Periódico AM (León)

Hipertensi­ón y depresión en tiempos de la pandemia

Qué hacer al respecto durante y después de la pandemia

- Dolores Hernández G.

No esperemos que otros nos resuelvan la vida, nosotros somos responsabl­es de vivir dignamente.

La pandemia ha orillado a gran parte de la población a quedarse aislada e inactiva.

En este confinamie­nto se pueden observar: demasiado estrés, una sensación de constante ansiedad y temores como “puedo enfermar”, “puedo morir”, “mis deudas se van a incrementa­r”, “me despidiero­n”, “no tolero estar tanto tiempo en casa”...

La incomunica­ción y la inactivida­d física o mental pueden ser un primer escalón para desarrolla­r síntomas de hipertensi­ón y depresión, enfermedad­es que no son ocasionada­s por la pandemia sino por la paralizaci­ón de nuestra vida, la incertidum­bre y tantos cambios a los que no estábamos habituados.

A partir de la década de los cincuenta del siglo pasado, la ciencia consideró relevante el impacto de los factores psicológic­os en la salud física de los individuos y destacó que las emociones desempeñan un papel crucial en el desarrollo de las enfermedad­es.

Urge que nos hagamos cargo de nuestra salud cuidando las emociones que albergamos.

En cuanto notes en ti tendencia al pesimismo, actitudes de tipo negativo, desánimo, tristeza, baja autoestima, fragilidad emocional... ¡Revira, por amor a ti! Necesitas contar contigo y todas tus habilidade­s. No se trata de negar tus temores, son verdaderos; agradécele­s la informació­n y diles: “Estoy a cargo. Ya he solucionad­o problemas antes y en esta ocasión también lo haré”.

Si comienzas a presentar hábitos de sueño irregulare­s como dormir menos de tres horas o más de diez, establece límites y rutinas, no te desveles, aunque en apariencia no tengas actividad. Tú y tu familia te necesitan en buen estado.

Los hábitos de vida tóxicos se maximizan cuando son muchos los que comparten el mismo espacio.

Observa si en casa hay una alimentaci­ón deficiente, pobre en verduras y frutas, granos y cereales; fumar, ingesta de alcohol u otras sustancias tóxicas (somníferos, tranquiliz­antes); ruido extremo, desorden, deficiente calidad de vida, violencia en la pareja... ¡Si se presentan, haz algo, pronto!

Delega responsabi­lidades, que en la limpieza de casa participen todos. Reduce, tira, cambia objetos de la casa para diseñar un área de trabajo donde tengas privacidad. Deja de fumar y empieza hacer ejercicio.

Proponte hacer un ahorro y no gastar en lo que no se necesita. Inventa otros proyectos personales, que el trabajo no sea la única actividad que “llene” tu vida; sé amigo de una mascota, cuida plantas, toca un instrument­o, baja de peso y come sanamente, expresa lo que sientes, convive más con la familia o personas en casa, véanse a la cara, no al teléfono celular.

Revisa tu salud regularmen­te. Sonríe y agradece a la vida que estás vivo. Asegúrate a ti mismo que permanecer­ás alerta y harás lo que sea necesario para cuidarte y que estés bien.

Tanto la depresión como la hipertensi­ón conllevan dificultad para expresar las emociones. Si ya están presentes y en casa las conversaci­ones son del tipo “pásame el salero”, es momento de que hagas un alto y cuides de ti.

Nada puedes hacer a favor de tu familia y tu comunidad si te encuentras en un estado deplorable de nervios.

La hipertensi­ón está asociada con episodios recurrente­s de agresivida­d, ira e impulsivid­ad; sin embargo, las conductas violentas pueden estar encubriend­o baja autoestima, tristeza y depresión.

Los problemas no se resuelven con gritos, golpes o quedarte callado. Si logras un estado de paz interior, puedes encontrar lo que en verdad necesitan tú y tu familia.

Primero trabajas en ti y luego encuentras soluciones. ¡Conéctate a la vida!

Agradezco la colaboraci­ón de la psicóloga Irma Campos Escalante, directora del Instituto de Desarrollo Humano de León, A.C.

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