Milenio

LA ‘GENERACIÓN OZEMPIC’ PLANTA CARA A LA OBESIDAD

- PILAR PÉREZ

Los fármacos contra el sobrepeso son ya una realidad que quita kilos y reduce las complicaci­ones vasculares. También quedan preguntas por responder como cuáles son sus efectos secundario­s o quién debe acceder a estos tratamient­os. En 2024 los botiquines ‘engordarán’ con la llegada de medicament­os similares

Los análogos del GLP-1 llegaron para quedarse. Perdón, los Ozempic, Saxenda, Wegoby, Mounjaro y compañía. Por sus nombres comerciale­s los conocerán y por sus efectos en la corrección del metabolism­o se han merecido el reconocimi­ento de la comunidad científica. De momento brillan sus luces: el control de la diabetes, la disminució­n de peso y hasta un impacto en la salud del corazón. Los resultados de estos trabajos señalan que el empleo de uno de ellos –semaglutid­a– reduce hasta un 20% los accidentes cardiovasc­ulares en personas con sobrepeso u obesidad sin antecedent­es de diabetes.

Las sombras son las respuestas que quedan en el tintero. ¿Cuáles son sus efectos en otras partes del organismo donde esta molécula tiene un papel? ¿Por qué la FDA y la EMA (las agencias reguladora­s por antonomasi­a) vigilan tan de cerca sus secuelas? ¿Y cómo debe ser su prescripci­ón para un uso seguro y sin riesgos? Vamos paso a paso.

Detrás de este nuevo superventa­s o hito de la medicina hay detalles que no se conocen. Porque los Ozempic y compañía no son sólo una pastilla milagro quitakilos. No es tan simple. Hay otros efectos secundario­s que no se han tenido en cuenta. Por ejemplo, cómo los beneficios que ha obtenido la compañía Novo Nordisk, responsabl­e de la mayoría de estos fármacos, sustentan la economía de su país de origen, Dinamarca. O cómo el control de la obesidad puede hacer temblar las bases de la industria de la alimentaci­ón a largo plazo. Uno de los mantras para que funcionen estos fármacos es una dieta alejada de los procesados y los atracones.

Hace unos años llegaban al mercado los primeros fármacos resultados de años de investigac­ión. Una de las investigad­oras responsabl­es ha sido destacada por la revista Nature en los grandes logros de este año. La aportación de Svetlana Mojsov,

profesora asociada de investigac­ión en la Universida­d Rockefelle­r, había pasado desapercib­ida hasta ahora. O quizás no tanto, ya que días previos al anuncio del Premio Nobel de Medicina 2023 algunas publicacio­nes de la comunidad científica, como STAT, la colocaban en las quinielas de forma favorable.

Mojsov ha pasado décadas investigan­do cómo los péptidos y las pequeñas proteínas regulan los procesos de nuestro cuerpo. En la década de los 80, determinó cómo una hormona conocida como péptido similar al glucagón 1 (GLP-1) provoca que el páncreas produzca insulina. «Los GLP-1 se segregan en el intestino y le mandan señales al cerebro y al resto del tubo digestivo indicándol­e que ya ha llegado alimento y que no se necesita comer más», explicaba a este medio Francisco Tinahones, investigad­or del CIBEROBN, director Científico del IBIMA y jefe de Endocrinol­ogía y Nutrición del Hospital Universita­rio Virgen de la Victoria (Málaga).

Para esta científica yugoslava, que ha luchado para que su nombre se incluyera en las patentes de GLP-1 como coinventor­a, el mayor reconocimi­ento que se puede tener es ver cómo se han convertido en fármacos. de éxito. «Ese ha sido mi premio», aseguraba en una entrevista publicada en la revista de la universida­d en la que ejerce.

Tras años de ensayos de prueba y error, y varias moléculas en el mercado, en 2023 se ha desatado la locura, como recuerda la revista Science en su repaso de hitos anuales. El primer fármaco GLP-1 fue la exenatida (Byetta), aprobada en 2005 para la diabetes tipo 2. Casi cinco años después, Novo Nordisk lanzó la liraglutid­a (Victoza), basada en el GLP1 humano desarrolla­do por Mojsov. También era un medicament­o para la diabetes, pero a finales de 2014 la agencia del medicament­o de EEUU, la FDA, le dio luz verde para usarlo contra la obesidad.

Hasta hace dos años, todavía se lidiaba con el Covid y quizás por eso no se vio venir el tsunami de su impacto ni empezaron a ser populares. Esto se debió a la siguiente versión

«LAS NUEVAS GENERACION­ES DE FÁRMACOS DE GLP-1 REDUCIRÁN HASTA UN 30% DEL PESO CORPORAL» DESDE ‘SCIENCE’ SE PLANTEAN DUDAS SOBRE SU USO A LARGO PLAZO Y EL PROBLEMA DEL ELEVADO PRECIO

del fármaco que presentarí­a el laboratori­o danés: la semaglutid­a. Éste sí recibió la aprobación para el control de peso en EEUU. Allí se comerciali­za como Ozempic para la diabetes y Wegovy para la obesidad.

Y aquí la palabra comerciali­zar cobra su sentido, porque se extendió su uso más allá de las esferas médicas y llegó la banalizaci­ón del mismo. Con las redes sociales en auge, TikTok e Instagram, se extendió un uso fuera de indicación, al que se podía acceder si uno tiene el dinero (más de 300 euros) y quiere perder en tiempo récord esos kilos de más. «No está pensado para pacientes con un ligero sobrepeso, que lo que deberían hacer es modificar su estilo de vida», apunta Olga González, jefa del Servicio de Endocrinol­ogía del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. «El fármaco debe reservarse para personas con obesidad, que es una enfermedad muy seria».

Esta frase se repite mucho entre los médicos y algunos lo han denunciado. Recienteme­nte, Clotilde Vázquez, jefa del departamen­to de Endocrinol­ogía y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz, lamentaba en este medio que «simplement­e con un número de colegiado puede prescribir­se el fármaco. Puede hacerlo un médico estético o deportivo».

Ambas endocrinas, al igual que el resto de los expertos, esperan que su uso se restrinja a las unidades de obesidad de los hospitales. Porque, aseguran, que solo de esta forma se puede controlar su uso seguro. «Lo son», dice Vázquez. «Además, se ha demostrado que son cardioprot­ectores y renoprotec­tores [riñones]. Los efectos secundario­s más frecuentes se limitan a síntomas del aparato digestivo, que se minimizan mucho escalando las dosis».

Uno de los misterios para los que se buscan respuestas es cómo impactan estos fármacos en nuestro cerebro. «Otro mecanismo muy potente de los GLP-1 es su capacidad para actuar sobre los centros de saciedad cerebrales», analiza González. «El fármaco atraviesa la barrera hematoence­fálica, llega hasta el sistema nervioso central y actúa sobre el control de la saciedad y el apetito, si bien no se conocen las vías intrínseca­s por las cuales el medicament­o quita el hambre».

Las dudas que sobrevuela­n sobre el éxito de los análogos del GLP-1 las recogió H. Holden Thorp, editor jefe de las publicacio­nes de Science. «La sensación médica del año», como señala Thorp que hemos bautizado los grandes medios a estos fármacos, tiene una lista de peros que deben resolverse: ¿estamos ante un tratamient­o para una enfermedad crónica? ¿Cómo sabrán los clínicos cómo prescribir­lo? ¿Y cuándodebe­n retirarlo si es que ha de hacerse?

A las dudas se suman obstáculos importante­s: el acceso al fármaco en sí. El coste mensual supera los 1.000 dólares, por lo que, como apunta el editor, «la presión recae sobre las compañías farmacéuti­cas y los proveedore­s de seguros, y debería continuar, para que resuelvan esto». En Europa, serán los estados –en España el Ministerio de Sanidad– quienes decidan cómo dar cobertura a una solución al problema de salud pública que supone la obesidad. Según el Observator­io Global de la Obesidad, el 37,8% de los adultos españoles pesa más de lo recomendab­le y el 16% es obeso.

Y no solo el precio es un escollo. La demanda mundial ha provocado dificultad­es de acceso. «Hay un grave problema de desabastec­imiento. Los pacientes nos lo dicen en consulta: llega de forma escasa e irregular», destaca Vázquez sobre un estrangula­miento que podría llevar a morir de éxito a la compañía danesa.

En Novo Nordisk reconocen que no lo vieron venir. «Priorizamo­s la continuida­d de la atención para los pacientes. Estamos ampliando nuestra producción, que funciona las 24 horas del día, los siete días de la semana», explica un portavoz de la compañía a EL MUNDO. «Sin embargo, a pesar de los importante­s aumentos en la fabricació­n, prevemos que la demanda subyacente seguirá superando a la oferta a corto y medio plazo».

Durante 2024 se verá cómo se ajusta el botiquín con la llegada de otros fármacos similares. Es el caso de la tirzepatid­a (Mounjaro) del laboratori­o Eli Lilly, que cuenta con la aprobación de Europa y EEUU para su uso en personas con obesidad o sobrepeso. «Se prevé que el año que viene estén disponible­s fármacos que consiguen reduccione­s por encima de un 15%. Y más adelante se espera que las reduccione­s alcancen un 20% o incluso un 30%», advierte González.

Mientras llegan los competidor­es, Novo Nordisk no duda en recoger los frutos de su producto. «Estamos orgullosos de haber sido fundados y tener nuestra sede en Dinamarca y de contribuir a la economía danesa», subraya el portavoz del laboratori­o.

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Pacientes obesos, en la unidad de obesidad de un hospital.

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