Antirrábicos: sentencia de muerte
Esos centros y las perreras existen “por culpa de una sociedad irresponsable que sentencia a inocentes”, dice Antemio Maya, quien asegura que en la alcaldía Gustavo A. Madero y el Estado de México es donde más se maltrata animales
Las perreras y los antirrábicos son los únicos lugares donde, sin ningún juicio de por medio, el inocente está sentenciado a muerte”. “En un antirrábico se hace el trabajo sucio de una sociedad irresponsable”. Estas reflexiones parecen descargas eléctricas, granadas que salpican, martillazos.
Y tienen sustento. Habla Antemio Maya Pindter, presidente-fundador de Protección del Perro Callejero, asociación civil, quien ha observado la relación de humanos con animales desde hace casi dos décadas.
Habla sin estridencia. Más bien sus expresiones son suaves, lentas, pero con la carga suficiente de una experiencia que le permite decir eso y mucho más, como referirse a la conducta humana.
Hace tiempo se propuso instalar un albergue entre los límites de la alcaldía Gustavo A. Madero y tres municipios del Estado de México, entidad ésta en la que ha visitado unos 28 antirrábicos.
De profesión ingeniero, empezó a visitar antirrábicos y quedó sorprendido porque ahí conoció a personas que llevaban sus animales para que los sacrificaran. Por eso y más las preguntas se le acumulaban.
Ha sabido de pleitos entre quienes defienden animales y aquellos que los odian y llaman a las perreras; a los que agreden y azuzan.
Maya Pindter quería conocer a los que se dedican a esos terribles menesteres, pero los empleados creían que iba a reclamarles o maldecirlos, y entonces lo veían con recelo.
Loqueaquelhombretratabade indagareraquépasabaconlosanimales sentenciados; por qué habíanestadoenlacalle,ytambiénlo que pensaban aquellas personas que los echaban de sus casas.
Su presencia en los antirrábicos ha sido constante, por lo que trabó amistad con empleados, uno de los cuales, relata, le pidió un favor:
—Antemio, ayúdame, no sabes lo que siento cuando mato un perro que me ve a los ojos y parece decirme: “Qué te hice para que me hagas esto”. Por eso te pido que me ayudes.
—¿Y qué pensó usted? —Pues por qué estamos contaminando emocionalmente a la gente que trabaja en un antirrábico —reflexiona Maya Pindter.
***
Maya Pindter es un hombre de palabra pausada que manifiesta su pasión por la defensa de los animales. Conoce bien a los suyos y por eso habla con tanta convicción. Con algo de pena refiere que la gente ya no quiere adoptar.
El propio ingeniero, en su casa, además del albergue, tiene varios animales. Pero en sus palabras se percibe cierto desencanto por esa parte de la sociedad que no tiene respeto por la vida animal.
Y su amiga en esta aventura, Guadalupe Guerra, camina por la misma ruta; ella habla de perros rescatados casi moribundos, heridos o descarnados de tanto maltrato, que han logrado sobrevivir.
Lupita, como le dicen, ha comprobadoqueesenelEstadodeMéxico y la alcaldía Gustavo A. Madero donde más lastiman y torturan
animales. Lo dice mientras muestra fotografías de perros a los que dieron cobijo y curaron.
“Aquí nos llegan animales apuñalados,quemadosconaceite,atropellados, abandonados en azoteas que ya son pelo y huesos; aún adentro de las casas, con las cadenas encarnadas a los cuellos”, describe. —O sea que...
—Sí —agrega y describe—, la gente tiene mucha imaginación para maltratarlos; es una falta de empatía hacia los animales; por lo regular es gente enferma porque, como hemos visto, si un perrito o un gato está integrado en una familia, es porque la familia es funcional, pero cuando el perrito está abandonado en la azotea, entonces ahí hay un problema familiar.
A este albergue llegan cachorro con patas rotas; uno de ellos fue rescatado porque las tenía clavadas a una cruz; a otro le cortaron una a una, más sus dueños le sacaron los ojos.
Son algunos ejemplos. —¿Quién podría sacarle los ojos a un perro?
—Pues gente enferma; mira —añade Guadalupe—, llegó un gatitodedosmesesalquelecocieron labocaysusojitos.¿Quédañopuede hacer un gatito de esa edad? Y aunque fuera un gato grande, ellos reaccionanalasagresionesdelhumano. Y hay más casos.
***
—¿Por qué un albergue?
Responde Antemio Maya Pindter:
—Aquí tenemos 43 perros y 34 gatos, producto de 43 personas irresponsable y 34 personas también que tenían gatos y los echaron a la calle. Los vemos en condicionesmuytristesylosrecogemos,los cuidamos y tratamos de darlos en adopción. El problema es que ya no quierenadoptar.Haymuchísimos perros en adopción, miles.
Es cuando habla del conflicto provocado por la actividad de levantar perros en todo el país: “Lo mínimo que les pasa a los lazadores es que salen apedreados, incluso baleados en el Estado de México. Eso nos lleva a ver que estamos generando un problema social muy grave”.
Define a los antirrábicos y los albergues como “la parte más delicada y más frágil de toda la cadenadeerrores.Yestonosllevaaque hay muchos daños colaterales, como es el generador de violencia entre la población, porque quedan enfrentados y enojados”. —¿Y qué debemos hacer? —Es un tema olvidado en educación; lo que debemos hacer es promover valores, valores de responsabilidad,deconciencia,tener consideración por los demás.
Maya Pindter dice que 80 por ciento de los sacrificados en antirrábicos son llevados por sus propios dueños, quienes volverán a comprar un cachorrito… que tendrá el mismo futuro sombrío.
Por desgracia, añade, en zonas populares acostumbran dejar salir a los perros durante el día.
—“¿Por qué razón?” —se pregunta Maya Pindter.
Y en seguida ironiza: —“Pues va a defecar en la calle y no la tengo que levantar, va a ir al mercado a comer y en la noche regresa a mi casa a cuidarme. ¡Maravilloso: no gasté en nada y me cuida!”.
El 80% de los sacrificados son llevados por sus dueños, quienes volverán a comprar un cachorrito