Milenio

Un minuto por favor

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Existen dos grandes corrientes identifica­das para crear valor en las organizaci­ones deportivas, la primera está orientada al triunfo constante, aplastante e inmediato, como único objetivo; y la segunda, hacia la búsqueda de un estilo de gestión y de juego que hagan del triunfo una causa de mayor profundida­d en el tiempo, es decir, que trascienda, sea recordado, sea ejemplar y por lo tanto, genere adhesión e identidad.

Aunque ganar títulos es fundamenta­l para que las dos corrientes tengan éxito, en la primera son vistos como una derivada económica y en la segunda, como una consecuenc­ia humana. ¿Pueden coincidir ambas en un mismo equipo? Es lo ideal, pero no es muy común que suceda. En los últimos años, la cultura del triunfo por encima de cualquier cosa ha hecho que olvidemos las propiedade­s más originales del deporte: educación, superación, respeto, igualdad, lealtad o solidarida­d. Se ha llegado a pensar que las mejores institucio­nes son aquellas que más dinero invierten cada año con tal de salir campeón. Esta relación en la que dinero es igual a títulos, deshumaniz­a a cualquier

En el deporte, como en la vida, hay momentos que exigen respuestas valientes

deportista, vuelve mezquinos a los equipos y convierte a las aficiones en clientes de ocasión: mientras haya dinero, todos estaremos contentos. El problema es cuando el dinero se acaba y no alcanza para comprarse una personalid­ad, entonces no hay otros valores capaces de soportar a estas organizaci­ones. Una cosa es estrategia financiera y otra muy distinta cultura deportiva. La historia nos ha demostrado que los equipos más queridos y recordados a través del tiempo, no son aquellos que invierten grandes fortunas en ganar, sino los que supieron ganar o perder con honor y grandeza. Porque también en la derrota, hay grandeza. En el deporte, como en la vida, hay momentos que exigen respuestas valientes ante injusticia­s comunes. Sin embargo, este tipo de reacciones no vienen de los que más tienen, sino de los que más quieren. Los grandes equipos no son aquellos que más cuestan, sino aquellos a los que les costó mucho sacrificio llegar arriba. En la diferencia entre tener todo y querer mucho, se encuentra el verdadero cariño y valor del deporte: un par de minutos son suficiente­s para saberlo.

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