Hipertensión y depresión en tiempos de la pandemia
Qué hacer al respecto durante y después de la pandemia
No esperemos que otros nos resuelvan la vida, nosotros somos responsables de vivir dignamente.
La pandemia ha orillado a gran parte de la población a quedarse aislada e inactiva.
En este confinamiento se pueden observar: demasiado estrés, una sensación de constante ansiedad y temores como “puedo enfermar”, “puedo morir”, “mis deudas se van a incrementar”, “me despidieron”, “no tolero estar tanto tiempo en casa”...
La incomunicación y la inactividad física o mental pueden ser un primer escalón para desarrollar síntomas de hipertensión y depresión, enfermedades que no son ocasionadas por la pandemia sino por la paralización de nuestra vida, la incertidumbre y tantos cambios a los que no estábamos habituados.
A partir de la década de los cincuenta del siglo pasado, la ciencia consideró relevante el impacto de los factores psicológicos en la salud física de los individuos y destacó que las emociones desempeñan un papel crucial en el desarrollo de las enfermedades.
Urge que nos hagamos cargo de nuestra salud cuidando las emociones que albergamos.
En cuanto notes en ti tendencia al pesimismo, actitudes de tipo negativo, desánimo, tristeza, baja autoestima, fragilidad emocional... ¡Revira, por amor a ti! Necesitas contar contigo y todas tus habilidades. No se trata de negar tus temores, son verdaderos; agradéceles la información y diles: “Estoy a cargo. Ya he solucionado problemas antes y en esta ocasión también lo haré”.
Si comienzas a presentar hábitos de sueño irregulares como dormir menos de tres horas o más de diez, establece límites y rutinas, no te desveles, aunque en apariencia no tengas actividad. Tú y tu familia te necesitan en buen estado.
Los hábitos de vida tóxicos se maximizan cuando son muchos los que comparten el mismo espacio.
Observa si en casa hay una alimentación deficiente, pobre en verduras y frutas, granos y cereales; fumar, ingesta de alcohol u otras sustancias tóxicas (somníferos, tranquilizantes); ruido extremo, desorden, deficiente calidad de vida, violencia en la pareja... ¡Si se presentan, haz algo, pronto!
Delega responsabilidades, que en la limpieza de casa participen todos. Reduce, tira, cambia objetos de la casa para diseñar un área de trabajo donde tengas privacidad. Deja de fumar y empieza hacer ejercicio.
Proponte hacer un ahorro y no gastar en lo que no se necesita. Inventa otros proyectos personales, que el trabajo no sea la única actividad que “llene” tu vida; sé amigo de una mascota, cuida plantas, toca un instrumento, baja de peso y come sanamente, expresa lo que sientes, convive más con la familia o personas en casa, véanse a la cara, no al teléfono celular.
Revisa tu salud regularmente. Sonríe y agradece a la vida que estás vivo. Asegúrate a ti mismo que permanecerás alerta y harás lo que sea necesario para cuidarte y que estés bien.
Tanto la depresión como la hipertensión conllevan dificultad para expresar las emociones. Si ya están presentes y en casa las conversaciones son del tipo “pásame el salero”, es momento de que hagas un alto y cuides de ti.
Nada puedes hacer a favor de tu familia y tu comunidad si te encuentras en un estado deplorable de nervios.
La hipertensión está asociada con episodios recurrentes de agresividad, ira e impulsividad; sin embargo, las conductas violentas pueden estar encubriendo baja autoestima, tristeza y depresión.
Los problemas no se resuelven con gritos, golpes o quedarte callado. Si logras un estado de paz interior, puedes encontrar lo que en verdad necesitan tú y tu familia.
Primero trabajas en ti y luego encuentras soluciones. ¡Conéctate a la vida!
Agradezco la colaboración de la psicóloga Irma Campos Escalante, directora del Instituto de Desarrollo Humano de León, A.C.