El Monstruo de mil cabezas
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Cuando mis padres eran niños su educación estaba en manos de sus padres, escuela y de la Iglesia. Poca influencia tenía el medio ambiente en ellos. En la generación siguiente la televisión todavía tenía pocos canales y la censura era considerada muy importante. Poco a poco la T.V. se fue metiendo a los hogares y empezó a formar parte de la “educación familiar”.
Tenía una gran credibilidad, lo que se dijera en este medio se consideraba veraz; desde el champú que dejaba el cabello sedoso y la crema quita arrugas hasta los noticieros.
La programación televisiva empezó a influir en el actuar de los televidentes y a presentar estilos de vida atractivos que conducían al consumismo y que promovían conductas que podían ser contrarias a lo que se enseñaba en casa.
La educación que papá y mamá podían dar a sus hijos e hijas empezaba a tener un fuerte rival con los medios de comunicación.
Organizaciones ciudadanas como “A Favor de lo Mejor” empezó a dar la batalla a los medios exigiendo mejorar los mensajes a través de la responsabilidad de las autoridades, público, anunciantes y a los mismos medios para que la sociedad se viera beneficiada.
Su misión tiene el propósito de entretener e informar al público, contribuyendo también a su educación, cultura y desarrollo humano.
Así también promover a través de sus contenidos, lo constructivo, lo digno, lo mejor de nuestras tradiciones y costumbres. Un punto en el que se insiste mucho es en la educación del juicio crítico del televidente.
La televisión actual tiene miles de canales y programas. La llamada T.V. abierta es más libre de censura.
El crecimiento de este medio parecía ser el mayor reto para la educación infantil y juvenil y era fácil calificarlo, controlarlo y rechazarlo en caso de que su programación fuera considerada negativa.
Hoy tenemos un monstruo de mil cabezas con la diversa información de las redes sociales porque son de fácil acceso ya que sólo se requiere de un celular y porque no se puede atacar al emisor ya que son miles transmitiendo a cualquier hora.
Millones de mensajes de origen incierto y dudosa veracidad circulan al por mayor.
Cualquiera dice cualquier cosa, y lo más lamentable es que si solicitan reenviarlo ya sea por amenaza de una maldición, porque traerá suerte, o porque el interlocutor dice que donará dinero a la beneficencia si lo reenvías rápidamente, el receptor lo reenvía a todos sus contactos sin reflexión y filtro alguno.
¡Cómo vamos a proteger a los hijos e hijas de esa avalancha de información si nosotros mismos no hemos sabido protegernos!
La tragedia que se vivió recientemente en una escuela de Monterrey debe alertarnos a aprender a manejar las redes sociales con conciencia crítica y enseñar a esta generación cibernética a no creer en todo lo que le reenvían y en lo que se publica en internet.
Si quieres enviar algo pregúntate si hará algún bien a esa persona, investiga la fuente ¿es veraz la información? No te conviertas en cómplice de alguien que desea manipular o buscar protagonismo.
Enseñemos a los hijos e hijas a no enviar mensajes vulgares, obscenos y violentos y a tener una visión crítica de lo que ven en las redes de internet.