ASÍ HABLAMOS LOS DE SALTÍO
En el 440 aniversario de nuestra ciudad recogemos algunos de los modismos que quien nos visite debe conocer para salir bien librado en una conversación
Mi nostalgia por el Saltillo antiguo está injustificada, diría cualquier fanático de la evolución de la ciudad cuando me escuche hablar sobre esto.
Es decir, recorrer la calle de Victoria y verla llena de zapaterías me hace sentirme en León Guanajuato y sobre todo “añorar” aquellos tiempos en que los edificios que poco a poco veo morir o cambiar de vocación.
Lo pongo así porque tengo 23 años y la gente cree que, por mi generación, mis penas deberían ser más del estilo “¡¿Ya no tenemos Jungle Jim’s y esperan que los niños crezcan con valores jugando en el Chuck E. Cheeses?!".
Pero no, todavía me tocó ver muchas películas en el Cine Palacio y ver a mi tío Alfredo salir del ya desaparecido Edificio Coahuila, aunque esas también son pesadumbres relativamente modernas.
Si tuviera mi Delorean privado me lo llevaría cientos años atrás, cuando las calles no pavimentadas eran la única cosa real y las carretas una modernidad que no te la creerías.
Quizá no tan atrás, a 1883 cuando una epidemia de cólera se apoderó de Saltillo y redujo
la población de 28 mil habitantes para dejarla en 19 mil y muchas de las personas quedaron enterrados en la Alameda.
El escritor y poeta Abel H. García explica en su libro “Coahuila y sus modismos” que el habla es una función que responde a la necesidad natural de crear locuciones muy particulares e individuales que responden a las épocas.
“Con el uso literal y literario se han ido enriqueciendo y a la vez perdiendo fuerza como instrumento normal del lenguaje”, dice Ríos, confirmando mi teoría de que comunicarme, aunque sea en español norteño, sería un problema al viajar al pasado.
¿Por qué no podemos hablar bien y ya hombre? Porque lo que pensamos y sentimos en México y en Saltillo necesita todo tipo de metáforas para expresarse, si es real para decirse debe ser humorístico, gracioso, pintoresco o “ya de perdido” menos doloroso.
Mejor les voy a dar un folleto en el que les explique cómo me tienen que hablar, porque aunque “a donde fueres haz lo que vieres”, estoy segura que no les haría daño aprenderse el Saltillonario.