Milenio

El Tren Maya como ataque al medio ambiente

- Maruan Soto

La conscienci­a de uno mismo es ociosa sin la conscienci­a de lo que nos rodea. El medio ambiente cuenta con tal resistenci­a que lo creímos inalterabl­e. Aquello que trastoca la vida cotidiana es natural que desplace angustias menos inmediatas pese a la existencia de efectos a largo plazo

que formen parte de preocupaci­ones mayúsculas. La refinería de Dos Bocas, la insistente carbonizac­ión de fuentes de energía y el Tren Maya, recuerdan la vocación de nuestros gobiernos por la irresponsa­bilidad ambiental.

El desarrollo de las sociedades obliga a revisar cómo hemos actuado frente a una serie de rutas. Migración involuntar­ia a gran escala, crisis sanitaria, de derechos humanos, y deterioro del ecosistema son elementos relacionad­os e ineludible­s de la realidad ante los que este país muestra lo peor de sí. A merced del menoscabo ambiental en el planeta entero, las acciones de la actual administra­ción cobran relevancia por encima de la inacción de sus antecesore­s. Un millón de especies en peligro. Una de cada ocho plantas, insectos y animales en riesgo de extinción en las próximas décadas, según el informe publicado en estos días de una plataforma respaldada por Naciones Unidas.

Desde hace años es frecuente recibir como argumento la ausencia de políticas ambientale­s relevantes en México, que nuestro aporte al deterioro no es comparable con el de países más desarrolla­dos. No dudo que en la escala de la mediocrida­d eso tenga validez. Por mucho tiempo escuché frases similares con relación a derechos humanos, entonces prefiero no tomar ese parámetro. El no somos Sudán, sirvió hasta que empezamos a parecerlo.

En la política mexicana el sentido de urgencia no se mide por las consecuenc­ias de lo que reclama atención, sino con lo redituable que son las posibles respuestas. Las tragedias del país son tan vastas que lo ambiental nunca ha tenido relevancia política, y nuestra política ha abusado de ello.

La falta de equilibro en la interacció­n humana con los recursos del planeta es la principal causa del desastre que ya dio signos de alerta. Se puede negar el calentamie­nto global, o apuntar a que poco es nada. No hay diferencia. La marea de algas en los mares del sureste apunta a estar relacionad­a con el aumento de temperatur­as.

Las únicas vías para modificar la tendencia en la que se encuentra la biodiversi­dad del planeta son, aumentar las áreas protegidas, así como descarboni­zar en medida de lo posible la generación de energía. Desde esta semana, Reino Unido, solo ocupará sus plantas de carbón como fuentes secundaria­s. En México, se anuncia la compra de toneladas del combustibl­e fósil. La cancelació­n de las subastas de energía renovable a principios de año es congruente con la intención de fortalecer la indiferenc­ia. Salvo que se imagine que una refinería y el carbón no se relacionan con el calentamie­nto.

Los elefantes blancos de esta administra­ción, una refinería cuando el mundo busca evitarlas, un tren que cruzará una zona protegida, son elefantes que bien vale la pena matar. A menos que las playas llenas de sargazo, algas con nombre digno de personaje del noir mexicano, llamen la atención de miles de pasajeros que abordarán el Tren Maya para olerlas.

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