Embelesados por la retórica... ¿Y los resultados?
L a habilidad para agenciarse simpatías y popularidades es una cosa. La capacidad para gobernar bien es otra muy diferente. Está por concluir, en poco más de tres meses, el que podríamos llamar el sexenio del desquite, la revancha y la venganza.
Los agravios de antes fueron reales, desde luego, y el pueblo de esta nación tiene todas las razones para sentirseprofundamenteafrentado,nosóloporlainsolencia yelcinismodemuchosdelospoderosossinoporlarecurrente inoperancia de las políticas públicas.
Lo importante, sin embargo, no es el diagnóstico sino las soluciones que se plantean, los caminos que se toman y las estrategias que se implementan para resolver las cosas.
Y, con perdón de los millones de simpatizantes del régimen de doña 4T, no estamos viviendo en el mejor de los mundos ni mucho menos.
Ahí está la cuestión y por eso, por constatar el gravísimo deterioro de la cosa pública en este país, es que otros tantos millones de mexicanos nos distanciamos rotundamente del oficialismo y votamos porque tuviera lugar una alternancia.
Y sí, el discurso de confrontación recauda, en efecto, muchosréditosporquelagentesesienteporfinreconocidaalresonar,enlamásaltatribuna,suspropiascensuras y acusaciones, las que nunca pudo expresar ni transmitir por carecer de una voz mínimamente autorizada.
La repetición cotidiana de la arenga revanchista no fastidió al respetable público sino, al contrario, le hizo sentir que el gran líder lo acompañaba sin respiro alguno en la senda de la reparación y la misión justiciera.
Cuando los infortunios de la existencia se le pueden atribuir a un supremo culpable, las imputaciones que le tocan al señalado, enunciadas cada día por el emisario directo del pueblo descontento, son un bálsamo: por fin retumban, en las bóvedas de esta entrañable nación, las palabras que se habían tenido guardadas y que nadie entonaba porque todos los posibles emisarios eran cómplices de aquel sistema depredador. Entendemos, entonces, la adhesión de las masas al primer paladín del resentimiento.
Pero, malas noticias: ese aparato, tan hábil a la hora de confeccionar encendidas retóricas y sabrosas bravatas, tiene en su haber un millón de compatriotas muertos; hospitales en los que no hay medicamentos para mitigar los espeluznantes sufrimientos de los pacientes afectados de cánceres en etapa terminal; carreteras en las que los transportistas son asaltados y los viajeros sufren secuestros; zonas enteras del territorio nacional avasalladas por canallas que cobran rentas a un simple tendero o a vecinos totalmente desamparados; los peores índices de crecimiento económico de los últimos decenios; y, finalmente y renunciando a ser más exhaustivos, un descomunal uso de los muy escasos recursos del erario en proyectos tan poco rentables como irracionales.
La retórica nos embelesa. El millón de compatriotas queyanoestánconnosotros…nostienesincuidado.
Con perdón de los simpatizantes del régimen de doña 4T, no vivimos en el mejor de los mundos