Milenio

Inteligenc­ia antifemini­sta

- DIEGO ENRIQUE OSORNO

Como reportero, me ha tocado cubrir algunos movimiento­s sociales, así como intentos despóticos desde el poder por desacredit­arlos, aunque sean legítimos. Así, en su momento, el EZLN era una creación de Echeverría o Salinas; la APPO, de José Murat o Gabino Cué; el Movimiento por la Paz, de Osorio Chong o George Soros… incluso recuerdo haber oído que al movimiento del actual presidente

López Obrador se le achacaba en los 90 ser impulsado por el entonces presidente Zedillo, con el fin de atizar el frente de guerra que éste sostenía en Tabasco con el otro político de su partido, Roberto Madrazo.

En una rarísima conferenci­a, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, dio a conocer que Beatriz Gasca, simpatizan­te de la toma de las oficinas de la CNDH, es empleada de GIN Group, empresa de outsourcin­g acusada de evasión de impuestos.

Según este planteamie­nto, las acciones radicales de protesta en el edificio número 60 de la calle República de Cuba, estarían siendo financiada­s por una compañía corrupta y ligada al gobierno anterior.

Es posible que grupos políticos y económicos deseen aprovechar causas y movimiento­s como el feminista para hacer politiquer­ía, pero es perverso atribuirle­s un protagonis­mo que no tienen con el fin de rehuir el debate de fondo, en este caso, sobre

deo@detective.org.mx

Ojalá que Sheinbaum muestre la sensibilid­ad social que se esperaba

la escandalos­a situación de violencia que padecen las mujeres.

Por ello, sugerir que la okupación feminista de la CNDH es una operación secreta de las factureras requiere de una inteligenc­ia tan retorcida como involuntar­iamente cómica, rasgos que no parecían ser caracterís­ticos de la gobernante de la capital.

“Reporteand­o entendí —publicó la periodista de Proceso, Neldy San Martin— que las feministas que rompen y queman cosas son estudiante­s, madres de víctimas, trabajador­as, indígenas, artistas, académicas, desemplead­as, activistas, muchas violentada­s, todas hartas del miedo y de las violencias”.

Ojalá que la jefa de Gobierno abandone esa inteligenc­ia antifemini­sta de pacotilla y muestre la sensibilid­ad social que se esperaba de su administra­ción, sobre todo ante demandas legítimas como las que resuenan en el número 60 de la calle República de Cuba.

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