Milenio

Vuelta al presidenci­alismo (4): la agenda social

- SERGIO LÓPEZ AYLLÓN* * INSTITUTO DE INVESTIGAC­IONES JURÍDICAS DE LA UNAM, MIEMBRO DEL SISTEMA NACIONAL DE INVESTIGAD­ORES

En esta entrega me refiero a la “agenda social” de las reformas constituci­onales del presidente López Obrador. Entre otras cuestiones, buscan establecer en la Constituci­ón que la revisión de los salarios mínimos no esté por debajo de la inflación, y dar a los ingresos de muchos trabajador­es del Estado (educación, seguridad, salud) el mismo nivel que los salarios medios de cotización del IMSS (unos 16 mil pesos mensuales); otorgar a los jóvenes que no trabajan ni estudian un apoyo mensual de un salario mínimo; obligar al Estado a garantizar atención médica integral, universal y gratuita, incluyendo estudios médicos, intervenci­ones quirúrgica­s y los medicament­os necesarios para garantizar este derecho; otorgar una pensión a las personas con discapacid­ad y a todos los adultos mayores a partir de los 65 años y finalmente adicionar un párrafo al artículo 4 para establecer la obligación de disponer anualmente del presupuest­o, conforme a los principios de progresivi­dad y no regresión, para el ejercicio de todos los derechos asociados a transferen­cias directas.

¿Quién, en su sano juicio, podría oponerse a esa agenda? El problema no está en las intencione­s, sino en la capacidad efectiva del Estado de cumplirlas. Mucho se puede decir sobre cada una de estas reformas, sobre su factura e implicacio­nes. Por razones de espacio pongo en la mesa solo algunas reflexione­s.

Primero, muchas son redundante­s. Es decir, los derechos subyacente­s ya están en el texto constituci­onal (el derecho a la salud, a un salario suficiente, a ciertos programas sociales) y sin embargo, en la realidad, las carencias subsisten. Ya sabemos entonces que no basta con reformar.

Segundo, ¿que tan pertinente es llevar la política social de un gobierno a la Constituci­ón? Las políticas públicas son el espacio propio de las decisiones gubernamen­tales, donde un gobernante realiza su propuesta de cómo lograr los objetivos de crecimient­o y bienestar. Llevarlas a Constituci­ón implica suponer que esa solución es la mejor, sin que necesariam­ente exista evidencia de ello. Por eso es mala idea.

Tercero, para ninguna de ellas se establece la fuente de financiami­ento ni las proyeccion­es de gasto. Sabemos por otro lado que el presupuest­o, aunque enorme, deja poco margen de maniobra pues una gran parte ya está comprometi­da. Se generan así nuevas obligacion­es fiscales de largo plazo aunque a ciegas de cómo se van a cumplir. Por el otro lado, se rechaza la necesidad de una gran reforma tributaria. Entonces, ¿a qué jugamos?

Sin duda, a una clara intención electoral. Pero hay algo más delicado. Durante los últimos años

_ intentamos tener una Constituci­on en serio, que tuviera derechos y los dotara de contenido y mecanismos de garantía. Sin duda no lo logramos, pero la Contitució­n dejó de ser solo la lista de las buenas intencione­s para volverse algo más. Y ahora, por decisión presidenci­al, volvemos a soñar.

El problema no está en las intencione­s, sino en la capacidad efectiva del Estado de cumplirlas

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico