Distopía coahuilense
Conapred y asociaciones prodefensa de los derechos lésbico, gays y “trans”, usted quedará para siempre estigmatizado con una nueva e ignominiosa letra escarlata que le identificará a perpetuidad como un intolerante.
Su vida quedará reducida a una patética caricatura (olvide empleo, amistades y quizás hasta su familia le dé la espalda), mientras que la pobrecita de su víctima (el asaltante) será confortado por toda la sociedad y por todo un alud de tuitazos de respaldo, él gozará de sus merecidos 15 minutos de fama y tendrá más voz y más derecho a opinar de todo el que usted ha podido gozar y ejercer en su miserable vida.
Y todo por no contener sus reflejos y dejarse arrebatar por una desafortunada expresión que, desde su niñez ha empleado (primero con timidez y después con impudicia) para referirse a los actos cobardes, no obstante ha restringido su uso hacia otras connotaciones hoy consideradas políticamente incorrectas. Así como lo oye, así como lo lee. Y tal como le digo, del asaltante y su intentona de despojarle de lo que es suyo a punta de pistola, ni quien se acuerde.
Si le parece exagerado lo que le digo, analicemos el caso de un colega de estas mismas páginas:
Alfredo Reyes (a quien no conozco ni podría interceder por él) escribió una airada diatriba en contra de una funcionaria coahuilense (“¡Fuera ropa, Gabriela de León!”. VANGUARDIA. Noviembre 12, 2017).
Para ello empleó una serie de analogías, metáforas e imágenes retóricas que muchos consideraron excesivas y de mal gusto.
La calidad de un texto siempre es discutible, pero sus intenciones no.
¿Contiene el escrito de Reyes, como afirman algunos inflamados temperamentos, verdaderos ataques contra la dignidad y la persona de la funcionaria aludida?
¿Está plagado el texto, como dicen, de denuestos que denigran a la mujer y la reducen a un mero objeto?
Léalo usted mismo y juzgue. Decida si es un texto que está encaminado a dañar a una persona y con ello a agraviar a todas las mujeres que habitan este planeta, o si acaso el autor del infame artículo editorial se está refiriendo exclusivamente a la actuación, durante el pasado, desastroso y aún irresoluto proceso electoral en Coahuila, de la referida funcionaria.
Las personas que exigen la cabeza de Alfredo Reyes o buscan confiscar para siempre su pluma, en todo su derecho están de abrazar la causa que mejor les apetezca.
A lo que nadie tiene derecho es a relegar a un segundo plano la responsabilidad que aún tiene dicha funcionaria en una elección sobre la cual (sea cual sea el resultado) siempre se cernirá una sombra de corrupción y pesará la mancha de la deshonestidad.
Vayan, marchen y conviertan en víctima a quien, en cambio, nos debería estar rindiendo explicaciones y no ha ofrecido más que disparates y absurdos.
Ayuden a que se nos olvide que está en juego nuestro futuro y el de nuestros hijos. Obviemos la esencia, enfoquémonos mejor en la forma y en lo que es correcto y
Lo están haciendo tan bien que ya hasta creo que Reyes le hizo un gran favor (deliberado o involuntario) a la funcionaria, pasándola del banquillo de la comparecencia al cómodo sillón desde donde se hacen las acusaciones.
Gracias por olvidar lo vital y por perder de vista lo más importante en relación a la funcionaria, en aras de ponderar las actuales exigencias de la etiqueta.
Este es el futuro distópico en el que nos tocó vivir... y ni modo.