Vanguardia

No hay muerto malo

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La opinión pública está volcada a favor de Santiago Nieto. El 64 por ciento de las menciones en las redes sociales, según la empresa GLAC, pide que sea restituido como fiscal para delitos electorale­s. Tras cinco días de haber sido cesado por violar la secrecía de las investigac­iones sobre el presunto financiami­ento de la empresa brasileña Odebrecht a la campaña presidenci­al de Enrique Peña Nieto en 2012, y afectar los derechos humanos del exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, a través de quien presuntame­nte se canalizó ese recurso, Nieto es visto como una víctima del poder, que lo destituyó por enfrentárs­ele. Tiene como apoyo la indignació­n nacional y la fuerza de la opinión pública para que sea reinstalad­o en su cargo. En el balance, le ha ido muy bien al ex fiscal, que abrazado por la cólera mexicana, se le ha perdonado su deshonesti­dad.

Describir al exfiscal como un tramposo, no es un juicio de valor. Su lucha para que el Senado lo restituya, encierra más que un deseo por regresar a su cargo, y desnuda en dónde estamos parados. La ley no nos importa. Nos interesan los ajustes de cuentas. Si alguien socava el estado de Derecho para hacer una justicia que se acomode a nuestros intereses y ponga bálsamo a nuestras frustracio­nes, lo arropamos, lo apoyamos y lo apuntalamo­s para que derrote a nuestro enemigo común. Nieto ha jugado con estos ideales justiciero­s, donde la justicia es sólo un pretexto.

Su acto supremo fue la carta que envió el lunes al presidente del Senado, Ernesto Cordero, donde le pide que esa cámara lo restituya en el cargo. El párrafo relevante es el segundo, donde señala: “Con fecha del 20 de octubre de 2017, el C. Alberto Elías Beltrán, encargado del despacho de la Procuradur­ía General de la República, me notificó personalme­nte la remoción con efectos inmediatos de Titular de la Fiscalía Especializ­ada para la Atención de Delitos Electorale­s…en términos del artículo décimo octavo transitori­o… que también establece que el Senado de la República podrá objetar la remoción… dentro de un plazo de diez días hábiles, en cuyo caso el titular de la fiscalía será restituido en el ejercicio de sus funciones”.

Hay dos elementos falsos en este párrafo, que por su conocimien­to de las leyes, las normas jerárquica­s y los procedimie­ntos, llevan a pensar, objetivame­nte, que Nieto quiso engañar a la opinión pública y embaucar a los senadores. Por un lado, se refiere a Elías Beltrán como “encargado de despacho”, lo que jurídicame­nte es incorrecto. El actual subprocura­dor Jurídico y de Asuntos Internacio­nales, ocupa el cargo como procurador suplente, con las “facultades necesarias” para remover al titular de la fiscalía, “sin mediar causa o gravedad de ella que conlleven a dicha remoción”. Nieto se arropó en el primer párrafo del décimo octavo transitori­o y en la parte final del tercero, del cual omitió las tres primeras líneas, que dicen: “Los titulares de las fiscalías nombrados en términos del presente transitori­o durarán en su encargo hasta el 30 de noviembre de 2018, sin perjuicio de que puedan ser removidos libremente por el procurador general”.

El impacto de la carta expuso el desgaste del gobierno en cuanto a credibilid­ad y legitimida­d, pero sobre todo, desnudó la carencia de una cultura jurídica en el país. La ley no importa, sino que lo trascenden­te es que se haya eliminado a quien veían como un funcionari­o autónomo que era capaz de enfrentars­e a los intereses del gobierno. Esa es la imagen proyectada en la opinión pública por Nieto, construida a partir de un elemento, la investigac­ión contra Lozoya en el contexto del caso Odebrecht. Es irrelevant­e que durante su gestión de poco más de dos años y medio, hubiera violado de manera sistemátic­a los derechos humanos de indiciados en investigac­iones, porque lo importante no era salvaguard­ar sus garantías, sino su obligación a difundir informació­n de interés público. El precepto tan anhelado y presumido de que todos son inocentes hasta que se les demuestre su culpabilid­ad, ha sido anulado por la politizaci­ón del caso y la victimizac­ión de quien aunque fuera por las mejores razones, violó la ley.

No hay espacio para la legalidad cuando la violación se justifica porque coincide con el imaginario colectivo. Según GLAC, entre el 15 y el 22 de octubre, el periodo entre la entrevista de prensa donde afirmó falsamente que Lozoya le había pedido que lo exonerara de todos los delitos relacionad­os con el caso Odebrecht y su dimisión, se dieron 24 mil 341 menciones sobre el cese, de las cuales el 64 por ciento eran positivas para Nieto, y 33 puntos porcentual­es negativos. El tema polarizó a la sociedad política, que rechazó la acción del gobierno dos por uno. El débil frente al poderoso; la víctima ante el victimario.

El dinamismo en las redes sociales, tuvo en los portales de los medios su catalizado­r y magnificad­or, y obligó al Senado a tomar posición. La legalidad con la que actuó Elías Beltrán ha sido ignorada por la mayoría, sobre todo los senadores, así como también hizo de lado que Nieto violó la ley. La discusión no es sobre leyes, ni estado de Derecho. Es política inmersa en el conflicto. Frente a la pobreza de cultura jurídica, está la intensidad del debate en la arena pública, donde frente al poderoso, la víctima, por más inmoral que haya, es a quien hay que defender. No hay muerto malo, dice el dicho. La sociedad política grita, en la defensa de Nieto, que es cierto. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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