La ética de la felicidad
Jeremy Bentham inventó un sistema filosófico orquestado en torno a la felicidad de los ciudadanos. La ética feliz de Bentham, conocida en el siglo XVIII como utilitarismo, dice, grosso modo, que la felicidad maximiza la utilidad: mientras más feliz es una persona más y mejor produce. Esta maximización está directamente relacionada con la reducción del sufrimiento, decía Bentham y, a la hora de determinar la utilidad de una acción se medía su capacidad para proveer la mayor felicidad posible para el mayor número de personas, es decir, que las acciones son correctas en la medida en que tienden a promover la felicidad.
En su testamento, Jeremy Bentham dejó estipulado que, para celebrar al fundador del más grande sistema moral de la felicidad, que era él mismo, se disecara su cuerpo y se exhibiera sentado, con sus ropas habituales, en la silla en la que trabajaba. No se entiende bien dónde confluye su ética de la felicidad con su momia, mejor conocida como AutoIcon, que hoy puede contemplarse en el Centro de Estudiantes de la universidad UCL, en Londres.
Para evaluar si una acción proveía a la persona la suficiente felicidad, Bentham diseñó el cálculo hedonista, con el que medía la calidad del placer, de acuerdo con su intensidad, que no podía ser tanta que después generara displacer. El cálculo también medía la duración del placer y la pureza, la certeza, la proximidad y, sobre todo, la fecundidad, lo que ese placer producía: su utilidad. Bentham pertenecía a la escuela de los radicales filosóficos, cuyo sistema terminaría revistiendo al darwinismo y al socialismo. Aquella ética que veía el summum bonum en la felicidad colectiva, fue desactivada por la realidad que nos enseña, como puede comprobar cualquiera, que la felicidad no puede gestionarse desde el cálculo hedonista, porque nuestra especie lleva de origen, junto con sus reservas de felicidad, sus buenas dosis
felicidad.._ de infelicidad. Al final la ética de Bentham no puede llegar a término, pero sí podemos apuntar hacia ella; el simple hecho de hacer nuestro cálculo hedonista ya nos acerca a la