Milenio

Braulio Peralta

- BRAULIO PERALTA

Podría decir sus nombres pero no cometeré el error. Aunque puedo decir que entre amigos identifica­mos a 50 curas de la Iglesia católica que, de ellos, 35 son gays de clóset que ni respetan sus sotanas, ni son célibes. Los otros 15, tampoco: tienen mujeres y pregonan la palabra de Cristo, como aquel cura, —“El padre Amaro”—, que embarazó a una niña de pueblo, la obligó a abortar y terminó muerta junto con la criatura en su cuerpo.

Son de esa estirpe que hoy convoca a una marcha contra los derechos humanos de los homosexual­es que en la vida cívica reclaman igualdad ante la ley, tal como dicta don Benito Juárez desde las Leyes de Reforma del siglo XIX. Es la cristiada contra los gays del siglo XXI. Dan unas ganas enormes de desenmasca­rar a esos homófobos que, a pesar de ejercer su sexualidad dentro del seno de la iglesia, azuzan a su grey para dictarle a los mexicanos lo que es correcto o no en materia de sexo.

No haría falta decir sus nombres. La historia de la humanidad está llena de ejemplos sobre su doble moral. En el arte y la literatura, la realidad misma. Homosexual­es —no confundir con pederastas—, aunque para el caso vienen siendo igual de inmorales y faltos a la ley que se dieron ante su Dios para ejercer de santos en el mundo. Hipócritas.

Podría decir por ejemplo que al menos con dos de ellos tuve sexo sin saber que eran curas, en principio. Y que uno de ellos me llevó a su capilla y ahí mismo me pidió hiciéramos el amor. ¿Esos son los sacerdotes a los que las familias que preservan el matrimonio heterosexu­al quieren salir a la calle para protestar contra los homosexual­es que sí damos la cara a la sociedad civil?

Piénsenlo un poco. Al menos dense el chance de pensar mal, y acertar. No dudo que existan curas con buenas costumbres, castos y respetuoso­s de su religión. Pero los que hemos detectado no se salvarían de la Inquisició­n.

¿Quieren verdad cívica, no religiosa? La van a tener si siguen con la falsedad de la palabra hueca. Hay que decirle a los obispos que primero organicen su casa, su templo, sus curas gays que cínicament­e se pronuncian contras esos homosexual­es que han dado la cara y no se esconden en las faldas del cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Basta.

La Suprema Corte y el gobierno tienen recursos laicos para callarlos y ejercer el derecho constituci­onal para las libertades individual­es. No más cristiadas… m

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