Un minuto por favor
Existen dos grandes corrientes identificadas para crear valor en las organizaciones deportivas, la primera está orientada al triunfo constante, aplastante e inmediato, como único objetivo; y la segunda, hacia la búsqueda de un estilo de gestión y de juego que hagan del triunfo una causa de mayor profundidad en el tiempo, es decir, que trascienda, sea recordado, sea ejemplar y por lo tanto, genere adhesión e identidad.
Aunque ganar títulos es fundamental para que las dos corrientes tengan éxito, en la primera son vistos como una derivada económica y en la segunda, como una consecuencia humana. ¿Pueden coincidir ambas en un mismo equipo? Es lo ideal, pero no es muy común que suceda. En los últimos años, la cultura del triunfo por encima de cualquier cosa ha hecho que olvidemos las propiedades más originales del deporte: educación, superación, respeto, igualdad, lealtad o solidaridad. Se ha llegado a pensar que las mejores instituciones son aquellas que más dinero invierten cada año con tal de salir campeón. Esta relación en la que dinero es igual a títulos, deshumaniza a cualquier
En el deporte, como en la vida, hay momentos que exigen respuestas valientes
deportista, vuelve mezquinos a los equipos y convierte a las aficiones en clientes de ocasión: mientras haya dinero, todos estaremos contentos. El problema es cuando el dinero se acaba y no alcanza para comprarse una personalidad, entonces no hay otros valores capaces de soportar a estas organizaciones. Una cosa es estrategia financiera y otra muy distinta cultura deportiva. La historia nos ha demostrado que los equipos más queridos y recordados a través del tiempo, no son aquellos que invierten grandes fortunas en ganar, sino los que supieron ganar o perder con honor y grandeza. Porque también en la derrota, hay grandeza. En el deporte, como en la vida, hay momentos que exigen respuestas valientes ante injusticias comunes. Sin embargo, este tipo de reacciones no vienen de los que más tienen, sino de los que más quieren. Los grandes equipos no son aquellos que más cuestan, sino aquellos a los que les costó mucho sacrificio llegar arriba. En la diferencia entre tener todo y querer mucho, se encuentra el verdadero cariño y valor del deporte: un par de minutos son suficientes para saberlo.