Muy Interesante Historia (Mexico)

Kusunoki Masashige

Leal hasta la tumba

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Este inteligent­e guerrero de la primera mitad del siglo XIV es un modelo de lealtad samurái hacia su emperador, una cualidad que no todos sus pares mostraron. Tan admirado resultó por ello que, cinco siglos después de su muerte, el gobierno Meiji que renovó la sociedad japonesa le dio honores de héroe. En 1900 se levantó una enorme estatua ecuestre suya en bronce frente al Palacio Imperial de Tokio, en una localizaci­ón privilegia­da.

Kusunoki (1294-1336) nació en la provincia medieval de Kawachi, al este de Osaka. Su familia remontaba su influencia en el gobierno nipón hasta el siglo VIII, pero en su época no era más que un clan de la nobleza provincial sin personajes significat­ivos. Sería Kusunoki el primero en volver a sobresalir, como héroe samurái decisivo en el retorno al trono del emperador Go-daigo, exiliado tras intentar acabar con el poder del clan Kamakura. Esta familia acaparaba el rango de sogún, el máximo mando militar del país, que llevó aparejado durante muchos siglos ser el verdadero hombre

fuerte del gobierno.

El emperador Go-daigo había experiment­ado lo que era estar metido dentro de una jaula de oro, y conspiró dos veces contra el sogún Kamakura Morikuni. Sus reiterados intentos, fracasados, lo llevaron al exilio, pero contó con lealtades como la de Kusunoki, quien plantó batalla al dictador desde su zona de influencia en Osaka. A pesar de su inferiorid­ad numérica, resistió bravamente el asedio de las fuerzas oficiales en la fortaleza de montaña de Akasaka, que él había erigido y convertido en una pesadilla llena de trucos para los sitiadores. Siempre ingenioso, cuando se le cortó el aprovision­amiento de agua y parecía que la resistenci­a tocaba a su fin, Kusunoki tuvo una idea para evadirse: erigió una gran pira con los muertos mientras los que quedaban vivos se fueron marchando en pequeños grupos. Dejó a un único supervivie­nte, que informó a los atacantes que el líder samurái y sus hombres habían cometido un suicidio colectivo. Cuando descubrier­on la verdad, ya era tarde.

PERSISTENC­IA EN SUS OBJETIVOS

Kusunoki construyó una segunda fortificac­ión en la montaña vecina, a la que llamó Chihaya. Levantada en madera, la dotó de sistemas defensivos que hicieron de ella un punto infranquea­ble. Quienes la asaltaban eran recibidos por troncos y rocas que, situados en gran número por todo el perímetro, se lanzaban rodando contra los atacantes. Después, se encontraba­n con puentes móviles que la defensa retiraba a voluntad. Por último, las posiciones internas estaban organizada­s en forma de terrazas que dificultab­an el acceso de una a otra. Chihaya se mantuvo invicta frente a todos los asaltos del sogún.

Kusunoki fue elevado a gobernador de Kawachi, su provincia natal. Otros samuráis que ayudaron al retorno de Go-daigo no se mantuviero­n fieles, en particular Ashikaga Takauji, que había tomado Kioto. El enfrentami­ento entre ambos guerreros resultó inevitable y en 1336 lucharon en una gran batalla en la que Kusunoki se encontró en inferiorid­ad numérica decisiva y teniendo que cumplir las órdenes del emperador: dar batalla abierta en la desembocad­ura de un río, en vez de hacerlo en la montaña como él prefería, para dificultar el acceso al enemigo con sus ardides. Viéndose perdido, Kusunoki le preguntó a su hermano, que lo acompañaba, cómo querría reencarnar­se: “Mi deseo es nacer siete veces como el mismo ser humano para aniquilar al enemigo del emperador”, le contestó. Entusiasma­do, Kusunoki gritó: “¡Siete vidas para la patria!”, y ambos se suicidaron. Fue el culmen de la lealtad.

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Frente al Palacio Imperial de Tokio, Kusunoki Masashige está representa­do en una estatua ecuestre de bronce que fue un regalo al emperador en 1900.

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