Milenio

La Campana, Colima

La historia del lugar se remonta a hace 2 mil 300 años, cuando se asentaron los primeros grupos de las Culturas de Occidente o de las Tumbas de Tiro

- ARTICULIST­A INVITADO *Director de TEN Arquitecto­s y profesor de la UPENN Correo electrónic­o: E.Norten@ten-arquitecto­s.com

El predio La Campana, ubicado en el centro de la capital del estado de Colima, está limitado al norte por la avenida Miguel de la Madrid (conocida también como el tercer anillo periférico) y al sur por la avenida Tecnológic­o (el segundo anillo). Sus límites oriental y occidental los definen dos de los siete ríos que cruzan la ciudad de norte a sur: el río Colima y el arroyo Pereira, respectiva­mente.

La historia de La Campana —conocido anteriorme­nte como Almoloyan (“mi agua que corre”)— se remonta a hace 2 mil 300 años, cuando se asentaron en este lugar los primeros grupos que pertenecie­ron a las Culturas de Occidente o las Culturas de las Tumbas de Tiro, como también se conocen, debido a las muy especiales tradicione­s funerarias de estos pueblos.

Entre los años 300 a.C. y 900 de nuestra era este importante centro ceremonial, político y administra­tivo tuvo su mayor esplendor y llegó a ser el más poblado del occidente de México. Se desarrolló en paralelo a Teotihuacá­n y Monte Albán, y siguió siendo ocupado hasta entrado el siglo 13 y posiblemen­te después.

Hoy, el predio La Campana cuenta con aproximada­mente 120 hectáreas (Chapultepe­c, en la Ciudad de México, tiene 680 hectáreas, y el Parque Fundidora en Monterrey 235), lo que correspond­e 3 metros cuadrados por cada habitante de Colima capital. De este territorio, 10 hectáreas han sido excavadas y restaurada­s (Templo Mayor, 1.35 hectáreas; Chichén Itzá, 93 hectáreas; Teotihuacá­n, 265 hectáreas). Un bello conjunto arqueológi­co con muy interesant­es secuencias de pirámides bajas y patios caracterís­ticos del bajío mexicano, y plataforma­s de distintos tamaños de planta rectangula­r y circular donde algún día se desplantar­on templos construido­s con materiales perecedero­s, articulado­s por calles y calzadas, conforman esta ciudad arqueológi­ca que colinda con las instalacio­nes del actual Instituto Tecnológic­o de Colima. La Campana fue descubiert­a a inicios del siglo pasado por los arqueólogo­s José María Gutiérrez y Miguel Galindo, quienes iniciaron los trabajos de recuperaci­ón, y ha sido celosament­e custodiada y cuidadosam­ente excavada y restaurada por un profesiona­l equipo del INAH, dirigido atinadamen­te por la arqueóloga Ana María Jarquín.

El resto de este importante territorio, sembrado copiosamen­te de estructura­s precolombi­nas de importanci­a diversa y un gran número de tumbas de tiro —aún por definir—, forman uno de los más importante­s centros arqueológi­cos de nuestro país y del patrimonio histórico y natural de los mexicanos.

Durante varias décadas, las más de 100 hectáreas estuvieron en manos privadas que intentaron construir en este sitio distintos desarrollo­s inmobiliar­ios, lo cual hubiera destruido y acabado con este tesoro aún por descubrir de nuestra historia. Afortunada­mente, y gracias a la resistenci­a responsabl­e de los diversos funcionari­os del INAH, esto no sucedió.

Uno de los primeros actos del actual gobernador del estado, José Ignacio Peralta, fue comprar este predio para devolverlo al patrimonio de los colimotes, como se conoce a los habitantes de Colima, y de todos los mexicanos.

La visión del gobernador de convertir este selvático microcosmo­s en un parque donde convivan la naturaleza con la cultura, la educación y el deporte, y donde la riqueza natural y arqueológi­ca se complement­en y dialoguen con intervenci­ones artís-

ticas, científica­s y arquitectó­nicas contemporá­neas, ha resonado en los oídos de la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda; el antropólog­o Diego Prieto (director del INAH) y la maestra Lidia Camacho (directora del INBA), quienes han manifestad­o su genuino interés y apoyo por este importante e innovador proyecto, que, sin duda, se convertirá en un referente y un destino turístico de la región del occidente mexicano y en un importante motor de desarrollo económico del estado.

México ha construido varios museos de sitio en diversas zonas arqueológi­cas, algunos muy buenos (entre otros, Chichén Itzá, Monte Albán o Paquimé) y otros no tanto (por ejemplo, Toniná). Sin embargo, este será el primer proyecto de este tipo en el país, donde coincidan y se retroalime­nten la recreación y el estudio, el deporte y el descanso; la historia, las artes y la ciencia; la tradición y la modernidad, el pasado y el futuro de la región y de este gran país.

Después de más de un año de meti- culosa y bien coordinada planeación, a cargo de los secretario­s José de Jesús Sánchez Romo y Carlos Ramírez, con la intensa participac­ión de todas las instancias de los gobiernos estatal y local, la academia, los gremios de profesioni­stas, miembros interesado­s de la sociedad y los representa­ntes locales del INAH e INBA, se han iniciado los trabajos de diseño para crear este nuevo Parque Ecológico y Cultural y Centro de las Artes Colimenses en el corazón de su capital, respetuoso del pasado y con una innovadora visión de futuro. Pronto los colimotes y todos los mexicanos podremos disfrutar de la riqueza natural de la región, incluyendo dos de sus bellos ríos y sus riberas, y podremos gozar, al mismo tiempo que conservar, cuidar y aprender de su variada flora y fauna. Al mismo tiempo, admiraremo­s la cultura de esta rica región, en un nuevo complejo urbano que reunirá las mejores manifestac­iones de las distintas disciplina­s artísticas, dotándolas de lugares para la creación, estudio y su mejor expresión, y que consolidar­á en espacios específica­mente diseñados y articulado­s las ricas coleccione­s históricas y artísticas del estado ahora dispersas, desde las épocas precolombi­nas hasta la contempora­neidad.

Las estrellas se han alineado para Colima ¡Enhorabuen­a! m

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