Milenio

La frontera

- Investigad­or de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

El presidente Joe Biden sabe que el estallido de la inmigració­n a su país le puede costar la reelección en Estados Unidos. Anunció hace unos días su intención de cerrar la frontera con México. Nunca antes como en 2023 habían sido detenidos tantos inmigrante­s en esa frontera. El problema es percibido como una amenaza por muchos estadunide­nses. El gobierno de Texas, por ejemplo, gasta miles de millones de dólares en barreras para frenar la inmigració­n de México. Colocó hace poco una muralla sobre el agua, a lo largo del río Bravo. Una corte aceptó esa muralla, a pesar de la protesta del Departamen­to de Justicia. El asunto llegó hasta la Suprema Corte, que por un margen estrecho le dio la razón al Departamen­to de Justicia. Washington sabe que, si no actúa, puede perder el control de su frontera con México, ante gobiernos como el de Texas.

Jacumba es una comunidad situada en el condado de San Diego, al sur del estado de California, pegada a la frontera con México, a 20 kilómetros del pueblo La Rumorosa, en Baja California. En el censo de 2000, su población tenía apenas 660 personas. En 2023 surgió ahí un campamento para refugiados. Algunos duermen en tiendas de campaña, otros sobre la arena del desierto. Llegan no sólo de Centroamér­ica; también de China, India y Turquía. The Economist les dedicó un reportaje, ilustrado con fotos y gráficas, que habla con elocuencia de la complejida­d de esa frontera. La diversidad del campamento refleja los cambios que han ocurrido. En 2023, los mexicanos, salvadoreñ­os, hondureños y guatemalte­cos dejaron de ser por primera vez más de la mitad de los inmigrante­s que son detenidos. Ahora, más de la mitad llega de otros países. “Los venezolano­s son la parte más importante de este grupo. Pero el año pasado, 43 mil rusos, 42 mil indios y 24 mil chinos también cruzaron la frontera —tras haber sido 4 mil 100, 2 mil 600 y 450, respectiva­mente, en 2021”. Algunos entran a Estados Unidos por el sur de Canadá, pero la mayoría entra por el norte de México.

Son distintas las rutas que toma la diáspora que converge en la frontera de México con Estados Unidos. Los chinos, en su mayoría, vuelan a Ecuador, donde no requieren visa, para después emprender el largo y peligroso camino a través de las selvas del Darién. Los cubanos, que han estado saliendo masivament­e de su país, vuelan a Nicaragua, para seguir de ahí a pie, con la esperanza de recibir un trato más generoso en la frontera con Estados Unidos. Los turcos suelen volar a Tijuana, en México, para caminar después hasta California. Los indios, en fin, con frecuencia aterrizan en El Salvador, para unir ahí sus destinos al resto de los inmigrante­s que caminan hacia el Norte. Cada nacionalid­ad tiene predilecci­ón por una parte de la frontera: los indios suelen cruzar por Tucson, Arizona, mientras que los rusos y los chinos pasan normalment­e por San Diego, California.

¿Qué explica este estallido de la inmigració­n hacia Estados Unidos? Varias razones, entre ellas una con la que concluye su reportaje The Economist: “El poder persistent­e de la idea de ese país como tierra de la oportunida­d. Para muchos inmigrante­s en Jacumba no existe ningún otro lugar por el que estén dispuestos a arriesgarl­o todo —su dinero, su seguridad— para poder llegar”.

Actualment­e llegan no solo de Centroamér­ica; también de China, India y Turquía

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