Cuando los privilegios se vuelven costumbre
Cuando los privilegios se vuelven costumbre, cualquier cambio es percibido por los beneficiarios de éstos como un atentado a la sociedad en general, cuando en la realidad se trata de establecer lo que corresponde a la ley y al derecho.
Me explico. En estos ocho meses del gobierno de México, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, se ha puesto en marcha un cambio de régimen que tiene precisamente como eje terminar con los privilegios, entre éstos, la impunidad de la que gozó un grupo que amasó enormes fortunas por medio de la corrupción y violando la ley.
Lo que establece nuestro pacto social, la Constitución y las leyes, es que en México debe existir un gobierno del pueblo y para el pueblo, no para el beneficio de un grupo o de una élite. Por décadas, pero particularmente en los últimos 30 años, el gobierno estuvo al servicio de unos cuantos. No importaba el partido, era el mismo grupo de privilegiados. Durante el neoliberalismo, el desfalco a la nación fue enorme, se necesitarán varias generaciones de mexicanos para abatir el rezago y reconstituir
el tejido social. Particularmente será difícil sacar a más de 52 millones de mexicanos de la pobreza y la desigualdad.
Los derechos de ese grupo de privilegiados eran celosamente respetados. Se volvieron los intocables, lejos del alcance de la ley, bajo el amparo del poder público, asumieron un estilo de vida caracterizado por el derroche, la frivolidad y hasta el mal gusto.
Mientras esto ocurría, los derechos humanos, culturales, educativos, políticos y económicos de la inmensa mayoría de la población eran letra muerta. Cuando más, se establecieron programas asistenciales o clientelares que fracasaron por la corrupción que impregnó la vida pública.
El año pasado, cuando el voto popular derrotó al viejo régimen, también se puso fin a ese estado de privilegios. Lo que ahora presenciamos en forma de estrategias de percepción o acusaciones de presuntas persecuciones son precisamente las reacciones a que las cosas por fin están cambiando.
Ellos, los beneficiados de los privilegios suponían que la situación de la que gozaban era normal, que tenían derecho y era natural la situación en la estaban, que no pasaría nada y que todo seguiría igual. Es más, puedo pensar que llegaron a suponer que la estabilidad y el buen funcionamiento del país podría depender de que precisamente no les quitaran sus prebendas.
El proceso que se sigue a Juan Collado es ejemplo ilustrativo de cómo el viejo estatus de privilegios se ha terminado, que la lucha contra la corrupción y la violación de la ley va en serio.
Por otra parte, cuando se habla de devolverle al pueblo lo robado, se trata precisamente de eso, de que el pueblo recupere lo que por ley le corresponde y que fue despojado por medio de la corrupción y la violación de la ley. Los privilegios son una mala costumbre que debe erradicarse para el bien de la Nación y el progreso de la sociedad.
@MBarbosaMX