DERECHO AL ABORTO EN TODO MÉXICO
Para la aprobación de la Ley del Aborto no se hará una encuesta pública, porque sabemos que una falsa moral llevaría al triunfo de un rotundo “no” cuando López Obrador quiere un “sí”.
Pero en lo privado, las fuerzas de la derecha se apresuran a intentar aprobar una ley anti-aborto, para evitar una urgencia inevitable: proteger la vida de las mujeres que deciden abortar.
La gran mayoría todavía piensa que puede, con su opinión, regir el destino de miles de mujeres que fueron forzadas a tener relaciones sexuales o el de aquellas niñas que fueron seducidas, manipuladas, engañadas, abandonadas, o bien, que tomaron decisiones equivocadas sin poder anticipar las consecuencias.
Para algunos, el que las mujeres hayan albergado en su cuerpo un pene, aunque no haya sido con su total consentimiento, es suficiente para forzarlas a perder el derecho sobre sus cuerpos y perder temporalmente su libertad al obligarlas a hospedar a un feto durante nueve meses.
A nadie parece importarle que un embarazo transformará sus cuerpos para siempre, ni los riesgos de muerte que corren, sobre todo las adolescentes, durante el período de la gestación y el proceso del parto.
Pero el dar a luz un hijo no es solamente un proceso de nueve meses, sino uno de toda la vida. Tener un hijo implica un sesgo total en la libertad de la madre, la pérdida de su tranquilidad, su espacio, su paciencia, su dinero, su tiempo.
Es una transformación radical que requiere de ocupación, disciplina, entrega y una enorme inversión de esfuerzo para convertir a un bebé en una persona, en un ciudadano productivo para sí mismo y para la sociedad.
Un hijo es la esencia misma de las renuncias y de los sacrificios, obliga a ponerse en último plano, uno en el que la mujer debe ser casi exclusivamente madre y no mujer, ni profesionista, artista u otra cosa. Una madre que, además, sea bondadosa, abnegada y resignada.
Pero lejos de esa maternidad glorificada y santificada muy al estilo mariano, existe una mujer con derecho a elegir cuándo quiere crear en su vientre voluntariamente a quién será el motivo de sus satisfacciones, pero también de sus abdicaciones.
Las mujeres somos mucho más que madres.
Hay distintas formas de evitar un aborto y los hombres podrían contribuir a disminuir drásticamente las cifras de éste. Podrían, por ejemplo, usar de forma generalizada un método de anticoncepción casi seguro, al practicarse la vasectomía. O dejar de tener relaciones sexuales con niñas o jovencitas que aún no pueden hacerse responsables de sus actos.
O quizá, podrían responsabilizarse ante la concepción de un hijo, ofreciéndole a la madre su apoyo moral y económico, en lugar de hacerle al mago y desaparecerse de la vida de las mujeres que han embarazado.
También, podrían aceptar que se brinde educación sexual a los chicos desde la primaria, en lugar de oponerse ante cualquier plan educativo propuesto, como lo han hecho desde hace décadas.
Sin esperma no hay fruto. Pero hoy, el aborto existe y se da en todo el mundo y en cada rincón de México. Y existe independientemente de si se está o no de acuerdo con éste, por lo que es obligación de la sociedad y del gobierno ofrecer espacios médicos quirúrgicos legales y seguros para evitar que las madres mueran en prácticas clandestinas e insalubres.
El aborto es un proceso traumático que ninguna mujer desearía experimentar, pero al menos debe ser un proceso legal y un derecho de las mujeres, aunque a muchos les cueste aceptar que esto no contraviene el respeto a la vida.
Nuestro país cuenta con más de 130 millones de habitantes y las mujeres que se ven obligadas a abortar tienen que viajar a la Ciudad de México, porque es el único espacio para hacerlo de manera legal.
Entre el viaje de ida y vuelta, el procedimiento y los días de espera para asegurarse que no haya complicaciones, las mujeres deben perder al menos cinco días de trabajo sin goce de sueldo, más lo que implican los costos de traslado, hospedaje y alimentación.
El aborto debe ser legal, seguro y con acceso a éste en cualquier parte del territorio mexicano.
“El aborto es un proceso traumático que ninguna mujer desearía experimentar, pero al menos debe ser un proceso legal y un derecho de las mujeres, aunque a muchos les cueste aceptar que esto no contraviene el respeto a la vida”