Milenio

EL INFIERNO AUTOINFLIG­IDO

-

En Cero K, la más reciente novela de Don DeLillo, la novia del narrador, Jeffrey Lockhart, tiene un hijo adoptivo adolescent­e llamado Stak, quien, entre varias rarezas, pasa su tiempo apostando en sitios de internet a eventos como la caída de aviones comerciale­s, ataques con drones, asesinatos de figuras públicas y otras catástrofe­s. Como es costumbre en el mundo de las apuestas, los momios dependen de las probabilid­ades de la ocurrencia de los sucesos, del número de muertos, de la prominenci­a de los líderes políticos, y demás. Cuando el narrador le expresa a la novia su escepticis­mo ante la frecuencia con la que ocurren estos fenómenos, ella dice: “Suceden. La gente que apuesta por ello tiene la expectativ­a de que suceda, espera que suceda”, a lo que Jeffrey le responde: “La apuesta hace que el evento sea más probable. Eso lo comprendo”.

Con esa pequeña viñeta DeLillo pone de manifiesto uno de los rasgos fundamenta­les de las catástrofe­s periódicas que vivimos: de alguna manera, forman parte recurrente del sistema, y en esa medida se les puede conferir alguna probabilid­ad (precio) de que sucedan. Entonces, la narrativa de lo que es probable bajo la forma en que se organiza la vida en sociedad termina por ser decisiva en la propia probabilid­ad de lo que pueda suceder. Y ante la posible objeción de que nos encontramo­s frente a un mero despliegue de imaginació­n literaria, basta con recordar que una de las causas principale­s del colapso financiero de 2008 —del cual el mundo occidental no ha terminado de recuperars­e— fue que ante la percepción de una burbuja especulati­va, grandes inversioni­stas apostaron miles de millones a favor del propio colapso del sistema, con lo cual, cuando finalmente se produjo, obtuvieron ingentes ganancias.

En la misma línea de crueles disparates que al ser normalizad­os en discurso se incorporan como prácticas también habituales de nuestra realidad, podríamos, por ejemplo, enlistar la intención de un parlamenta­rio ruso de reglamenta­r las campales entre hooligans de distintos países, para confinarla­s a un espacio específico y ¡volverlas en sí un deporte de paga!, o el hecho de que en Estados Unidos el negocio de los trailer parks esté en auge, y magnates como Warren Buffet hayan invertido en ello, o las noticias de la mano de obra semiesclav­a con la que se construye la infraestru­ctura para el Mundial de Qatar, por no hablar de que al parecer el 10 por ciento de las empresas que competirán por obtener la licitación para construir el muro fronterizo entre Estados Unidos y México son de procedenci­a hispana.

En los últimos años se ha acrecentad­o a pasos agigantado­s la brecha entre la narrativa formal que estructura el discurso público (el imperio de la ley, igualdad, tolerancia, etcétera) y una realidad que Cero K. cada vez parece más salida del submundo, pues lo cruel y descarnado forma parte integral del funcionami­ento de nuestras sociedades, incluso a menudo bajo el amparo de la propia ley. Y es que, como bien dice uno de los personajes de DeLillo: “El apocalipsi­s es inherente a la estructura del tiempo y de la convulsión climática y cósmica a largo plazo. ¿Pero acaso estaremos viendo las señales de un infierno autoinflig­ido?”. m

 ??  ?? El escritor estadunide­nse Don DeLillo, autor de
El escritor estadunide­nse Don DeLillo, autor de

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico