Milenio

LITERATURA Y FUTBOL

- POR MARY CARMEN AMBRIZ

Cada vez que se acerca el tiempo de la Copa del Mundo, aparecen nuevos libros que tienen como figura central el balompié. Van desde entrevista­s con célebres jugadores hasta cuentos y crónicas. Mientras que algunas editoriale­s optan por publicar antologías, otras se enfocan en determinad­os autores y su relación con este deporte, como es el caso de Hijos del futbol.

Infancia es destino. Galder Reguera (Bilbao, 1975) decide mostrar la manera en que su hijo, Oihan, hereda la afición por el futbol. A caballo entre la crónica y el ensayo, Reguera parte de la evocación que cuando era niño no había algo más importante que el futbol y la forma en que su hijo se ha ido convirtien­do en un seguidor del Athletic Club. Habría que recordar una anécdota antagónica que recupera el autor: uno de sus amigos más cercanos decide no fomentar el futbol en su hijo, alejarlo de todo lo relacionad­o con este deporte, y cuando alguien le pregunta por qué lo hace, responde que para evitar que exista un consumidor seguro de lo que implica ser un hincha del balompié.

De esos triunfos y sinsabores, los niños asimilan que su equipo no siempre ganará y que hay que vivir la derrota con dignidad, analizarla y alistarse para salir de nuevo a la cancha. Como dice Ignacio Martínez de Pinsón, el futbol es una escuela de valores morales.

La literatura y el futbol hacen equipo en estas páginas y Galder Reguera logra un buen desempeño en la cancha. Un autor español que ha dado páginas memorables sobre la infancia es precisamen­te Martínez de Pisón —habría que tener presente Carreteras secundaria­s (1996)—, novelista que elabora el prólogo del libro.

Aquí se habla del delantero brasileño que terminó nacionaliz­ado como argentino, Julio César de Silva Gurjol, inició con el Flamengo de Brasil y acabó en las filas del River Plate, mejor conocido como Uri Geller. Le apodaban así como el ilusionist­a porque el jugador tenía la virtud de narrar el partido, desde su óptica, que “se limitaba a sí mismo y al marcador”, como lo hacen los niños. Su amigo, el director de cine brasileño, Pedro Asbeg, le cuenta que Geller “fue un jugador absolutame­nte maravillos­o, un malabarist­a capaz de realizar regates inéditos hasta el momento, cuya carrera fue truncada por las lesiones”. El niño Oihan, de apenas cinco años, también describe sus intervenci­ones ya sea como portero o delantero. La figura de Uri Geller, el jugador, hace que el escritor se refiera al cuento de Borges y Bioy Casares en el que “un hincha descubre que los partidos de futbol que con tanta pasión sigue por la radio y televisión son inventados, que responden a guiones y son representa­dos por actores”.

El futbol y la literatura son una fábrica de sueños, de nostalgia y aprendizaj­e.

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Hijos del futbol. Galder Reguera. Lince. Barcelona, 2017

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