¡Automovilistas, no vuelen!
Si yendo usted en modo de automovilista por la avenida Oceanía, de nombre folclóricamente evocador de tan coloridas como novelescas aventuras, siente usted que su automóvil pierde el piso y sus cuatro llantas se transforman en alas para que el susodicho vehículo empiece a viajar en sobresaltos aeronáuticos, como ansiando alcanzar un cielo que, ay, solía ser azul con nubecitas blancas y que ahora es pardo con nubezotas grises (cuando no son negras), deje usted de lado cualquier ánimo aventurero y convénzase de estar automovilizándose en una vía de Esmógico City.
El cronista, uno de los anticuados pero aún autorizados andantes a pie (calzado, ¡faltaría más!) de dicha city, no le aconseja que se transforme usted en onírico piloto aviador y adopte el sueño de Snoopy (el perrito soñador de vuelos en avión de estilo 1914-18 y perseguidor del también avionístico Barón Rojo), sino que emita usted una queja a quienes sean responsables del inadecuado cuando no catastrófico suelo transitable de esta ciudad, a ver si por milagro la reciben y aceptan y emparejan el territorio volviéndolo a la condición preferentemente horizontal, no ondulatoria, realmente terrenal, del reino de lo asfaltado.
Por lo demás Snoopy vivía en una muy recordable historieta gráfica, no en Esmógico City. Las historietas, ya se sabe, suelen propiciar los sueños de los niños, y en este sector pedagogizable hay chamacos que conducen autos, pero, ay, a veces chocan, se matan o matan a gente, o por lo menos atrozmente atropellan, y usted, conductor adulto, no incurra en sueños, y si “maneja”, no sueñe con volar. Sepa que los sueños, propiciadores de alguna que otra pesadilla, pueden ser peligrosos, según colige el cronista tras haber pasado ayer por la avenida Oceanía, y haber visto una escena de penosa pesadilla que era como la mala versión del soñar vuelos en sobresaltos ondulatorios. Y dicho esto el cronista procura seguir siendo de los vigiliosos andantes a pie (calzado) y no un soñador esclavo del reinante automóvil. M