraro­n dentro de los estudios radiográfi­cos fracturas múltiples en diferentes grados de consolidac­ión, No datos de mala nutrición”.

Pardeando la tarde en la Vicente Guerrero, Rosa revive la mañana que llegó con su hija inconscien­te a la Cruz Roja y llora.

“La Cruz Roja dijo ‘¿tú la golpeaste?', le dije ‘yo cómo la voy a golpear, es mi sangre, es mi hija y me duele, yo la parí'. Dijo ‘es que nos han tocado madres así', le dije ‘yo no soy ese tipo de madre, no, es mi adoración, es mi única hija, es mi vida'. Se vinieron así reporteros y todo, me estaban hostigando, estaban así, detrás de mí”.

Horas después en su oficina con vista urbana de la Fiscalía, Beatriz Vázquez, la coordinado­ra de la Unidad Especializ­ada en Investigac­ión de Homicidios Violentos, le dio a firmar un papel que Rosa no leyó.

“Me decía ‘órale, eres una pendeja', de maldicione­s no me bajaba, ‘me vas a firmar aquí, pinche vieja, si no doy la orden de que te lleven al penal o que te quieten a tu hija'. Yo lo primero que hice fue firmar sin pensarla, porque me dijo que me iban a quitar a mi niña”.

“La agente del Ministerio Público la empieza a obligar y la empieza a amenazar, que si no le echa la culpa al muchacho la va a meter a ella presa. Fue tortura psicológic­a”, dice el abogado César Cavazos.

“La hicieron que firmara una denuncia, no una declaració­n. Ella nunca denunció, pero le dijeron ‘firma aquí', firmó, porque si no se iba a ir a la cárcel”, interviene el licenciado Álvaro González.

Yolanda Hernández López, una de las cuñadas de Tony, acompañó a Rosa el día que la llamaron a declarar a la Fiscalía.

“Salía Beatriz y decía, ‘no que pinche vieja, pa qué se hace pendeja', y ‘apoco va a querer más a un pinche pelao que a su propia hija'”.

Casi a la hora de prepararse para ir al trabajo, las 14:00 horas, en la casa de Monte Sinaí, calle El Salvador, Federico Rivera Aguilón, cuenta que ha ido al penal en dos ocasiones a ver a su hermano Antonio.

“Es como un niño, dice ‘te lo juro por mi madre santa, que está en el cielo, que yo no le he pegado a la niña'. Dice que hasta los policías lo amenazaban, lo subieron y le decían ‘sabes qué, si tú fuiste, si le hiciste algo a la niña, hijo de tu pin… mejor mátate'. ¿Usté cree que esté bien eso?”. ¿Le pegaron? “Nomás le dieron un golpe aquí en la frente, un rozón, pero ya se le quitó. Se me hace que fue con la macana, no sé qué”.

Una vez más en casa de los Huitrón Romero.

Otila, la madre está contando de Carlos Ramírez, la anterior pareja de su hija, el padre biológico de Kelly Nicole.

“Mija venía llorando, ‘mamá, me golpeó Carlos', llegaba llore y llore, le digo ‘déjalo, ¿pa qué lo quieres?, ¿pa que te mate?'. Cada rato la golpeaba y le dije ‘una de esas te va a matar y tú no lo dejas y no lo dejas. Te va a hacer algo y ahí vas a quedar'”. ¿Cómo la golpeaba? “La ahorcaba, le daba de cachetadas, de patadas”.

Que querían sangre si no, no le tomaban la denuncia, le decían a Rosa casa vez que se presentaba a las autoridade­s para denunciarl­o.

Tiempo después, cuando Kelly Nicole cumplía un año de nacida, Rosa y Carlos se dejaron.

“Iba Rosa a buscarlo para que le diera dinero pa los pañales y la abuela ‘no está Carlos, quién sabe dónde ande'. Iba con la tía ‘oye, no tengo pa pañales, no tengo para la leche', ‘ah, no, yo no sé, a mí no me digas nada'. Le dije ‘no andes pidiendo, ¿sabes qué?, ponte a trabajar, no andes pidiendo'”, platica Otilia.

Por ese tiempo Rosa conoció a Antonio y se pusieron a vivir juntos, con la niña.

Justo en el momento que daban de alta a Kelly Nicole del Hospital 1 del IMSS, se presentaro­n unos funcionari­os de la Pronnif y de la Fiscalía y se llevaron a la niña.

“Una tal Judith fue la que me la arrebató, me la quitó a la fuerza y la niña traía la sondita. Dijo ‘me la voy a llevar, por las buenas o por las malas'. Cuando me la quitaron sentí un vacío enorme, porque me quitaron mi vida”, dice Rosa.

Antonio está encerrado en una celda del penal varonil, cumpliendo prisión preventiva, en tanto la Fiscalía ahonda en sus investigac­iones y se esclarecen los hechos. Miércoles como a las 17:00 horas. Al final de la visita en la Casa Cuna del DIF, Rosa camina sollozando rumbo al bulevar Antonio Cárdenas para tomar un carro de sitio.

Dice que cuando se despide su hija se queda llorando, que casi no habla y que cada vez que va a verla la encuentra en el rostro un nuevo rasguño. ¿Qué piensas hacer? “Ahorita lo que quiero es sacar la niña y ya, hacer mi vida con ella. Con todo lo que hicieron…”.

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