4T: necesitar siempre a “adversarios”
Un régimen político se puede edificar sobre los cimientos de la esperanza, puede también florecer bajo la realidad del cambio o puede sustentarse, como ocurre con la 4T, en la permanente y machacona denuncia de enemigos, traidores y compatriotas a combatir.
No hay día en que no resuenen, en las bóvedas del palacio presidencial, acusaciones y denuestos dirigidos a quienes habían llevado la cosa pública anteriormente en este país.
Los mentados ‘prianistas’ se encargaron de administrar a su manera el aparato del Estado pero el tema es que, a partir de los resultados que obtuvieron o de los desatinos en los que puedan haber incurrido, siguen siendo, a esta alturas del partido y a punto de terminarse un sexenio entero, los grandísimos culpables de todo lo que no logran resolver los actuales gobernantes.
No hay manera en que se puedan señalar los morrocotudos fracasos de esta Administración sin que los ardorosos sectarios del oficialismo respondan que todo estaba peor antes y, según ellos, que siempre hemos tenido los mismos problemas.
Estamos hablando de que la gran receta de la gente que tiene ahora el bastón de mando es el oposicionismo, o sea, el recurso de señalar por principio y de manera permanente a las otras fuerzas políticas.
En los tiempos de los referidos mandamases del PRIAN, la demagogia era diferente: a los ciudadanos nos era impartida la recia evocación del nacionalismo revolucionario como doctrina imperante en la nación mexicana o, llegados los panistas al mando, la correspondiente elevación del principio del ‘bien común’, una de las tantas respuestas blanquiazules a los modos del antiguo régimen hegemónico.
Pero, qué caray, en momento alguno nos habíamos encontrado inmersos en una atmósfera de crispación como la que sobrellevamos hoy, con un discurso plagado de “conservadores” y “adversarios” que parece un llamamiento sin tregua a las hostilidades.
No se gobierna para culpar. Se gobierna para resolver. Se gobierna para dar soluciones porque al poder se llega sabiendo cuáles son los grandes retos de una nación.
Las responsabilidades se aceptan de buena gana. Y, los yerros se reconocen
_ de la misma manera, con honestidad y con el grado de modestia que se necesita para seguir en contacto con la realidad. Nos encontramos, sin embargo, en algo que parece una auténtica guerra…
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