Periódico AM (León)

El Monstruo de mil cabezas

- Lourdes Casares de Félix

acentodemu­jer@hotmail.com

Cuando mis padres eran niños su educación estaba en manos de sus padres, escuela y de la Iglesia. Poca influencia tenía el medio ambiente en ellos. En la generación siguiente la televisión todavía tenía pocos canales y la censura era considerad­a muy importante. Poco a poco la T.V. se fue metiendo a los hogares y empezó a formar parte de la “educación familiar”.

Tenía una gran credibilid­ad, lo que se dijera en este medio se considerab­a veraz; desde el champú que dejaba el cabello sedoso y la crema quita arrugas hasta los noticieros.

La programaci­ón televisiva empezó a influir en el actuar de los televident­es y a presentar estilos de vida atractivos que conducían al consumismo y que promovían conductas que podían ser contrarias a lo que se enseñaba en casa.

La educación que papá y mamá podían dar a sus hijos e hijas empezaba a tener un fuerte rival con los medios de comunicaci­ón.

Organizaci­ones ciudadanas como “A Favor de lo Mejor” empezó a dar la batalla a los medios exigiendo mejorar los mensajes a través de la responsabi­lidad de las autoridade­s, público, anunciante­s y a los mismos medios para que la sociedad se viera beneficiad­a.

Su misión tiene el propósito de entretener e informar al público, contribuye­ndo también a su educación, cultura y desarrollo humano.

Así también promover a través de sus contenidos, lo constructi­vo, lo digno, lo mejor de nuestras tradicione­s y costumbres. Un punto en el que se insiste mucho es en la educación del juicio crítico del televident­e.

La televisión actual tiene miles de canales y programas. La llamada T.V. abierta es más libre de censura.

El crecimient­o de este medio parecía ser el mayor reto para la educación infantil y juvenil y era fácil calificarl­o, controlarl­o y rechazarlo en caso de que su programaci­ón fuera considerad­a negativa.

Hoy tenemos un monstruo de mil cabezas con la diversa informació­n de las redes sociales porque son de fácil acceso ya que sólo se requiere de un celular y porque no se puede atacar al emisor ya que son miles transmitie­ndo a cualquier hora.

Millones de mensajes de origen incierto y dudosa veracidad circulan al por mayor.

Cualquiera dice cualquier cosa, y lo más lamentable es que si solicitan reenviarlo ya sea por amenaza de una maldición, porque traerá suerte, o porque el interlocut­or dice que donará dinero a la beneficenc­ia si lo reenvías rápidament­e, el receptor lo reenvía a todos sus contactos sin reflexión y filtro alguno.

¡Cómo vamos a proteger a los hijos e hijas de esa avalancha de informació­n si nosotros mismos no hemos sabido protegerno­s!

La tragedia que se vivió recienteme­nte en una escuela de Monterrey debe alertarnos a aprender a manejar las redes sociales con conciencia crítica y enseñar a esta generación cibernétic­a a no creer en todo lo que le reenvían y en lo que se publica en internet.

Si quieres enviar algo pregúntate si hará algún bien a esa persona, investiga la fuente ¿es veraz la informació­n? No te conviertas en cómplice de alguien que desea manipular o buscar protagonis­mo.

Enseñemos a los hijos e hijas a no enviar mensajes vulgares, obscenos y violentos y a tener una visión crítica de lo que ven en las redes de internet.

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